Una bandera brasileña le cubría la espalda. Ajeno a todo, con los brazos en cruz, el arquero procuraba agradecer al Creador, mientras sus compañeros bailaban, al ritmo del júbilo, la samba interminable de la victoria.
En el arco de enfrente, el obstinado capitán de un naufragio se resistía a dejar su cabaña. Apoyado en uno de los postes, no hacía otra cosa que mascullar su dolor.
Marcos y Oliver Kahn, colegas con guantes y protagonistas. Ejemplos extremos de la pasión que transpira el futbol.
Brasil 2, Alemania 0. Los dardos de Ronaldo en el segundo tiempo bastaron para acabar con el poder germano y para elevar la Copa FIFA en las manos de Cafú, bajo un marco luminoso en la noche inmensa de Yokohama.
Brasil es el pentacampeón del mundo. Después de dos etapas, bien definidas, de un juego austero, los hombres de Luis Felipe Scolari pusieron en jaque y dieron el mate a Alemania en los instantes precisos, suficientes para acabar con los arrestos del plantel de Rudi Voeller.
El primer tiempo fue muy discreto. Alemania impuso las condiciones en los primeros minutos, pero no lograba materializar su dominio, puesto que al ingresar en territorio brasileño, una defensa bien escalonada desbarataba, uno por uno, no solo los avances del adversario, sino las viejas teorías que registraban debilidades en la línea represiva de la verdeamarelha.
Por el contrario, Cafú, Lucio, Roberto Carlos y el pulmón inagotable de Kleberson, constituyeron la base, no solo del triunfo de ayer, sino de la fortaleza que Scolari consiguió estructurar a lo largo del torneo.
Y cuando la zaga flaqueó, surgió Marcos con atajadas sensacionales. El guardameta brasileño bien pudo disputar, junto con sus colegas, el alemán Kahn y Rustu Recber (el turco volador), la distinción para el mejor arquero del Campeonato Mundial.
Luz de Ronaldo
Lo negó reiteradamente. Para nada quiso referirse al drama que vivió hace cuatro años.
Mas, resulta imposible obviar las imágenes de Francia 98, en la aurora de esta nueva realidad.
En la final que aludimos, Ronaldo encarnó la piel fantasma de un espectro aturdido por la desesperación.
"París del 98" fue la punta del iceberg en los días de un hombre que resintió, en carne viva, la contradicción de un sistema que quiso elevar al astro... Y lo arrojó al abismo.
Pero está de Dios que siempre hay una nueva oportunidad, esa que rubricó ayer con una actuación desequilibrante y dos golazos en la cabaña de Oliver Kahn.
El primero, al 67'. Perdió una pelota. La recuperó. Sirvió a Rivaldo. Remate quemante, rebote y la red.
El último, al 79'. De Cafú a Kleberson, avance y centro; Rivaldo y treta; Ronaldo y el dos a cero. Brasil ya se sentía campeón.
Ciertamente, no quiso referirse al drama que vivió hace cuatro años. Mas, imposible evitarlo.
En la altura del podio, el gran atleta suele evocar el tortuoso camino que tuvo que recorrer para alcanzar la gloria. Como lo hizo ayer Ronaldo.
Eso explica sus lágrimas.
Fuente: Transmisión televisiva de Repretel.