Lágrimas, abrazos, orgullo fueron parte de las celebraciones que se dieron entre los jugadores de la Selección Nacional luego de alcanzar el boleto a Rusia 2018.
Óscar Ramírez lloró, puso su cabeza en el hombro derecho de su papá y como un niño se entregó a ellos para que lo sostuvieran en el momento emocional, la clasificación a Rusia 2018 uso al Machillo en brazos de sus padres.
Cristian Gamboa abrazó fuertemente a su hijo, Felipe Gamboa, y no pudo contener las lágrimas. Se derrumbó y comenzó a recordar: "Pucha, es que es difícil porque mucha gente dice que uno no viene con ritmo tras de eso mi hijo me pregunta que por qué no juego en el club... Definitivamente esto es por ellos".
En otro sector del estadio, Priscila Robles, esposa de Kendall Waston luchaba para encontrar entre el tumulto a su amor, cuando lo visualizó no pudo sostener el llanto en sus ojos y un te amo fue la frase para felicitar a su orgullo.
Mientras los futbolistas daban vuelta por todo el estadio, Keylor Navas jugaba 'liguitas' con su pequeño Mateo y otros hijos de seleccionados. Todos los pequeños disfrutaban de anotarle al cuidapalos del Real Madrid.
Rónald Matarrita fue otro que expresó con sus ojos aguados su felicidad. También Daniel Colindres se enfrascó en un beso apasionante con su esposa y con una sonrisa de oreja a oreja, gesto difícil de ver en él, aceptó: 'hoy sí estoy feliz'
El saprissita contó que a mitad de año estaba lleno de ilusión por afrontar la Copa Oro, sin embargo no entró en la lista final y hasta este 7 de octubre comprendió que era lo que Dios tenía destinado para él.
Estas imágenes se unieron a los miles de abrazos que se dieron sobre el césped del Estadio Nacional y además en las graderías.
La Selección Nacional gritó el oé, oé, ticos por toda la gramilla y el eco llegó hasta las afueras de la Joya de La Sabana, a la Fuente de la Hispanidad y el centro de San José.
La calle principal de San Pedro se llenó a eso de las 6 p.m. y la gente comenzó a hacer la tradicional caravana alrededor de la fuente.
Niños en hombros, jóvenes con cornetas y familias enteras no se cansaron de gritar: 'Costa Rica, Costa Rica, Costa Rica'.
Tampoco hicieron falta los tambores para hacer escándalo y renovar los cánticos cuando parecía que el cansancio le ganaba al ánimo.
Las banderas pintaron las vías nacionales y el blanco, azul y rojo lució con orgullo por cada esquina de la capital.
Costa Rica entera lloró, gritó y saltó por la presencia en su quinta Copa del Mundo.