El primer paso para la instauración de lo que hoy se conoce como Juegos Deportivos Centroamericanos se dio hace 40 años, cuando se fundó la Organización Deportiva Centroamericana (Ordeca). Este organismo vio la luz el 15 de julio de 1972, en Ciudad de Guatemala, Guatemala, con la participación de los comités olímpicos de cinco países del Istmo.
Dichas entidades provenían de Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Honduras y Panamá. Posteriormente se integraron los comités de Nicaragua y Belice.
Reconocida desde un inicio por el Comité Olímpico Internacional (COI), la Ordeca se dio a la tarea de formular de entrada su declaración de principios y reglamentos. De esta forma se sentaron las bases para establecer “una organización sin fines de lucro, apolítica, no sectaria, ni racista”, que no permite en su seno “ninguna discriminación por aspectos ideológicos, políticos y económicos, así como de lengua, raza y sexo”, según sus reglamentos.
El objetivo de los delegados era la creación de las justas centroamericanas, con el fin de impulsar el deporte y promover la filosofía del Movimiento Olímpico entre toda la área, por medio de sus miembros.
En un principio, las competencias se realizan cada cuatro años, en ciudades centroamericanas escogidas por la Ordeca.
También se fijó el español y el inglés como sus idiomas oficiales y el emblema de la Ordeca, que consiste desde entonces en los cinco anillos olímpicos, con sus colores azul, amarillo, negro, verde y rojo. Se colocan sobre el mapa del Istmo, trazado sin límites fronterizos, con fondo gris suave y las banderas de los países.
Primera edición. La Ordeca, por fin, pudo propiciar el comienzo oficial de los primeros Juegos Centroamericanos hace casi cuatro décadas, el 24 de noviembre de 1973, en la capital chapina.
Casi 1.000 atletas se reunieron en la Villa Olímpica de la ciudad y “juraron competir por la gloria del deporte y el honor de sus países”.
La delegación tica fue la única que no iba debidamente uniformada. “Los deportistas desfilaron como mejor les vino en gana. Una policromía en los uniformes. Faltó tiempo y dinero para presentar dignamente a los atletas nacionales”, escribió La Nación en esa fecha.
Entre salvas de artillería y miles de globos de colores soltados al viento, el héroe del atletismo guatemalteco, Doroteo Mateo Flores –campeón de la maratón de Boston en 1952–, encendió la antorcha simbólica de la amistad deportiva de los centroamericanos; lo hizo en lo más alto del Estadio Nacional que lleva su nombre.
Durante nueve días, el valioso contingente deportivo de atletas consagrados y promesas de seis naciones del área se disputaron los laureles en 16 disciplinas.
Panamá ganó aquella primera edición de los Juegos del área, con 136 medallas: 67 de oro, 37 de plata y 32 de bronce. Desde entonces, Centroamérica fue testigo de otros ocho juegos, que no se realizaron en forma continua. Las justas de 1981 fueron canceladas por la inestable situación política que había en la región.
En síntesis, Panamá se impuso en las citas de 1973 y 1977; Guatemala en las de 1985, 1990, el 2001 y el 2006; y El Salvador en las de 1994, 1997 y el 2010.