Con promedios de por vida de 14 puntos, 4,7 asistencias y 3,3 rebotes por juego, Andre Iguodala era considerado, indiscutiblemente, un jugador titular de la NBA y probablemente lo habría sido esta campaña en cualquiera de los 29 equipos de la liga que no se llaman Warriors de Golden State.
El sacar a Iguodala de la alineación estelar del equipo fue probablemente la negociación más sensible que ejecutó Steve Kerr en su llegada al club. Más que decirle a Stephen Curry, estrella y rostro de la franquicia, que esperaba más de él esta temporada o ganarse el cariño y respeto de un grupo de muchachos que veían una figura paternal en Mark Jackson, su predecesor en el puesto de entrenador en jefe.
El movimiento tampoco tenía todo el sentido del mundo. Harrison Barnes se mostró como promesa en los play-off cuando la necesidad se lo requirió en su año como novato, hace dos postemporadas, pero aún le faltaba mucha experiencia y crecimiento para pensar en quitarle el puesto de alero estelar a Iguodala, un campeón olímpico que venía de ser elegido al mejor quinteto defensivo de la NBA.
Y quizá ese fue el movimiento que llevó a los Warriors a convertirse en el mejor equipo de la temporada y eventual campeón. Si el veterano daba el máximo ejemplo de altruismo, ¿cómo no iban a responder los jóvenes?
No se trata solo de tener de emergentes a figuras como Iguodala y David Lee –otro jugador acostumbrado a ser titular en su carrera–, sino también saber utilizar su veteranía y facultades para equilibrar el ritmo de un conjunto que si bien fue el de más puntos y mejor diferencial en la campaña, también fue uno de los que más incurrió en pérdidas de balón (segundo en los play-off).
Ahí entró en juego Iguodala durante toda la temporada, ingresando para tener el balón, calmar a los jóvenes y sostener al equipo en esos escasos lapsos en los que los Splash Brothers perdían la puntería.
“Nadie nota que dentro del equipo estaba el MVP de la liga (Stephen Curry) ni que yo salí de reserva durante la temporada regular”, valoró Iguodala luego del partido del martes. “Cuando salimos al campo nuestra labor es la de hacer que el equipo sea mejor y eso es lo que ha sucedido durante toda la serie de las Finales”.
Lo hizo, como todo el equipo, con el convencimiento que implantó Kerr de que las cosas saldrían bien y el camino era el más adecuado para conseguir el primer anillo de campeonato para toda la planilla. También para borrar 40 años de frustraciones para la franquicia de los Warriors.
Peligros. La movida no transcurrió sin riesgos. Los números de Iguodala decrecieron a niveles incluso inferiores que su temporada como novato: 26,9 minutos, 7,8 puntos, tres asistencias y 3,3 rebotes por juego. Algo peligroso para un basquetbolista de 31 años a quien le restan solo dos de los cuatro años que pactó con Golden State y espera negociar pronto el último gran contrato de su carrera.
Tenía que haber un salto de fe de parte del jugador para comprender que si él se sacrificaba por el equipo, la organización se lo sabría agradecer. Tampoco es cualquier franquicia la que se puede dar el lujo de tener a dos de sus tres jugadores más caros (Iguodala ganó más de $12 millones este año y Lee más de $15 millones) en el banco de suplentes.
El otro miembro de los Warriors que supera los $10,6 millones de salario anual que devenga Curry es Andrew Bogut (casi $13 millones), quien gustosamente cedió su puesto en la titular durante la final ante los Cavaliers para que Iguodala cambiara el destino de la serie.
“Mi juego siempre ha sido el de hacer todas las cosas en el campo y creo que el mejor reflejo de esa realidad quedó demostrado en estas series”, destacó Iguodala. “En las Finales necesitaban que anotase más y eso fue lo que hice sin ningún problema”.
Ese movimiento, para el cuarto partido de la final después de que las épicas actuaciones de LeBron James habían puesto a ganar a Cleveland, ejemplifica todo lo que los Warriors son y los Cavaliers no. También, el porqué algunos analistas ya se aventuran a hablar de los “años dorados”.
Mientras James luchaba a muerte en la duela y David Blatt se las agenciaba con una rotación de siete jugadores por las lesiones de Anderson Varejao, Kevin Love y Kyrie Irving, Kerr gozaba de los partidos y se sabía con el material necesario para hacer ajustes y tomar el control del emparejamiento.
Iguodala tuvo su primer partido como titular de la temporada en las finales, ayudó con una anotación constante (22, 14 y 25 puntos en esos tres juegos) y sacó de ritmo a LeBron. No detuvo al Rey –pruebas recientes indican que eso es imposible– pero le hizo trabajar cada canasta y le quitó algo vital: la comodidad para asistir y potenciar a sus compañeros.
“Marcar a LeBron James es la misión más difícil que hay en el baloncesto y después de ver cómo nos había superado en los tres primeros partidos, decidimos que Andre (Iguodala) comenzase de titular porque había sido el que mejor hizo su labor cuando lo marcó” , destacó Kerr el martes del título. “Pero es que también nos ayudó en otras muchas facetas del juego”.
Así, dejando el orgullo de un lado, Iguodala disputó la primera serie por el campeonato de su carrera y se convirtió en el Jugador Más Valioso (MVP) de unas finales más extraño de todos, el primero que no fue titular ni en un solo partido de la temporada regular.
Se utilizaron declaraciones de EFE