Sé que al decirlo me ganaré algún insulto. Más de uno dirá que el título de periodista me salió en el Corn Flakes. Otros recomendarán que me dedique a limpiarle los tacos a Joel Campbell. No faltarán quienes me sugieran como relacionista público de la Sele. Espero cualquier cosa de los aficionados que silbaron a Joel, corearon a todo galillo el “fuera Campbell” y le cantaron el ¡ooole! a la Selección entera cuando Panamá tejía pases con el 3 a 0 en el marcador.
A riesgo de eso y más, no me aguanto las ganas de decirlo: la afición que mofó de la Sele o llevó la desilusión al plano Liga vs. Saprissa me decepcionó tanto como el equipo.
Con grietas en defensa, desaciertos en los pases e impotencia en el ataque, la Selección de Costa Rica dio pena. Con grietas en el alma, desaciertos en el hígado e impotencia en el manejo de la ira, la afición que gritó contra los propios me dio pena.
Alfaro adquirió muy temprano una gran deuda, sin derecho a excusarse con el poco tiempo al mando. Cualquier técnico de experiencia entiende cuán osado era asumir semejante reto con tres días de entrenamiento. Alfaro no es ningún novato. Así lo quiso él, en una premeditada apuesta al todo o nada, que le salió cara.
Ni siquiera le aplaudo el hacerse llamar “responsable”. Eso es un hecho irrefutable, no un acto de valentía ni de franqueza. Su gallarda y prematura toma de posesión incluso supera a cualquier otro potencial error, incluyendo excluir a Kendall Waston, no usar ni un minuto a Carlos Mora ni Elías Aguilar o sacar del campo a Jimmy Marín cuando marcaba una leve diferencia sobre el resto.
Al equipo podría criticarlo en páginas enteras, sin ataque, sin defensa, sin creación. Sin alma, no. Lo vi infructuosamente entregarse, luchar, correr, sudar, sufrir, so pena de no estar ante una maratón atlética sino frente a un partido de fútbol.
Y de fútbol, poco.
Me decepcionó la Sele, pero casi más ese sector de la afición que se adueñó del ambiente, para convertir el otrora temido Ricardo Saprissa, donde temblaban los rivales, en un ridículo.
Si el deseo de hacer leña a un jugador siempre dispuesto a la ‘Sele’ como Joel Campbell me parece injusto, poco inteligente y, en todo caso, nada productivo, terminar con cánticos alusivos a la rivalidad entre Alajuelense y Saprissa en medio de un 3 a 0 ante Panamá ya roza la vergüenza nacional.
Solo encuentro dos posibles explicaciones a semejante actitud: 1. La incapacidad de quitarse por un momento la camiseta del club para ponerse la roja. 2. La cobardía ante el fracaso de la ‘Sele’ encontró como evasión y autoengaño la pugna con el archirrival casero (más desubicación, imposible). Los valientes, en cambio, encaran los fracasos. Los valientes.
p.d. Espero que en otros países no hayan visto la manta gigante desplegada previo al juego con la leyenda: “Somos el eco de un país”. Lo sucedido no representa a un país, ni a toda su afición. Mucho menos a toda su gente.
Se graduó en la UCR, debutó en la revista Triunfo, hizo carrera en Al Día y hoy, con 30 años de periodismo, vive el partido de pie, al lado de la línea, como estratega de la sección deportiva de La Nación. A veces desearía entrar al campo como en los tiempos del Mundial Corea-Japón 2002 o los Olímpicos Londres 2012, pero lo suyo es hoy el banquillo
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