Rosario, Argentina. Todos salieron al campo juntos, unidos, como una familia. Desde el entrenador Mariano Soso, el capitán Ever Banega, hasta el referente Keylor Navas. El plantel de Newell’s buscó la forma de hacerle frente a una tradición, en un momento complicado por la actualidad del equipo. El ‘Banderazo’ era una prueba de fuego para el planeta Leproso.
Una afición ardiente, tensa y enojada esperaba en el campo a una plantilla que venía de una dolorosa derrota, 24 horas antes, ante Defensa y Justicia. Con miras al clásico rosarino (duelo frente a Rosario Central, domingo 2 p. m.), la dirigencia de Newell’s decidió mantener la tradición, sobre todo porque era esencial levantar la moral del equipo.
Newell’s viene de solo sumar una victoria en cinco duelos y solo ha marcado una diana en el campeonato argentino.
Para Keylor Navas, el arquero de las tres Ligas de Campeones de Europa, y quien ha tenido en sus espaldas a los ultras del Real Madrid y el PSG, la experiencia también fue totalmente nueva. Pero lo que más llamó la atención fue lo que hizo cuando poca gente lo vio.
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El oriundo de Pérez Zeledón, con el banderazo ya en desarrollo, se separó del grupo y, en solitario, caminó hasta el marco norte del reducto. Ahí, sin que mucha gente le prestara atención, el guardavallas extendió sus manos y empezó a orar.
Luego de unos minutos, miró al cielo, colocó sus manos a su costado con las palmas hacia arriba y continuó caminando hacia el centro del terreno de juego. Cuando alcanzó a sus compañeros, se persignó y aplaudió.
Aislado, segundos antes, Keylor recurrió a su zona segura, donde siempre encuentra respuesta: Dios.
No fue que el guardavallas no disfrutó del banderazo, porque fue de los primeros en cantar, bailar y sacar su teléfono para grabar el espectáculo, pero también sacó el momento para esa comunicación especial.
Al Halcón se le vio saltar, también saludar a la barra, y fue aplaudido y reconocido; pero él también notó la presión que hay de cara al vital cotejo.
De entrada, los jugadores salieron con actitud de no entrar en disputa con sus aficionados. De hecho, aplaudieron a la gente que llegó al Coloso Marcelo Bielsa, pero cuando se dio el primer silencio, la lluvia de silbidos cayó al césped. Inmediatamente se activaron las canciones de aliento.
Los más jóvenes no dejaron de cantar y alentar como si fueran aficionados en el césped. El momento pasó a ser tan especial y dejó atrás el mal trago del día anterior que hasta el entrenador, Mariano Soso, brincó y cantó.
Soso, pese a las circunstancias, siente los colores rojinegros como pocos, debido a su pasado: él nació como futbolista en la Escuela Malvinas Argentinas, luego pasó por el centro de alto rendimiento de Bellavista y llegó hasta el primer equipo de Newell’s. Su sentimiento no es cuestionable.
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Al final, los jugadores se retiraron luego de hacer una especie de vuelta olímpica por el campo, liberaron presión y volvieron a congeniar con una afición que había quedado golpeada. Keylor, por su parte, se aisló en oración, a sabiendas de lo trascendental de lo que viene... Independientemente del resultado, Keylor ya está jugando el clásico de Rosario.
La ciudad entra en las 48 horas claves y más tensas del año, la previa del juego más pasional de toda Argentina... Lo dicen los aficionados de Boca, los de River y los propios de Newell’s y Central. En la Lepra, la esperanza está en conseguir levantarse en el partido que es “imposible” perder.
Esta cobertura es posible gracias a la Agencia de Viajes Gurú.