En la final de los 100 metros vallas de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, Andrea Carolina Vargas partió como un rayo y no se detuvo hasta que le colgaron el oro del pecho.
A la puriscaleña de 22 años, madre y abogada saltar obstáculos le sienta bien, sin importar si en la meta de salida se alinean como oponentes atletas caribeñas con perfil de podio.
Ella se convirtió en la depositaria del orgullo nacional al despuntar el segundo semestre del año, que tomó al país bajoneado por el fracaso estridente en el Mundial y la negativa a sentar responsabilidades.
Confieso que no tenía la menor idea de quién era esta joven promesa, cuya vida comienza a conquistarnos cuando leemos que se entrena con lo justo en su pueblo espoleada por su madre.
Qué bendición tener a la mamá como entrenadora, la persona justa y correcta para guiarte, formarte, señalarte errores y ayudarte a corregirlos, en la vida y en el deporte.
Tampoco se queda atrás el papá, que según leímos en una nota de Juan Diego Villarreal, aquí en La Nación, le fabrica vallas con tubos de PVC para que la campeona se entrene.
¿Habrá muestra más digna de las verdaderas motivaciones que mueven a esta mujer, quien no se rinde ante las excusas y limitaciones, para partir por ese camino de obstáculos y terminar primera?
Estamos frente a una mujer de los nuevos tiempos, dueña de su destino, clara en sus objetivos, profesional, esposa de David Jiménez y madre de una niña llamada Avril.
Sin megapremios ni viajes en primera clase como nuestros seleccionados aburguesados, sin excusas por la falta de esto o aquello, Andrea nos brinda una lección ejemplarizante.
Se puede llegar lejos con la motivación justa, el entrenamiento correcto, la guía del experto, pero, sobre todo, la confianza en que cualquier competencia es buena para citarse con la historia.
Otro espejo para mirarse es el de la Selección femenina, bajo la conducción de esa entrenadora en ascenso llamada Amelia Valverde, que se trajo una presea de plata y nos juntó frente al televisor en familia.
Sin figuras clave en la formación porque no recibieron el visto bueno en sus clubes o como en el caso de Melissa Herrera, quien salió para formalizar su contrato en Francia, la Sele no desmereció.
Jugó un primer tiempo sobrio ante México y resignó el oro en el complemento, en un juego que dejó claro que con mayor rodaje es cuestión de tiempo para entregarse al festejo.