
En las últimas semanas, la rutina de Mario Obando Jiménez se le trastornó con los preparativos para el desmantelamiento y demolición del viejo Estadio Nacional .
La razón es que en los próximos días deberá dejar su puesto como encargado de la seguridad y vigilancia en el “coliseo deportivo”, que ha sido su casa durante 34 años y donde crió con amor, devoción y sacrificio a sus 10 hijos (cinco varones y cinco mujeres).
Estas semanas han sido de melancolía para don Mario, pues el Estadio tiene los minutos contados. “Tengo mucha nostalgia. Esperando los acontecimientos de estos días. Después del partido del domingo (hoy), hasta aquí llegamos. Ahora viene una etapa nueva”, expresó a sus 70 años.
Todavía no le avisaron el destino para él, su esposa María de los Ángeles Moya, su hija Rosibel y su nieta Natalia (los demás hijos están casados; tiene 29 nietos).
Don Mario espera que los rumores sobre el lugar donde radicará en el futuro sean reales y no falsas promesas de los políticos.
Sin embargo, el jerarca del Consejo de Deportes, Osvaldo Pandolfo, despejó las dudas e informó a La Nación que el nuevo hogar de los Obando Moya se ubicará en Alajuelita, en una casa donada por el Ministerio de Vivienda, que le construirá el Gobierno de Óscar Arias en seis meses.
Agregó que, por ahora se le suministrará un subsidio económico como empleado gubernamental, para que pueda alquilar una propiedad mientras se termina la edificación de su nueva casa.
Su relato. Nativo de Guápiles y criado en Cartago, don Mario laboró antes como ayudante de albañil, carpintero, tractorista, y en un trapiche y una lechería. Y después fue guarda en una residencia en Curridabat, hasta que fue contratado por la Dirección General de Deportes (hoy Icoder).
En 1972 empezó con trabajos de pintura, aseo y mantenimiento de los gimnasios de boxeo y gimnasia, en La Sabana, San José. Pero, en 1974, un instructor arbitral le ofreció ser el guarda del Estadio Nacional, donde tendría hasta la fecha una casita en el costado noroeste del escenario.
En 1977 recibió allí una mala noticia: la muerte de su hijo Guido, de nueve años, frente al ICE en La Sabana, atropellado por un vehículo durante la convención de la Coalición Unidad entre Rodrigo Carazo y Miguel Barzuna.
Entre los hechos que más lo conmovieron en el Nacional mecionó la visita del rey Juan Carlos de España (1977), el encuentro del Papa Juan Pablo II con los jóvenes del país (1983), la clasificación Tricolor al Mundial de Italia (1989) y la última visita de Pelé (1997).
No ocultó que le gustaría trabajar en el nuevo Estadio Nacional, en el 2010. Por último lamentó no poder celebrar allí con su esposa las Bodas de Oro (50 años), que se cumplirán el 25 de julio.