Madrid. EFE. El holandés Guus Hiddink, entrenador de la selección australiana, volvió a demostrar su "matrimonio perfecto" con el éxito al clasificar a los socceroos para el Mundial de Alemania 2006, algo que no sucedía desde 1974.
Hiddink estuvo a punto de alcanzar la gloria en Francia 98, cuando Holanda perdió en la tanda de penales contra Brasil en semifinales. Ahora, otra tanda de penales le permite romper la maldición de 32 años que pesaba sobre Australia.
En el Mundial de Corea y Japón en 2002 y al frente de la selección surcoreana, el técnico holandés no solo alcanzó el éxito y el reconocimiento por llevar a la selección asiática hasta el cuarto puesto, sino que allá lo siguen considerando un semidiós.
Errante. La condición de holandés errante de Hiddink parece perfectamente fundamentada, ya que en Corea le pusieron sobre la mesa un cheque en blanco y, pese a todo, prefirió no continuar en un país en el que era objeto de veneración.
La popularidad del técnico llegó a tal punto que el Gobierno de ese país pensó en cambiar las leyes por si deseaba adquirir la nacionalidad coreana.
Ahora, el fenómeno Hiddink ha vuelto a florecer en Australia: lo suyo ha sido llegar y besar el santo.
De un sistema táctico rígido, sin variantes y, en algunos casos, con jugadores fuera de puesto que daban como resultado una defensa frágil, un medio campo poco funcional y un ataque solitario y aislado, se ha pasado a un equipo con un aire optimista y con una disciplina táctica que se ajusta al desarrollo de cada partido, sabiendo cada futbolista cuál es su función.
Australia vuelve a la máxima categoría del futbol mundial y lo hace de la mano de un Hiddink al que muchos criticaron cuando hace poco más de cuatro meses se hizo cargo de una selección a la que nadie apostaba.