A su regreso a Costa Rica, después de estar 40 días lejos de su hogar, la costarricense Ligia Madrigal no tenía claro si intentaría nuevamente ascender a la cima del Monte Everest y alcanzar los 8.849 metros sobre el nivel del mar (msnm), después de haber desistido en el intento a mediados de mayo del año pasado.
Durante su expedición, en aquella pequeña tienda en lo alto de la montaña, acompañada por el frío y el viento, la madre y atleta no se imaginaba intentándolo de nuevo, dadas las dificultades que aquel inhóspito lugar le había mostrado.
No obstante, al retornar a casa, su esposo, Federico Escalante, con un pequeño comentario la convenció de intentarlo por segunda vez y dejar atrás las dudas y temores que le había planteado la montaña más alta de la tierra, donde fue exigida al máximo y supo lo que es estar cerca de la muerte.
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“Conversando con mi familia y contándoles la historia que me sucedió, mi esposo me dijo: “Con esos conocimientos que tienes ahora, además de que te sentiste bien y sabes cómo es el teje y maneje en la montaña, sería un desperdicio no intentarlo de nuevo, especialmente porque el BAC (patrocinador) ofrece seguir apoyándonos hasta el final”, comentó Madrigal.
Durante dos días, la idea de su pareja rondó la cabeza de Ligia, hasta convencerse a sí misma de que era una gran oportunidad para completar el ascenso y convertirse en la primera mujer costarricense en lograrlo.
“Luego de reflexionar y contar con el apoyo de mi esposo, le dije que estaba dispuesta a volver, aún más con los conocimientos que había adquirido. Ahora sé qué aspectos debo reforzar y me gustaría regresar de esa manera. La idea es hacerlo nuevamente en mayo de 2024. Esa es la decisión que tomamos. Queremos intentarlo de nuevo”, admitió Madrigal a La Nación justo hace un año.
Afinar la logística
La diseñadora gráfica y deportista de toda la vida tenía claro que debía mejorar algunos aspectos para intentarlo. Desde entonces, empezó a afinar esos detalles con su esposo Federico Escalante con el fin de llegar mejor preparada.
La preparación física había sido la adecuada. “Llegué muy fuerte y mi cuerpo se adaptó a la altura”. Madrigal consideró que quizás debía entrenar más el tren superior para fortalecer los brazos y la espalda, pues hay mucho uso de las cuerdas al escalar, tanto para subir como para bajar.
También se dio cuenta de que tener un buen sherpa es la clave de todo: “Se necesita que esté comprometido. Está claro que la persona que me acompañó (en 2023) no estaba en su mejor condición”.
La montañista costarricense recordó que no pudo lograr el ascenso en la primera expedición debido a problemas logísticos. Recordó que su sherpa, llamado Pemba, no se sentía bien físicamente y tenía algunos problemas de salud que impidieron que la organización le permitiera alcanzar la cima, a pesar de llegar hasta el Campo 4 (8.046 msnm).
“Desde que salimos del Campo 3 (7.100 msnm) hacia el Campo 4 (8049 msnm), Pemba comenzó a mostrar signos de malestar. Me dijo que su máscara de oxígeno no funcionaba correctamente y que le costaba respirar. Obviamente, no quería que se sintiera mal, pero sabía que algo no iba bien”, comentó Madrigal.
En el Campo 4, a Ligia se le informó que no podía ascender a la cima, a pesar de sentirse preparada. La escasez de tanques de oxígeno, debido al lento ascenso por la alta demanda de los montañistas que intentaban subir y aquellos que descendían en malas condiciones fue otro factor que contribuyó a que no lograra alcanzar la cumbre en su primer intento.
Ligia no quiso perder tiempo. Mucho menos la esperanza.