Es cierto que a la hora de la hora todos veremos los partidos y gozaremos del mejor fútbol. Sin embargo, no dejemos que los goles de Messi (¡ojalá!) y los tapadones de de Keylor (¡ojalá al cuadrado!) nos hagan perder de vista que Qatar 2022 es la Copa del Mundo que no debió ser.
A pocas horas de que el balón empiece a rodar en Doha, ya podemos decirlo con absoluta certeza: el emirato petrolero es el anfitrión del que pasará a la historia como el peor mundial.
¿Por qué? Digamos que nos sobran los motivos y nos faltan dedos en las manos para contarlos...
Porque Catar solo tenía un factor a favor para hacerse con la sede del Mundial: dinero, todo el dinero.
Porque Catar es un país sin tradición futbolística, cuyo torneo local es apenas anecdótico y con una Selección que solo siendo anfitriona podría clasificar a un mundial. Es más, de este lado del orbe su jugador “insignia” es Pedro Miguel, un defensa portugués nacionalizado con el que nos hemos familiarizado únicamente por tener el nombre que desentona en la nómica catarí del álbum Panini.
Porque Catar es más pequeño en territorio que Costa Rica y tiene menos población que Costa Rica. Con apenas 11.500 kilómetros de terreno, de los cuales la gran mayoría es desierto, y poco menos de 3 millones de habitantes, el emirato petrolero no cuenta con suficientes personas para aportar significativamente a la asistencia de los estadios, como sí pasó en Rusia, Brasil, Estados Unidos, Corea del Sur, Japón, etc. Por esto, es de esperarse que muchos espacios de las graderías se llenen con trabajadores migrantes de otros países de Asia y África, quienes vale decir conforman el grueso de la población del país.
Porque Catar no tenía mayor infraestructura futbolística al momento en que la FIFA le asignó la sede del Mundial, por encima de la candidatura de Estados Unidos. Esto implicó que se construyeran en tiempo récord nueve estadios que, está de más decir, serán tremendamente subutilizados una vez que termine el Mundial. En cambio, los norteamericanos no tenían que poner un ladrillo para albergar de nuevo un mundial, pues ya cuentan con muchos de los mejores estadios del mundo.
Porque por encima de Qatar, el fútbol es más popular y masivo en otras naciones de Oriente Medio, como Arabia Saudita e Irán, cuyas selecciones son muy superiores a la catarí y clasifican con frecuencia a los mundiales por parte de la confederación asiática. Sin embargo, a nadie se le ocurriría sugerir que estos países alberguen una Copa del Mundo mayor, posiblemente por las mismas razones que hoy se le critican al torneo en Catar, especialmente en materia de derechos humanos.
Porque este explosivo desarrollo inmobiliario implicó que Catar atrajera a cientos de miles de trabajadores extranjeros de países menos favorecidos. Estas personas construyeron los estadios y hoteles bajo condiciones de trabajo desventajosas, y se estima que miles de obreros murieron en el proceso. A pesar de las continuas negativas de las autoridades cataríes a reconocer cualquier abuso laboral, se ha comprobado que los trabajadores migrantes sufrieron todo tipo de maltratos y explotación, y en muchos casos se les retuvo su pasaporte o pagos como medidas de control.
Porque Catar es un país desértico, cuyas altísimas temperaturas son incompatibles con el desarrollo de un torneo deportivo profesional y ni qué decir la llegada masiva de cientos de miles de turistas. El calor ahí es tal que el Mundial debió trasladarse este 2022 de su tradicional ventana de tiempo, que es a mediados de año, a noviembre y diciembre, cuando las temperaturas son más tolerables en el Golfo Pérsico.
Porque tener que jugar un Mundial casi que en Navidad implicó que muchas ligas tuvieran que disputar campeonatos locales más cortos y frenéticos y que las selecciones contaran con menos tiempo de concentración (a excepción de los jugadores cataríes, claro, que están disponibles desde hace cinco meses). Esto provocó que hubiese seleccionados en competencia en sus países a pocas semanas del inicio de la Copa del Mundo y hasta que algunos sufrieran lesiones a última hora que los dejaron por fuera del Mundial pues no contaron con el tiempo necesario para recuperarse.
Porque Catar es un estado musulmán conservador, con estrictos códigos y leyes para restringir la libertad de expresión, los derechos de las mujeres y la diversidad sexual. Cuando muchas de las informaciones de los medios acerca de un país que alberga un evento que atrae a turistas de todo el mundo son variables de “todo lo que tiene que saber para no ser detenido por la policía en Catar”, pareciera que lo ideal hubiese sido no hacer ahí un evento que atrae a turistas de todo el mundo.
Porque el darle el Mundial a un país que discrimina y penaliza a la población LGTBI es un retroceso, después de décadas de trabajo para eliminar del fútbol la homofobia y el machismo.
Porque darle el Mundial a un país en el que las mujeres están limitadas en sus derechos es un retroceso, después de décadas de trabajo para equiparar en el fútbol la valía de los torneos y ligas femeninas (no es que aún se logre pero sin duda se ha avanzado, como bien lo ha experimentado Costa Rica).
Porque Catar atrajo a cientos de miles de aficionados de otras latitudes con promesas de que sería flexible en temas como el estricto control al consumo de licor, permitiendo que se vendiera en estadios. Sin embargo, a 48 horas del inicio del torneo anunció sorpresivamente que las cervezas no entrarán a los recintos deportivos, poniendo en aprietos a la FIFA con Budweiser, uno de sus principales patrocinadores y que ya tenía en el emirato un inventario que posiblemente ya no se consumirá.
Porque Catar inundó las calles de Doha en la semana previa al inicio del torneo de aficionados “brasileños”, “argentinos”, “ingleses”, “españoles” y “alemanes”. Estas barras de inmediato generaron sospechas sobre su autenticidad, no sólo por su notoria ausencia de mujeres, sino porque los aficionados no parecían oriundos de esas naciones (luego se sabría que en su mayoría eran trabajadores migrantes a los que se les pagó para ser parte del coreografiado ejercicio).
Porque desde un inicio se sospechó que hubo corrupción en el proceso que llevó a Catar a ganar la sede del Mundial 2022. Dos recientes series documentales en Netflix y HBO Max han explicado en detalle los pagos de millones de dólares que circularon entre los miembros del comité ejecutivo de la FIFA en los meses previos a la asignación del Mundial a los cataríes y que luego se destaparían como parte de uno de los mayores escándalos de corrupción del mundo deportivo.
Porque hasta Joseph Blatter dice que darle el Mundial 2022 a Catar fue un error. Y eso ya es el colmo.