Ella es Andrea Salas, quien decidió, hace 15 años, como ella misma lo cataloga, ‘dar un salto de fe’. En aquel momento, el portero del Saprissa, Keylor Navas, anunció que emprendía su camino hacia el fútbol internacional, pero lo hizo por una puerta que no garantizaba prácticamente nada... Sin embargo, cuando tomó la decisión, no lo hizo solo. Salas también dijo: “Donde vaya él, ahí iré yo”.
Andrea le dijo a Keylor: “No es su aventura, es nuestra aventura”. Y empezaron a consolidar una familia que comenzó con cuatro integrantes: ellos dos, su hija Daniela, y a quien ellos, como familia y matrimonio, consideran lo más importante: Dios. Al tiempo se integraron dos pequeños que alegran el ambiente: Mateo (10 años) y Thiago (5).
Entrevista Exclusiva a Keylor Navas en Argentina
“Cuando dejamos Costa Rica rumbo a Albacete, teníamos sueños, pero nunca imaginamos hasta dónde nos llevaría este camino. Fue un salto de fe, con incertidumbre, sacrificios y muchas pruebas, pero siempre con la confianza en Dios de que todo tenía un propósito”, recordó Salas en entrevista con La Nación, en Rosario, Argentina.
Momentos difíciles han afrontado como toda familia, y ella es consciente de que en el hogar son un equipo, pero también en la vida profesional de Keylor, donde hay que cuidar todos los detalles que, para cualquier otra persona, son normales, pero para ellos pueden ser determinantes en el rendimiento del deportista.

Andrea, con tres lustros como apoyo incondicional del deportista más exitoso de Costa Rica, profundizó que, en ocasiones, no se entiende que detrás del jugador que sale a la cancha hay un papá, un esposo, una persona normal como cualquier otra... Con sus alegrías, tristezas y problemas...
“Detrás de cada logro hay años de esfuerzo, noches sin dormir y momentos donde la fe y la fortaleza son puestas a prueba. Lo difícil no es solo estar en los momentos de éxito, sino en los de incertidumbre, presión y sacrificio”, analizó.
“Ser su apoyo significa ser un pilar cuando las cosas no salen como se esperaban, cuando las críticas llegan, o cuando el cansancio pesa, cuando la salud no está bien”, acotó.
Salas expresó que también se siente privilegiada, porque en muchas ocasiones, en ella está el equilibrio y el desahogo en momentos complejos que, como toda familia, la de Keylor Navas también pasa.
“Porque no solo se trata de acompañarlo en su carrera, sino en la vida, recordándole siempre que su valor no está en lo que hace en la cancha, sino en la persona que es. En esos momentos, el apoyo no solo se trata de palabras de aliento, sino de acciones, de sostener cuando se quiere caer, de recordar el propósito y la razón por la que comenzó todo”, valoró.
Como líder, junto a Keylor, de la casa, Andrea tiene reglas que no se pueden incumplir, las cuales no son negociables y son las bases de los Navas-Salas, quienes han tenido una vida de mucho corre-corre, por la carrera del Halcón.
Ellos comenzaron la historia juntos en Costa Rica, luego pasaron a Albacete, siguieron hacia Valencia, llegaron a Madrid, vivieron en París, en Nottingham, regresaron a Costa Rica por seis meses, y ahora disfrutan de Rosario, Argentina.
La presencia de Dios para Salas y Navas es trascendental.
“Nuestros valores son:
- El amor por Dios. La fe es el pilar de nuestra familia. Creemos que sin Dios, nada es posible.
- La humildad, porque nunca debemos olvidar de dónde venimos.
- El respeto, tanto dentro como fuera del hogar, porque es la base de cualquier relación.
- La empatía con los demás. Y, por supuesto, el amor y la unidad, porque la familia es lo más importante y, sin ella, cualquier éxito pierde su sentido”.
En su hogar asegura que hay un ambiente de paz y tranquilidad. Nada les roba la paz.
“Hoy, mirando atrás, podemos decir que lo vivido ha superado cualquier sueño que hubiéramos tenido. Pero lo más valioso no son los trofeos o los logros, sino las lecciones aprendidas, el crecimiento como familia y la certeza de que cada paso ha valido la pena”, evaluó.
En el lugar más seguro, donde se ha reído, pero también se ha llorado, Andrea contó la acción que no pueden dejar de hacer tanto en solitario como en familia. Ella, por ejemplo, lo hace como esposa, madre y mujer.
“La oración no tiene un número, es un estilo de vida. Oramos en la mañana, antes de cada comida, en la noche, antes de cada partido, en los momentos difíciles y en los de alegría. Oramos para agradecer, para pedir fuerzas y para recordar que todo lo que tenemos es un regalo de Dios. La oración es nuestra conexión con Dios, porque es Él quien nos ha sostenido en cada paso de nuestras vidas. Entonces, muchísimas veces lo hacemos”, finalizó.