Keylor Navas es bien cabezón, pero no por querer mantenerse en el Real Madrid. No por luchar contra un presidente como Florentino Pérez, que simplemente busca al arquero, volante, defensor o técnico de moda.
Tampoco por plantarse con profesionalismo en su deseo de pelear por jugar, pese a que ya le comunicaron que sería el suplente. Mucho menos por querer seguir triunfando, aunque cualquiera diría que su hambre de trofeos está saciada, después de tres Ligas de Campeones, una Liga española, Mundiales de Clubes y Supercopas de Europa. Hasta premios individuales.
Navas no es cabezón por centrarse en su futuro profesional y dejar de lado por unos días la Selección Nacional (aunque este es otro tema para discutir por aparte).
Keylor Navas es cabezón en determinación. El arquero del Real Madrid es terco en mentalidad, fuerte y difícil de doblegar. Refugiado siempre en su inquebrantable fe encuentra consuelo pese a que el ánimo no sea el mejor. Navas siempre se levanta.
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Digo “siempre” porque así lo dice su historia: no se lo trajo abajo ver a su papá partir a Estados Unidos cuando él tenía escasos 10 años y quedaba a la deriva con su sueño deportivo (porque su padre era quien lo impulsaba a jugar), tampoco cayó cuando Saprissa le cerró las puertas a una salida al balompié internacional, mucho menos se echó a morir aquel 31 de agosto de 2015 cuando el temido fax frenó de forma divina el intercambio con David de Gea.
Para él vino un periodo de calma, gracias a ganar tres Champions League seguidas y disfrutar de ser monarca de España. Cerró este periodo con un galardón inigualable: Mejor Arquero de la Liga de Campeones de Europa 2017 - 2018; este reconocimiento lo puso en el primer orden deportivo y fue la recompensa al trabajo, al silencio de palabra con escandalosas actuaciones en el campo.
El Halcón se plantó, cuando el Madrid decidió firmar a Thibaut Courtois, y dijo: ‘Vamos a competir’. Así con rendimiento en las prácticas y en el campo logró que Julen Lopetegui lo mantuviera en un sistema de rotación con el Guante de Oro de Rusia 2018.
Keylor empezó a notar la presión de tener al belga cuando Santiago Solari asumió el banquillo; porque se acabó la rotación. De una u otra forma se filtró información que luego el propio tico desmintió: ‘Que no entrenaba bien...’ El nacional se conservó firme, calmado y en los entrenamientos esperó su revancha que no tardó en llegar.
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Con Zinedine Zidane de regreso recobró minutos, ganó confianza y terminó con más protagonismo que Courtois. A sabiendas de que venía un mercado de piernas complicado, rudo, desgastante, decidió tomar sus vacaciones y estar atento a los movimientos. Interesados sí salieron, al punto que uno en especial lo quiso, lo tentó, lo llamó, pero ofrecía una serie de condiciones diferentes a las pretendidas por el dueño de la ficha, el Real Madrid.
Pero se notó que Navas era bien cabezón en esta última pretemporada. El costarricense sabía de antemano que si se quedaba en el Real iría al banco; aún así, al no darse las condiciones de mercado que quería, tomó la opción y se mentalizó: ‘Voy a luchar’. Keylor Navas respiró, se mató y demostró que su mentalidad es enorme, es cabezona, para con sus actuaciones en el campo poner a todos a dudar sobre quién debe ser el estelar.
Keylor es cabezón, ojalá cada persona tuviera un poco de esa cabezonada en su forma de vivir su vida y su carrera.