Aunque triunfó el equipo teutón, las dos selecciones empataron sus penas, más no así sus lágrimas. La histórica Alemania, tetracampeona, viaja de regreso con el orgullo destrozado. Costa Rica vuelve a casa con heridas, pero después de protagonizar una lucha vibrante y dejar atrás su primera impresión de equipo aficionado.
Los germanos estuvieron en la otra ronda durante cuarenta minutos, Costa Rica por 180 segundos, los más celebrados en el país desde el penal de Michael Umaña contra Grecia. A ellos los bajó de la nube el japonés Doan, cuando clavó su estaca en el corazón español e hizo sangrar a toda Alemania.
Después fue Tanaka quien enlutó dos estadios al unísono. España caía a los 19 minutos del segundo tiempo y un rato después Costa Rica la dejaba momentáneamente afuera de octavos, con los increíbles goles de Yeltsin y Juan Pablo Vargas.
A falta de 20 minutos más el descuento, los ticos ponían patas arriba el Mundial, pues sus dos tantos eliminaban a Alemania y España. Pero con tanto tiempo por delante y con el orgullo teutón herido, podía pasar lo que pasó: Havertz hizo un doblete en la puerta de Navas y el milagro terminó en un largo silencio rojo.
Por eso, el pitazo final lo padeció más el equipo de Hansi Flick. Con un ojo en el Al Bayt, en donde se batían ticos y alemanes, y el otro en el Internacional Khalifa, sede del España - Japón, los aficionados germanos vivieron el horror de su segunda eliminación, en dos mundiales consecutivos, sin pasar de primera ronda.
Nunca dos goles tuvieron tanta repercusión Mundial. Los de Yeltsin y Vargas los sufrió Alemania y España con el mismo dolor. Los gritó Costa Rica y Japón con esa hermandad cómplice de los niños que completan su travesura con éxito.
Nunca dos goles alemanes se festejaron así en España. Los dos de Havertz, contra Navas, devolvieron el aliento a la Furia Roja, toreada y reducida a la impotencia por los samuráis azules. Porque si alguna vez por la cabeza de un español pasó la dulce idea de no vencer a los nipones, para dejar afuera a los germanos, nadie imaginó siquiera que la poderosa Alemania podría caer ante Costa Rica y regresar a casa junto a los de Luis Enrique.
Muller amenazó a Costa Rica, en las horas previas, con 8 goles. Para un alemán, acostumbrado a victorias descomunales, ese marcador no solo era posible, sino también la llave para no depender del España-Japón.
Alemania no solo estaba obligada a borrar la afrenta de los nipones. Quería clasificar con goleada, para recobrar su etiqueta de gran candidata. “¿Si España pudo, por qué la Mannschaft no?”
Por eso el triunfo lo ha llorado con desconsuelo cada alemán. La derrota, irónicamente, dejó en los ticos el sabor de la reivindicación. El 7-0 dolió en el orgullo, y el gol de Fuller, ante Japón, fue apenas un bálsamo. Pero en la última batalla del Grupo, Costa Rica tenía que convencer al Mundo de que la paliza a manos españolas había sido un accidente, no así la victoria ante los nipones.
Sin gloria, pero sin pena
Ese 4-2 era un 1-2 al minuto 73. Los de Luis Fernando Suárez soportaron las embestidas alemanas con hidalguía, orden, las manos prodigiosas de Navas y un nuevo milagro de los postes. Pero esta vez hubo algo más: Costa Rica retó sus limitaciones y miedos para buscar el marco contrario.
Lo encontró dos veces con gol, pero la suma pudo ser mayor. El milagro Fuller casi se convierte en leyenda. Desprolijo en defensa, volvió a tener una cita con la portería, aunque Neuer le dijo que no.
Costa Rica quiso y logró irse del Mundial dejando de lado la imagen de equipo ratonero, cuya única virtud rústica era defender su madriguera. Campbell encabezó esa rebelión ofensiva, pero esta vez con la noticia feliz de que no fue llanero solitario cabalgando contra la portería teutona.
Lo de Alemania era una obligación. Lo nuestro apenas fue utopía. “La esperanza es la segunda alma del desdichado”. Lo dijo el más celebre de los escritores alemanes, Johann Wolfgang von Goethe. Y los ticos hemos vivido con ese sentimiento los últimos días, aferrados a un sueño de futbol, pero con el presagio de la desdicha en la hora final.
Ese gol de Fuller disparó todos los sueños locos de un país que decidió sacar pecho, irreverentemente, ante una de las potencias más demoledoras en la historia del futbol.
Pero hemos competido en la cancha. Primero frente al ganador del grupo, Japón, y ahora contra Alemania, la Selección que generó con su pasado una redefinición del futbol: “Es un deporte que inventaron los ingleses, que juegan 11 contra 11 y donde siempre gana Alemania”.
Por eso su camiseta tiene 4 estrellas, la última con una bofetada histórica de 7-1 a Brasil en semifinales y ganando la final a Argentina en el mítico Maracaná. Aunque no pasa por sus mejores tiempos, no es fácil protagonizar un duelo de ida y vuelta como el de este jueves en Catar.
Hoy, más que nunca, los teutones tendrán que recordar una de sus más célebres frases: “Auch ein blindes Huhn findet mal ein Korn” (Incluso una gallina ciega es capaz de encontrar un grano de maíz)
La rústica Costa Rica se lo ha encontrado en el verde césped del Al Bayt. En la disputa que, de previo, invitaba a la lástima hacia los muchachos de Suárez, ha tenido tramos de épica y auténtica locura.
El corazón se nos quiso salir con el 2-1. Desgraciadamente, la apuesta táctica y en nuevos hombres, para buscar la victoria, nos desarmó la estructura defensiva. Aún más cuando cayó el empate teutón y el equipo fue presa de la desesperación.
España ha sido una mala madre. No hizo lo que esperábamos de ella. Cuando Japón marcó su primer gol nos condenó a buscar el triunfo. El empate ya no servía y en ese ímpetu arrebatado por golpear el marco teutón, logramos pegar pero nos pegaron.
Nos vamos del Mundial con la nostalgia de esos minutos de gloria. Con el consuelo, eso sí, de que una nueva generación nació entre esa montaña de emociones, buenas y malas, y que nos invita a seguir soñando con el regreso de los tiempos épicos.