Fue cuestión de atisbar a la presa, de voltearla, de echarle garra y de hundir el colmillo hasta el estertor de su agonía, con un dominio envolvente y por lo tanto asfixiante, del que la víctima no se liberó jamás.
Es decir, que la magnífica condición física rojinegra y la revolución implacable de los dígitos en el cronómetro, marcaron una gran victoria a manos de su archirrival histórico, en un juego de poca calidad técnica, pero intenso, muy intenso, como un clásico típico.
Saprissa 0, Alajuelense 1.
El mérito innegable del tricampeón nacional radicó en que supo luchar con maestría por ráfagas, con fiereza siempre contra el rival y la circunstancia.
Un adversario herido de muerte desde el minuto 39, el factor favorable; un hombre menos (expulsión de Steven Bryce, desde el minuto 52), la circunstancia difícil.
Alajuelense supo neutralizar el arranque auspicioso de Saprissa, que exhibió en sus primeros trazos una fisonomía distinta a la de las seis fechas anteriores del campeonato.
Sin embargo, el inicio prometedor de los hombres de Manuel Keosseián no iría, al fin de cuentas, más allá del primer cuarto de hora, para volver a la indefinición terrible que le notamos en esta temporada.
Dos tapadas sensacionales del arquero erizo, Ricardo González; la primera al minuto seis, y la segunda en un achique fenomenal, al 30í, ambas en el mano a mano con Atim Roper, salvaron a la Liga del fervor local.
Con más colmillo, Alajuelense atemperó gradualmente el fuego blanco de los morados y comenzó a construir, poco a poco, la telaraña letal con la que envolvió a su presa.
Clásico fiel a su estirpe, con fibra y nervio. Juan Bautista Esquivel cometió una falta sobre Scott, a quien tocó ligeramente. Penal, dijo el juez.
Sandro Alfaro fue el lanzador designado y le dio con tanta fuerza que elevó el cuero, en el 23í.
Curiosamente, los morados no supieron sacar provecho del bajón moral de Sandro y de sus compañeros por el disparo errado.
Para colmo de males alajuelenses, el árbitro invalidó una anotación de Steven Bryce que, vista a la distancia, pareció legítima, al 28í.
Tampoco ahí supo reaccionar Saprissa. Por el contrario, la cohesión de los primeros movimientos desapareció en la imprecisión de Douglas Sequeira, en las llegadas tardías de Max Sánchez; en la poca coordinacíón entre el esforzado Wilson Muñoz y Amado Guevara, el fantasma de la tarde gris; en la lentitud de Ledezma...
El dardo y la cicuta
Corría el minuto 39. Bryce persiguió un balón por el corredor derecho, lo ganó y centró de media vuelta. Recibió Erick Scott. Jervis Drummond, su estampilla, se despegó frágilmente; Scott le dio "de tornillo" y venció a Lonis.
Jeaustin Campos ingresó en lugar de Sequeira. Saprissa insistió, pero sin claridad. Entretanto, los avezados rojinegros se dedicaron a jugar con el reloj y con la agonía del contrincante, que perdió la fe.
El colmillo es para hundirlo. Este nuevo clásico reeditó la supremacía rojinegra sobre una fiera que sangra... ¿Será de muerte?