“Estamos cansadas de que nos vean como si practicáramos un deporte diferente al de los hombres. Jugamos lo mismo, con la misma pasión y con muchísimos más sacrificios que ellos”, así de directa y tajante es Melissa Herrera, seleccionada de Costa Rica, quien es parte de una generación que clama por un cambio real.
El 2019 será recordado como un punto de quiebre en el fútbol femenino, que puede catapultar hacia una zona desconocida y que apenas hace unos meses parecía impensada. Eso sí, aún falta mucho por hacer y por lo mismo en la Tricolor abogan por equidad, profesionalización del deporte y más apoyo.
Un certamen local con salarios para todas, que evite tener que entrenar en las madrugadas y salir corriendo al trabajo, así como clubes con cuerpos técnicos completos, condiciones para entrenar y jugar. Estos puntos son claves para que no se vea el repunte actual como una moda, según dicen, y así se dé un modelo sostenible.
“Ojalá que el fútbol femenino no sea una moda, puede que sí o que no, solo el tiempo lo dirá. En mi caso, jamás creí que iba a ver un estadio lleno antes de retirarme, pero sucedió. Si esto sigue así, si hay más apoyo, más identificación de la sociedad y respaldo de patrocinadores, esto crecerá mucho. Confío en que el país responderá por el fútbol femenino”, indicó Raquel Rodríguez, quien milita en el Sky Blue FC, de la National Women’s Soccer League de los Estados Unidos.
Todo esto se potenció durante un año en el se ganó una medalla de bronce histórica en los Juegos Panamericanos de Lima, clubes masculinos como Alajuelense y Herediano se sumaron a Saprissa, en su respaldo directo a las mujeres y hoy en día adoptaron a clubes femeninos en su estructura.
Esto incluso llevó a que en la gran final entre la la Liga y la S se rompiera todo tipo de récords de asistencia, con 17 mil fanáticos en las gradas. La locura de las propias futbolistas no tiene límites, se palpa hasta en los rostros de las más experientadas y de quienes no pudieron ser parte de esta fiesta en cancha.
“Llegué al país, traté de conseguir entradas para la final y no pude... Hay equipos masculinos que ni siquiera llevaron a 5 mil personas y cuando vi casi a 18 mil en la final me llené de orgullo. El fútbol femenino se ha dado a respetar y el país nos respondió, espero que no sea la única oportunidad que ellas jueguen así. No importa que no sean los 17 mil, pero que se tenga público. Lo único con lo que soñamos al salir en el estadio es ver a gente apoyándonos”, añadió Herrera, quien participa en el Stade de Reims de la División 2 de Francia.
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Las integrantes de la Sele, que lucharán por un boleto a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, trazan una línea clara para competir con las grandes potencias: es vital que se puedan dedicar plenamente a su profesión; de lo contrario es muy complejo competir de tú a tú.
La clave parece estar en que los clubes de hombres y mujeres se unan, que más equipos den el paso y así hacer una mancuerna que potencie todo.
“Entre más se pueda dedicar uno al fútbol, mejor nivel se tendrá. Enfrentamos a jugadoras que se dedican a esto. Ellas entrenan, van a sus casas a descansar, se alimentan bien y ven videos de fútbol, pero muchas de las nuestras practican y luego se van a trabajar”, agregó Rodríguez.
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Costa Rica está a las puertas de organizar un nuevo Mundial Femenino, tras los excelentes resultados en el 2014. La Fedefútbol solo está a la espera de la confirmación de la FIFA para ser sede de la Copa del Mundo Sub20 que se realizará en el 2020.
Esta noticia sería la cereza en el pastel para generar el golpe que se requiere, según las seleccionadas. En el 2014 la respuesta fue masiva y surgieron figuras como Gloriana Villalobos. Es por esto que se aspira a seguir por la misma línea y ratificar que el cambio es real y no una moda.
"Espero que se siga apoyando, porque el fútbol femenino está para grandes cosas. Ojalá que no sea solo en la final, sino que sigan así, porque es muy bueno para nosotras. Mediante el apoyo se pueden presentar los contratos profesionales, que se presione por todos los medios y se crezca”, dijo María Paula Salas, quien milita en la Mayor con solo 17 años.