"Si me llevás, yo voy". Esa fue la respuesta de aquel chiquillo de diez años, un `fiebre' del futbol, cuando su amigo, Jorge Bolaños, le propuso ir a probar suerte a su equipo. La cita se cumpliría un 29 de junio de 1940, en San Pedro de Montes de Oca.
Catato, en corto (ficha técnica)
Ese niño era Mario Cordero Brenes y en una cancha cerca de la línea del tren (donde hoy se encuentra la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica) vistió por primera vez la camiseta de Saprissa. Se ubicó a la izquierda de la zaga, aunque años después se corrió al centro.
Catato Cordero -el mote lo traía desde sus primeras patadas en Plaza González Víquez- había nacido, para siempre, en el futbol de Costa Rica. "Beto Fernández (el fundador del Saprissa) me vio y de una vez me dijo: `quedás inscrito' y así empecé".
Una brillante carrera futbolística esperaba a ese chiquillo: 24 años después dejó las tiendas moradas como su capitán, con cinco títulos nacionales, 41 juegos clase A en la Selección, una gira al mundo con Saprissa, una breve incursión en el extranjero y una "marca de fábrica" en el puesto de zaguero central que lo distinguió como defensa elegante, impasable y certero en la "bola muerta".
"Dios me dio dos facultades: saltaba muy bien, a pesar de que no tenía mucha estatura, y contaba con buena anticipación sin tener mucha velocidad. Le pegaba bien a la pelota, lo que me permitió conseguir muchos goles de penal y tiro libre", contó el jueves anterior Cordero, a quien también se le conoció como El doctor o Piernas de Oro.
Por su trayectoria y calidad es uno de los inmortales del futbol: desde 1977 es miembro de la Galería Nacional del Deporte.
Catato también le dio al club morado cuatro cetros como entrenador. En 1970 abrió un paréntesis y regresó en 1980, pero no pudo salvar una pésima temporada de los morados, que fueron eliminados de la pentagonal.
"Yo estaba con el equipo en pretemporada cuando llegaron y un día me avisaron que el nuevo entrenador era Wálter Elizondo. Ahí fue cuando dije: `Hasta aquí' y me retiré del futbol".
Palabra de Catato
Pero él sigue con la sangre saprissista. A pesar de todo ("uno recibe patadas y sabe por qué las aguanta"). Los años transcurridos no hacen mella en su sentimiento morado: "Soy saprissista, si no ¿qué voy a ser?"
"Lo grande de Saprissa es que siempre fue protagonista, que cuando llegó a Primera ya tenía una afición hecha que nos iba a ver a La Sabana. Es el único equipo con una mascota que de verdad le cae al pelo".
Su sobriedad y elegancia eran sellos indelebles en su estilo de juego. Era su forma de entender este deporte. "El Señor me dio armas para ser fino, una de las virtudes que yo tenía es que siempre serví la bola para que mis compañeros siguieran jugando, era un pasador. Antes que nada, un defensa es un futbolista".
El pasado se contrasta -es inevitable- con el presente. "Este carajillo (Víctor) Cordero juega muy bien, pone al equipo a jugar y hace el futbol simple, como debe ser".
"Otto Pedro Bumbell (entrenador brasileño que le dio a Saprissa el primer título de su historia) nos decía que la bola tenía que pasar la mayor parte del tiempo pegada al piso. Él revolucionó a Saprissa con su sistema táctico y al año siguiente todos nos imitaron, eso produjo que el futbol se levantara".
Poco a poco, los viejos recuerdos se vuelven historias nuevas. "Yo no creo que el futbol de ayer era más libre que el de hoy, pero uno llevaba algo por dentro que lo impulsaba a dar espectáculo. Hoy se piensa más en los puntos que en otra cosa. Antes se decía: Vamos a ganar porque vamos a ganar. Yo nunca oí decir que se tenía que defender un partido o un marcador".
Ese número 3
Miembro del equipo saprissista que llegó a Primera en 1949, fue un referente morado durante todos los años que militó en el cuadro morado. Capitán sempiterno ("tenía suerte, era amigo de hacer amigos"), durante años, una alineación del Deportivo Saprissa no se entendía sin su presencia.
Tanto que cuando se fue al Marte de México (mayo de 1951), Enrique Weisleder lo llamó para que regresara al equipo morado.
"Don Enrique me dijo que me pagaban como fuera. Me escribía para que volviera y a raíz de la inseguridad tomé la decisión de volver. El Saprissa me consiguió un trabajo y me pagó la diferencia de lo que yo ganaba allá. Jugué afuera diez meses, no fue ni bueno ni malo: caí en un equipo pobre que siempre andaba en carreras".
Ese número `3' lo llevó en la espalda, enfundado en la camiseta tricolor. Y, para variar, era el capitán.
Fue miembro de la selección que ganó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos de Buenos Aires, en 1951 (única en esta disciplina en un certamen de esa clase).
Jugó con los Chaparritos de Oro, una de las mejores formaciones ticas de todos los tiempos, que sorprendió con su futbol en el Panamericano de 1956, celebrado en México. En ese torneo anotó un golazo de 70 metros contra Brasil, el único de la derrota tica (7 a 1).
Ganó tres torneos Centroamericanos y del Caribe y un Norceca, fue convocado en 22 ocasiones y participó en 41 juegos de clase A. Un Mundial quedó en la columna del `debe' de su vida futbolística.
"Claro que me hubiera gustado asistir, pero no me siento frustrado por no haber ido. Antes era como ahora: no se le tomaba en serio. Si vamos, vamos; si no vamos, no vamos. Ese era el pensamiento de los dirigentes. Además, antes era un solo cupo y México siempre nos eliminaba".
Sin embargo, en 1959, le dio la vuelta al mundo con Saprissa. "Fue una hazaña, era algo inconcebible que un equipo de Costa Rica hiciera una proeza como esa. Es lo que más recuerdo de mi época de jugador".
Cuatro campeonatos como entrenador de los morados cierran el círculo del éxito en la casa de la `S'. Y es esa fase la que encierra su mayor frustración. "Cuando perdimos la final de 1966 contra Alajuelense, solo quedaban 30 segundos y nos anotaron el gol del empate y se nos fue el título". La nostalgia por lo que pudo ser, a 33 años de distancia, se mantiene.
Hoy sigue como aficionado al futbol y disfruta, desde hace tres años, de su pensión. Hizo poco dinero con el futbol: "A mí me dicen que nací 40 años antes. Éramos personas normales que debíamos trabajar para vivir. Aproveché lo poco que gané y el reflejo de lo que fui me ayudó para conseguir muchas cosas".
Quien juegue con el `3' en la espalda, en Saprissa o en la Selección, llevará la herencia de alguien que marcó ese puesto con el signo de la elegancia y la calidad, de quien definió la zaga central con la firma del campeón.