El cura Carlos Enrique Solís Soto es el párroco de San Rafael Arcángel de Zarcero (Alajuela) y este miércoles vio el debut mundialista de la Selección Nacional luciendo una camiseta con las firmas de Keylor Navas y Bryan Ruiz, prenda que le obsequió Luis Gabelo Conejo, el histórico portero tico de Italia 90.
A sus 57 años, la presencia del fútbol es poderosa en su vida. De niño practicaba ese deporte y de joven siempre ocupó el extremo izquierdo en los equipos que integró, incluido uno durante su etapa en el Seminario. Ya sacerdote, dijo, “me gustaba irme a mejenguear”.
Sentado frente al televisor en la casa cural, observó la goleada de 7 a 0 que España le propinó a los ticos sosteniéndose la cara con el puño derecho y un pesado gesto de seriedad. Durante el tiempo de juego, nunca invocó a Dios o a la Virgen del Perpetuo Socorro, pero de sus labios sí brotaron dos o tres maldiciones.
Pasada la “tarreada”, como lo describió, también tuvo un mensaje de ánimo para sí mismo y para todos los demás.
“Lo importante en la vida es saber levantarse luego de grandes caídas. Sé que el escenario no es sencillo pero, como dijo el papa Francisco en otro contexto, no nos dejemos robar la esperanza”, enfatizó.
Contó el padre que lo marcaron el Mundial de Argentina 78, cuando él y sus compañeros salían de las clases a una soda a ver las transmisiones y ‘la mano de Dios’ de Diego Armando Maradona, en México 1986, pero sus recuerdos más queridos gravitan hacia Italia 90 y llegar a cuartos de final en Brasil 2014.
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En cuanto a fútbol nacional, por herencia de sus padres, “bendito sea Dios que somos liguistas, aunque hace tiempo no llegamos al primer lugar”.
Oración y sándwiches
Entre el televisor y el sacerdote, se alzaba una mesita donde había galletas soda y atún revuelto con mayonesa para untarlas y un plato con sándwiches de pan blanco y jamón; también había vasos con Coca Cola. Tan metido estaba en el partido que optó por mordisquear la comida solo hasta cuando el marcador iba 4 a 0.
“Tengo la dicha y bendición de Dios de tener cercanía con personas a quienes admiro mucho como seres humanos, cristianos y jugadores, como son Álvaro Mesén, exportero de Liga Deportiva Alajuelense, Óscar Ramírez y Luis Gabelo Conejo, a quien conocí cuando estuve en la parroquia de San Ramón”, relató.
En el partido de repechaje de Costa Rica contra Nueva Zelanda del 14 de junio, los jugadores, allá en Qatar, tenían una camiseta con la leyenda lo logramos juntos hasta el último minuto. Gabelo Conejo le regaló una al Padre Carlos Enrique con las firmas de otros grandes nombres del fútbol costarricense. Él guardó por meses el obsequio, que estrenó este miércoles.
Antes de ponerse la prenda y plantarse frente al televisor y los bocadillos, había iniciado su jornada orando como acostumbra hacerlo, pero hoy su ruego fue en nombre del partido que, eso sí, puso en manos de Dios. Mientras, él, por su parte, seguirá poniéndose su camiseta roja con la misma pasión.
“Seguirá puesta para los otros dos partidos de nuestra Selección. Desde la perspectiva de un aficionado más, es un resultado inesperado y nos dieron una tarreada. Pero tampoco podemos bajar los brazos”, lanzó.
Abrazo de consuelo
Humanamente hablando, opinó, el resultado nos achicopala y bajonea por el doloroso marcador. Sin embargo, el religioso con 33 años sirviendo a Dios y a fieles atribulados por diversas razones, también sabe cuándo interpretar su papel de guía espiritual; en particular durante una jornada en que él y el resto de aficionados sufrieron siete abolladuras en su orgullo patrio.
Como ticos, comentó, el resultado no es para enojarse, aunque duela. Él mismo no parecía entristecido o decepcionado cuando finalizó la tragedia deportiva y se rió de buena gana de los memes que le mandaron.
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Ahora es cuando hay que hacerle barra a la consigna de lo logramos juntos hasta el último minuto, insistió.
Por difíciles que se perfilen los próximos dos juegos, para el sacerdote es el momento de recomponer el estado de ánimo y recuperar el buen humor en quienes lo perdieron; invitó a los costarricenses a abrazarse para darse consuelo y a enviarle “otro abrazo grande a los jugadores y sus familias”.
Habituado a pronunciar sermones, también recordó que en la vida hay momentos para ganar y otros para perder, pero nunca para dejarse vencer. La goleada es de todas maneras una lección de vida útil y un recordatorio a mantener los puños arriba y no perder la esperanza.
Aficionado realista, tiene claro que las opciones de la Selección Nacional son limitadas, pero igual cierra filas con los jugadores. “Siguen siendo nuestros muchachos costarricenses y nuestra Selección Nacional también cuando pierden”.