“No, no me caí en ninguna montaña, corriendo o en bici… Aquí sigo luchando con este tumorcito de piel, me volvieron a masacrar mi carita, pero bueno, gracias a Dios buenas noticias, ahora si no quedó nada”. Así es como la atleta todo terreno Ligia Madrigal contó en su cuenta de Facebook lo que le pasó.
Ella decidió publicar ese mensaje acompañado de la fotografía respectiva de cómo tenía la herida en el rostro porque quiere crear un poco de consciencia en deportistas y en cualquier persona que por lo general se exponga al sol.
“Pongo esta foto no tan “linda” más bien feilla, para crear un poco de consciencia. Hay que usar mucho bloqueador, yo lo uso, y aún así estarse revisando periódicamente con un dermatólogo. El cáncer de piel es uno de los más agresivos y puede ser letal”, apuntó.
Posterior a eso, Ligia Madrigal conversó con La Nación y dijo que ella tiene toda una vida de competir y de hacer deporte, pues empezó a correr desde los cuatro años.
“Aunque mi papá es médico y toda la vida me acostumbró a ponerme bloqueador, yo lo usaba, pero pensaba que al ser morena tengo más resistencia y nunca me va a pasar eso del cáncer de piel, pero no fue así”.
Contó que su esposo, Federico Escalante, sí acude con frecuencia a consultas en dermatología por su tipo de piel y que ahí le dijeron que era bueno que ella se revisara porque estaba muy expuesta al sol.
“Yo la verdad tenía como un lunar y creía que era por la edad. Tengo 49 años, entonces cuántos años llevo en esto de competir. Fui, me revisó y en todo el cuerpo no tenía nada, a excepción de esa mancha en la cara, que me dijo que no le gustaba”, relató Ligia Madrigal.
Explicó que en la exploración, los especialistas revisan como con una especie de lupa.
“Lo que yo tenía era como morado, con un borde no definido. Me hicieron una biopsia y me dijeron que era maligno, pero que estaba comenzando gracias a Dios. Si eso se convierte en melanoma es muy agresivo y se propaga a otras partes del cuerpo”.
En su caso, le dijeron que tenían que sacarle ese tumor. Una vez que le efectuaron el procedimiento, la nueva biopsia arrojó que ya se había ido toda la parte mala.
“Ahora ya estoy limpia, pero tengo que seguirme revisando. Yo tengo unos lunares con los que nací, en la nariz y ese que tenía ahí yo pensé que era viejo, de esos que uno no nota, porque yo casi no me veo al espejo, no me maquillo, ni nada, entonces yo no había notado que ese era nuevo, que nunca lo había tenido. Me salió, estaba creciendo y resulta que no era un lunar, era un tumor”.
Para esa segunda vez que acudió para que le quitaran el tumor en la piel, sí se sentía asustada.
“Yo solo veía y escuchaba el bisturí, con un láser y olía como a carne quemada y me lo taparon. Cuando yo me quité el vendaje para lavarme la herida a los dos días casi me muero, porque era un hueco y tenía todo el pómulo inflamado, pero ya estoy muy bien”.
Indicó que quien estaba muy estresado con esa situación que ella atravesó, a pesar de que se lo detectaron a tiempo, fue su papá, porque él es médico y la hizo entrar en razón.
“Me decía que esto no era jugando. Que yo lo estaba tomando como que me quitaron un lunar y me comentaba que eso no es estético, que es muy serio y que de aquí en adelante me tengo que revisar cada seis meses por lo menos, para estar seguros de que no me vuelva a salir y que no tenga algo parecido en otro lado de la cara”.
Lo que le explicó el dermatólogo es que la persona es como una batería que va captando radiación con el paso de los años, poco a poco, dependiendo de cuánta exposición se tenga al sol y que cuando llega al 100%, empiezan a aparecer ese tipo de manchas y lunares.
“Yo sé que la foto se ve horrible, pero pensé que tenía que compartirla, porque yo jamás me imaginé esto. Yo soy sana, yo hago ejercicio, yo me cuido, me pongo bloqueador todo el tiempo y aún así se me pasó”.
Y agregó: “Por eso decidí compartirlo. Lo iba a tapar, pero es que en realidad para hacer consciencia tienen que ver el hueco, es algo en la cara. Yo tantos años que me cuidé en ciclismo y en todo lo que he hecho, que nunca me había raspado el rostro y ahora me cortaron un pedazo de cara por algo así, de salud”.
El doctor le advirtió que se tiene que cuidar la herida para que no se le haga una cicatriz fea y ha seguido las instrucciones al pie de la letra, aunque ya compitió de nuevo.
Acudió a ‘The Mule Trail Race’ (El Camino de Mulas), en el reto de 300 kilómetros, que completó con un tiempo de 24 horas y 30 minutos.
“Me puse bloqueador, ya la herida está bien sana, está el hueco pero seco y yo sano rápido. Llevaba alcohol, algodón y todo. Dos veces paré, me lo limpié y me ponía otra curita nueva. No lo tuve expuesto al sol y aguantó bien. Yo sabía que no iba a durar más de 25 horas y la mayoría de la carrera era de noche”.
Desde siempre ha sido muy competitiva y cuando estaba en la escuela lo que más le gustaba era la resistencia. Quizás sea por eso que sigue enamorada de la aventura y los desafíos exóticos.
“Yo tengo una vida estresante porque trabajo, soy mamá, todo el día estoy ocupada. Seguro la gente piensa que uno se dedica a correr y luego paso durmiendo todo el día, pero en realidad tengo muchas responsabilidades, trabajo y estrés”, manifestó.
A raíz de eso, cae en cuenta de que cuando se mete horas de horas a la montaña es como una terapia para ella.
“Entre más dure, es más tiempo que yo estoy desconectada, que no tengo que estar respondiendo mensajes, llamadas, que no tengo que estar pensando en nadie más que en mí. Entre más horas de eso, mejor, por eso me he ido haciendo adicta a las carreras más largas”.
Se define como una atleta más de resistencia y de experiencia, en las que tenga que poner a prueba la paciencia y el control mental.
“Eso es lo que me gusta y ahora sé que hay que estarse revisando. No es solo ponerse bloqueador, sino también revisarse periódicamente, porque vea, yo siempre me puse, siempre me pongo y aún así, pasé por esto, porque uno siempre está expuesto”, finalizó Ligia Madrigal.