Escribo esta columna motivado por la gran actuación de Andrea Carolina Vargas, atleta que en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2018 se citó con la historia (como diría Danilo Jiménez), y nos deparó el oro en los 100 metros con vallas, convirtiéndose en la heroína de la que muchos ni siquiera tenían noticia.
Para visar su pasaje a los Juegos Olímpicos Tokio 2020, Andrea tendrá que bajar significativamente los 12 segundos con 90 centésimas que le otorgaron la presea dorada regional y, según los expertos, la mejor manera de lograrlo sería integrarla en algún equipo de los Estados Unidos, donde podría mejorar sustancialmente sus marcas y pulir su técnica deportiva.
Sin embargo, para ella no sería fácil dejar el país por mucho tiempo, pues sus raíces están entrañablemente ligadas a su tierra puriscaleña donde estudia, trabaja y sueña, al lado de su pequeña hija Avril; con José David, compañero de vida; junto a Dixiana, su madre y forjadora; con su padre José Manuel y los hermanos Alejandro y Noelia. Como se ve, esta historia deportiva se edifica en familia, tanto que las vallas de PVC con las que Andrea entrena en Puriscal, fueron construidas por su papá.
Si uno acude al recuerdo, identifica cierto paralelismo entre Andrea y María del Milagro París, legendaria ondina costarricense que alcanzó la gloria gracias al sacrificio de su familia y al potencial de Francisco Rivas, en aquel entonces, un entrenador sin pedigrí. Tras incontables obstáculos, María y Francisco triunfaron en la natación y figuran, con sobrados méritos, en la Galería Costarricense del Deporte.
Andrea no ha sufrido el calvario que vivieron París y Rivas en otra época, toda vez que ha recibido ayudas, insuficientes, quizás, pero dignas de consignar. Por ejemplo, en el 2009, gracias a Osvaldo Pandolfo, a la sazón viceministro de Deportes, Vargas fue la primera beneficiaria del programa Adopte un Atleta. No obstante, el desafío rumbo a Tokio 2020 se anticipa gigantesco, por lo que se requiere que la muchacha y su madre-entrenadora reciban el apoyo irrestricto de las autoridades del deporte. Solo así, con la fuerza en sus fibras, la patria en la sangre y Avril en la inspiración, Andrea podrá volar majestuosa en pos del oro, la plata o el bronce, los metales del sudor.