El piloto estadounidense Charles Lindbergh, el primer hombre en cruzar el Océano Atlántico en un avión entre Nueva York y París, el 21 de mayo de 1927, disfrutó de la hospitalidad de los ticos.
Lo hizo casi un año después de su proeza aérea, en enero de 1928, con motivo de una corta visita a San José, Costa Rica, que duró apenas 42 horas y 22 minutos.
Su misión en su avión, el Espíritu de San Luis , era trazar las rutas de Panamerican en la región.
El acontecimiento paralizó la capital. El primitivo campo de aterrizaje de La Sabana, se inundó con 30.000 personas, entusiastas por la llegada de Lindbergh.
Para ello vinieron trenes expresos de todas partes del país, unos repletos de pasajeros de Limón y Puntarenas, y otros de Cartago, Heredia y Alajuela. A todos los habilitó en forma gratuita el Gobierno del entonces presidente, Ricardo Jiménez (1924-1928).
“Coronel, está usted en su casa”, expresó el mandatario en inglés.
El Águila Solitaria fue a un baile en el Teatro Nacional y se le dedicó el duelo que perdió La Libertad por 0-2 ante el Alianza Lima de Perú, jugado en el Estadio Nacional.