La montañista costarricense Ligia Madrigal tenía apenas tres horas de haber llegado a Katmandú, la capital de Nepal, finalizado su intento por llegar a la cumbre del Everest, cuando accedió a hablar vía telefónica con La Nación.
A pesar de tener la garganta afectada, la valiente atleta no dudó en expresar que los casi 40 días que pasó en la montaña le enseñaron lo difícil y peligroso que era el desafío. Aunque no pudo alcanzar la cima, se siente tranquila y en paz consigo misma, ya que afirma que dio todo de sí y se encontraba en buen estado físico para lograrlo.
Ligia, junto con su amiga mexicana Andrea Dorantes y otros ocho escaladores, emprendió el ataque final a la cumbre el domingo 14 de mayo, partiendo desde el Campo Base, bajo la supervisión de la reconocida empresa Seven Summit Treks. De esas diez personas, solo cinco, incluyendo a Ligia, lograron llegar al Campo 4, ubicado a 8.046 metros sobre el nivel del mar. De ellos, solo cuatro lograron alcanzar la cima.
Desafortunadamente, uno de los montañistas, de nacionalidad india, falleció durante el descenso, y dos personas más sufrieron congelaciones en los dedos de los pies y las manos, incluida su amiga Andrea Dorantes, por lo que tuvieron que ser evacuadas en helicóptero hasta Katmandú. Solo una persona de la expedición logró cumplir el objetivo de conquistar el Everest y salir ilesa.
El hecho de estar tan cerca de la muerte hizo que la atleta reflexionara. Confesó que desde el inicio del ascenso rezaba siempre que podía y le pedía a Dios la oportunidad de regresar sana y salva con sus seres queridos. Por lo tanto, la negativa de la organización de intentar llevarla a la cima del Everest la interpretó como una señal divina, especialmente al enterarse de que uno de sus compañeros de viaje, con quien había entrenado y compartido sueños de alcanzar la cumbre, murió en el intento.
“Es un tema delicado lo que sucedió allá arriba. Durante el ascenso desde el Campo 3 (7.100 metros sobre el nivel del mar) hasta el Campo 4 (8.046 metros sobre el nivel del mar), yo iba bien, lo estaba disfrutando, tenía confianza, pero mi sherpa no se sentía tan bien, y eso era un problema porque éramos un equipo. Honestamente, tenía mucha fe en que lograría llegar a la cima debido a todo el esfuerzo que habíamos realizado”, explicó Madrigal a La Nación.
Ligia, diseñadora gráfica de profesión, recordó que llegó al Campo 4 muy cansada, pero pudo descansar e incluso durmió con la ayuda de oxígeno. Se despertó a la hora acordada para comenzar el ascenso final, que puede durar entre ocho y doce horas como máximo.
Desilusionada y sorprendida, expresó: “Cuando me estaba preparando para salir, el sherpa que me acompañaba habló por radio y luego me dijo que no podría”.
“Me dije que no volvería. El estar lejos de mi esposo Federico Escalante y mi hija, es muy duro. Allí me di cuenta que el 95% de los montañistas no tienen familia porque esto es muy peligroso. Mi esposo está ilusionado de que lo vuelva a intentar, pero debo analizarlo con la almohada, conversar con la familia y meditarlo para tomar una decisión”, sentenció Madrigal.