En la mente de Felipe Nystrom hay tres fechas que nunca olvidará: el 28 de setiembre de 2012, cuando por última vez consumió drogas y alcohol; el 4 de octubre de ese mismo año, día en que se internó en un centro de rehabilitación; y el cumpleaños de su hijo (17 de junio).
Probablemente, ahora se suma otra a esa lista, la del domingo anterior, durante el Campeonato Nacional de Ciclismo de Ruta en categoría élite.
El 30 de junio Nystrom sorprendió a ciclistas, entrenadores y afición, cuando se impuso en el sprint final para dejarse el título.
Su grito al pasar la línea de meta tenía un significado importante: esa competencia era una deuda pendiente consigo mismo, porque muchas veces se preguntó qué habría pasado si no se hubiera hundido en el mundo de la drogadicción.
El oriundo de Santa Ana y actualmente residente en Oregon, Estados Unidos, hizo Juegos Nacionales con ese cantón josefino, pero su carrera deportiva acabó rápido.
Entre sus 18 y 19 años empezó a salir de fiesta cada fin de semana y después eso se convirtió en cosa de todos los días.
Asegura que se volvió un círculo vicioso y las calles terminaron siendo su hogar, perdiendo relaciones familiares y de amigos.
"Llegó un punto en el que no quería seguir viviendo, tuve varios intentos fallidos de no despertar al día siguiente. Estaba harto de estar en la calle, cansado... Con 29 años, en 2012, hice un trato conmigo mismo: si amanecía al día siguiente, iba a hacer algo", recuerda.
Pero su plan en realidad era no amanecer, por eso afirma que compró suficientes gramos de cocaína para provocarse una sobredosis y no despertar. Eso, junto con unas 15 cervezas.
Lo último que recuerda de esa madrugada en un cuarto de motel, fue que una persona que trabajaba ahí lo despertó pegándole cachetadas.
En ese momento lamentó no haber muerto; después fue diferente.
"Ahora veo que fue una dicha. Solo pensaba en mi hijo y querer estar con él".
Ese fue su primer objetivo, el más importante que lo hizo mantenerse durante seis meses en Costa Rica Recovery. Cuando salió, empezó a recuperar la relación con el menor, hoy de 13 años.
Fue un trabajo que le llevó mucho tiempo, sobre todo porque tras salir de la clínica, se fue a Estados Unidos, impulsado por un amor que nació cuando estaba en rehabilitación.
Sin embargo, la relación no duró mucho y ya instalado en Portland pensó en devolverse.
"No conocía a nadie, no tenía trabajo, tenía que buscar dónde vivir. Estaba decidido a regresar, pero la noche antes me llamó una de las empresas donde había enviado currículos y me ofrecieron un trabajo", relata Felipe, quien ya contaba con doble nacionalidad porque su mamá es estadounidense.
Esa oportunidad lo hizo cambiar la decisión y aún hoy continúa trabajando como intérprete para personas hispano hablantes en hospitales.
Durante varios meses tuvo tentaciones para recaer, pero ya pasaron siete años desde que decidió cambiar.
Ordenó su vida personal, financiera y faltaba algo por cumplir.
"Se me estaba haciendo difícil conocer gente. Una de las características de Portland es que hay mucho alcohol, las famosas cervezas artesanales... si la gente sale es a tomarse unos tragos. Cuando se dan cuenta que uno no toma es como raro. No entienden que soy alérgico al alcohol", dice entre risas.
Por eso en 2015 decidió que meterse en el deporte era una buena opción para relacionarse con personas y hacer algo que siempre le gustó.
Hizo algunos triatlones con buenos resultados, pero el frío durante la natación lo hizo alejarse y concentrarse más en ciclismo.
Poco a poco fue ganando carreras. Encontró un patrocinador y esta temporada el equipo ya está conformado por tres ciclistas.
En su primera temporada llegó a competir en 150 carreras, tanto de ruta, velódromo y ciclo cross. Todo eso sin guía, hasta que contactó a José Adrián Bonilla.
Champu se convirtió, desde hace más de un año, en su preparador para el reto que había quedado pendiente.
Volvió a una carrera de ciclismo en Costa Rica, dos décadas después, y sabiendo que el tiempo se acortaba para estar en categoría élite, al tener 36 años.
"Quería tener la oportunidad de decir: "arranqué"'. Y lo hizo de la mejor manera posible.
Muchos se preguntaban quién era ese ciclista. Era el mismo que tiempo antes tocó puertas para buscar un equipo y disputar la Vuelta a Costa Rica, pero nadie le dio "pelota", como él mismo dijo.
Su voz llena de optimismo y alegría no le quitan esa meta que sigue en su retina. Por ahora, hay otras cosas que lo satisfacen mucho más.
"Trato de correr por motivos personales, metas, pero más que todo de igual importancia está poder demostrarle a las personas que batallan con cosas, como depresión o drogas, que al menos una persona vea que sí es posible salir y cumplir cualquier sueño que tengan".
"Que alguien recoja ese periódico, como hacía yo, para mantenernos calientes, y agarre esa pagina (donde estará la nota) y diga: “tal vez yo pueda salir de esto”'.