La Selección Sub-23 es el espejo del estado comatoso en que se encuentra nuestro fútbol menor, sumido en un foso de fracasos recurrentes que parece no tener fin.
El tema preocupa porque, apremiados como estamos por la renovación, vemos en esta camada de jugadores a la generación que tomará la estafeta y se le plantará al futuro.
Y produce escalofríos ver que el mañana descansa en un grupo que resolvió con muchas dificultades la eliminación previa ante un rival que venía del ostracismo por un castigo de FIFA.
Porque, seamos claros, superar 3-2 a Guatemala en el global, pidiendo tiempo en el Morera, sin argumentos, clase, ideas ni ilusión, da para alarmarse e impone un cambio radical de inmediato.
Preocupa todo: la falta de recursos, la incapacidad enfermiza, el desgano, pero, sobre todo, algunas expresiones del técnico y los jugadores, para justificar lo injustificable y darle vuelta a la página.
Douglas se echó el fardo de las culpas sobre la espalda y dijo que Guatemala nos había superado, obviando que desde la inicial el partido pintaba para desastre y él no impuso su conducción ni guía.
Que un técnico dilapide los 15 minutos del entretiempo para replantear, hacer ajustes, enderezar el destino del juego y salir por la victoria, da para pensar sobre su capacidad cuando vengan los partidos clave.
Y en este ejercicio de excusas pueriles se llevó el premio gordo uno de los referentes del equipo, al final del juego, cuando exclamó que los chapines eran calificados porque venían del torneo Esperanzas de Toulon, en Francia.
Pueden venir de Marte, o de la Luna, ahora que se celebraron los 50 años de la llegada del hombre al satélite terrestre, pero, por favor, no vengan con esas salidas para driblar la responsabilidad del papelón.
Sin ambages, esta Selección no da para ilusionarse, el entrenador plantó muchas dudas y si uno atisba al futuro es sencillo ver que todo terminará en la misma línea de la Sub-17, la Sub-20 y la Mayor en Rusia, en el último Mundial.
Jugando así y dirigida de esta manera, no llegará a los Juegos de Japón, a menos que los legionarios que no vinieron por no ser fecha FIFA, le den un vuelco al equipo y disparen el nivel.
Y aquí quizá cabe el único atenuante en favor de este equipo: que se convocó para hacer frente a la serie de dos partidos, con un par de colectivos, sin probarse ante un rival y mermado por 4 o 5 ausencias.
Lo que jamás imaginamos es que la generación que encarna el recambio y la apuesta por el futuro, iba a quemar su prestigio en 180 minutos.