Andrey Amador tiene varias razones para saber que este sábado es un día muy especial para él, pues cumplirá 34 años al tiempo que toma la partida en su primera vuelta grande defendiendo los colores de un Ineos que no llega a especular, sino a tratar de revalidar su corona con el colombiano Egan Bernal.
Es una temporada atípica, no solo por la pandemia, sino porque inició el año sin saber si debía continuar en Movistar, o si finalmente podría darse un nuevo aire y pasar al Ineos.
Cuando llegó el acuerdo y Amador quedó autorizado para ponerse el uniforme rojinegro del Ineos, pronto saltó a la carretera, en el Tour de Emiratos Árabes, una competencia que ni siquiera llegó a su final por la presencia de la covid-19 en la caravana.
Después de eso, vino el extenso receso de cinco meses. Hace pocas semanas se reanudó el calendario ciclístico profesional.
Amador acudió a la Ruta de Occitania y al Tour de l’Ain. En esas pruebas francesas se sintió bien y sembró la duda en su equipo, al punto de que aunque estaba en duda y que se hablaba de que la última plaza para la Grande Boucle se la disputaba con el cuatro veces campeón de la prueba, Chris Froome, llegaron las decisiones.
Amador al Tour y Froome a la Vuelta a España; mientras que a Richard Carapaz se le quitó el Giro de Italia para que fuera parte de esta nómina, en el puesto de Geraint Thomas.
Por lo general, el campeón del Tour se corona en julio; pero esta vez, si todo sale bien, será en setiembre cuando el monarca recoja su corona en París.
Todos llegan con pocos kilómetros en las piernas, con la duda de si afectará o si en realidad será bueno y que el ritmo se irá tomando semana a semana.
Una fecha inédita, una amenaza constante, una carrera sin referencias. Retrasado dos meses por la pandemia de coronavirus, el Tour de Francia suma interrogantes antes de su inicio el sábado en Niza (sur) con un trío de favoritos: el colombiano Egan Bernal, el esloveno Primoz Roglic y el local Thibaut Pinot.
Las mascarillas se imponen en la mayor carrera del mundo. En sentido propio entre el público, invitado a guardar cierta protección debido a la situación sanitaria, y en sentido figurado en el pelotón, por las numerosas dudas.
"Es un Tour diferente, en una situación completamente particular", dijo su director, Christian Prudhomme, quien desde abril y la decisión de aplazamiento multiplicó las reuniones "con las instancias deportivas y las autoridades del país".
El Tour, patrimonio de Francia, recibió la luz verde para su celebración al final del verano, la primera vez en su centenaria historia que se disputará tan tarde en el calendario. Y con estrictas condiciones de seguridad sanitaria frente a la amenaza del coronavirus.
Habrá que establecer una “carrera burbuja” que agrupe a un total de 22 equipos, cualquiera de los cuales podrá ser excluido si aparecen dos casos positivos por la covid-19 en el mismo grupo en siete días.
Atractivos y mascarillas. El Tour, el gran evento del año del que depende todo el equilibrio económico del ciclismo, apuesta fuerte. La organización multiplica los test (dos por cada corredor al acercarse la salida), las campañas de comunicación de gestos sanitarios y mantiene lo más lejos posible a terceros, espectadores o medios de comunicación.
“El público tendrá acceso al Tour de Francia pero habrá zonas con controles en las salidas y llegadas de las etapas”, anunció Prudhomme, quien destaca la consecuente bajada del número de personas presentes en la carrera y a su alrededor.
"Éramos casi 5.000, seremos un poco más de 3.000 acreditados", precisó el director del Tour, satisfecho de que la emisión de la carrera siga a la altura (190 países toman imágenes del Tour, 100 países emiten en directo), pese a que varias televisiones nacionales, incluida Francia, hayan optado por no enviar a sus comentaristas sobre el terreno.
¿Y qué hay del recorrido? Atractivo, según la opinión general. El itinerario, desde la primera etapa pensada para los esprínteres en el Paseo de los Ingleses hasta la llegada de la 21ª etapa el 20 de septiembre en los Campos Elíseos parisinos, lo tiene todo para triunfar.
El recorrido, trazado al este de una línea que conecta los Vosgos con el País Vasco, adopta un ritmo ultradinámico y promete ser el más montañoso de la historia reciente.
Con visitas a los cinco macizos montañosos del país y una llegada inédita, atípica, crucial, al Col de la Loze, por encima de Méribel (este de Francia), en la última semana, antes de la única contrarreloj en la Planche des Belles Filles el día previo al final del Tour.
La expectativa. El menú seduce a los escaladores, como el colombiano Egan Bernal, vigente campeón de la Grande Boucle con los colores del poderoso equipo Ineos.
Pero aunque se ha deshecho de la competencia interna representada por los otros dos exganadores de la prueba (Chris Froome, Geraint Thomas), Bernal deberá cuidarse del crecimiento del impresionante Jumbo, con Primoz Roglic como su jefe de filas.
¿Un duelo a dos? No del todo a la vista del número de potenciales candidatos y de que Bernal, por dolores en la espalda, y Roglic, que sufrió una caída, no terminaron el reciente Critérium del Dauphiné.
Thibaut Pinot, segundo en esa prueba, carga con las esperanzas nacionales de ganar el Tour 35 años después del último triunfo francés, obra de Bernard Hinault. Otros, como el ecuatoriano Richard Carapaz o el neerlandés Tom Dumoulin -ganadores ambos del Giro de Italia- pueden dar la vuelta a la jerarquía de sus equipos Ineos y Jumbo, respectivamente.
En este Tour que “no es como los demás” en un año que “no es como los demás”, ¿de verdad sería una sorpresa un ganador “no como los demás”?