Vladimir Quesada ejemplifica el saprissismo más puro. Nació, creció, jugó y se desarrolló en el club que le robó el corazón desde niño. Aunque no es muy expresivo, se le ilumina el rostro al hablar de Saprissa.
Desde su tiempo en las ligas menores, pasando por su etapa como figura en la Primera División y ahora como técnico, Quesada siempre se ha enfocado en darle lo mejor a los morados y considera un privilegio defender la camiseta del Monstruo.
Pocos conocen el origen de su amor incondicional por Saprissa, pero Quesada finalmente explicó cómo comenzó todo.
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“Soy saprissista desde siempre. La casa en la que crecí está a 600 metros del estadio Saprissa. No recuerdo cómo nació esto en mí, pero sí tengo en mi memoria que me ponía a la par de mi abuelito, mi ‘papi’, todos los domingos después de las 10 a. m., a escuchar los partidos de Saprissa. Él se sentaba en su sillón, ponía la consola que tenía y ahí estaba yo a su lado”.
Quesada nació el 12 de mayo de 1966 y, pese a crecer tan cerca de la Cueva, no fue hasta los 10 años que entró por primera vez al estadio. El técnico no se explica por qué de niño sufría o se alegraba tanto por la S si antes de 1976 no había visto un juego del Monstruo.
“Pese a vivir a 600 metros del estadio, nunca lo había visto jugar. Creo que el primer partido que vi en el estadio fue en 1976, justo un 15 de septiembre contra Barrio México, y fue porque dieron entrada gratis. Así pude entrar por primera vez y dos años después vine a hacer una prueba al anexo del Ricardo Saprissa, donde entrenábamos y jugábamos en divisiones menores”.
Como futbolista, Vladimir solo defendió la camiseta de los tibaseños. Su carrera se extendió desde 1985 hasta el 2000, periodo en el que ganó seis títulos nacionales.
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Como técnico acumula tres cetros con Saprissa. Además, fue el responsable de los últimos dos campeonatos del equipo y ahora está en otra final. Quesada tiene la oportunidad de conquistar un tetracampeonato con la S si supera a Alajuelense en la final que se inicia este miércoles. Asegura que se siente realizado.
“Cómo no voy a darle gracias a Dios por esta experiencia y por la bendición de haber representado en el terreno de juego al equipo en el que nací y me formé. Más aún ahora, de estar en este rol y vivir una nueva final. Aunque no soy muy eufórico, vivo todo intensamente en mi interior”.