París. Pocos se juegan tanto como José Luis Félix Chilavert en el Mundial.
Ungido como el mejor guardameta del mundo por la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Futbol, con sede en Alemania, Chila es muy resistido en todo el planeta y vino a la Copa a saldar la deuda de crédito.
El guaraní es la antítesis del portero ortodoxo. Patea penales, cobra tiros libres, pone pases gol desde su arco... Y estos dotes, que deberían tenerlo sentado en el trono de los cancerberos, no alcanzan para minar los anticuerpos que genera su explosiva personalidad.
Y es que José Luis no lo piensa dos veces para darse de piñazos con cualquiera.
Su última víctima fue el periodista paraguayo Gabriel Cazzenave, del rotativo ABC, con quien tuvo un altercado en Montpellier, que le valió la condena unánime.
El portero se defendió con el argumento de que su privacidad es sagrada, pero igual sumó a su legión de detractores a toda la prensa del país.
Pero si su virulenta personalidad es censurable, su credencial de arquero permanece incólume.
Chilavert forjó su aura ganadora en el exigente balompié argentino, bajo los palos del Vélez Sarsfield. A punta de achiques salvadores, reflejos felinos, saques de puerta que dejaban a un compañero mano a mano con el portero rival, cobros de penal y goles de tiro libre, se proclamó número uno.
Héroe de marca
Con Vélez ganó todo: campeonatos locales y un rosario de copas que incluyó la Libertadores, la Intercontinental, la Supercopa y la Interamericana. Y en la Selección su aporte fue clave para que Paraguay volviera a la cita ecuménica del futbol.
El desafío que encara en el Mundial -que para Paraguay empieza hoy ante Bulgaria a las 6:30 a. m., hora tica- le viene como anillo al dedo.
Figura de valor contradictorio pues arrastra adhesiones incondicionales o desprecios absolutos, José Luis gusta de las grandes empresas como las que supone frenar en raya a delanteras del fuste de España, Nigeria y Bulgaria, rivales de Paraguay en el temible grupo D.
¿Se lo imaginan en un mano a mano con Raúl?, ¿o sacando con las uñas un ajustado tiro libre de ese francotirador excelso que es Hristo Stoichkov?
Estos duelos son inminentes y serán el filtro obligado al que deberá someterse para disipar las dudas de sus enemigos.
Pero, ¿es Chilavert el ogro que pintan?
Las dificultades lo acompañaron desde niño, cuando trocó los juguetes por las tareas del campo para sumar unas monedas al ingreso familiar.
Desde esa época, aprendió a pelearle a la adversidad. Así fue templando su espíritu para las grandes batallas que libraría luego en la cancha, donde gusta de atrapar su propia sombra en un vuelo que linda con lo mágico.
Pocos saben que calza apenas 38,5 y que ese pie pequeño, envuelto en un empeine prominente, son la fórmula secreta que activa los misiles de su pierna izquierda.
Chilavert no oculta sus pretensiones políticas. Sensible al drama de los niños abandonados, los desempleados e indigentes, acostumbra socorrer a diferentes grupos en secreto. "Porque la solución definitiva pasa por un proyecto más grande, que necesariamente tendrá que ser político", dice al respecto.
Tímido o irascible, héroe o villano, Chilavert sabe que la verdadera gloria es una virtud privada y discreta, que solo se adquiere plenamente en la soledad. Quizá, por ello, defiende con uñas y dientes su intimidad.