Washington, D. C. En el primer careo tras la exitosa Copa Mundial, Costa Rica dio un paso que sirve para acomodar piezas y soñar con el bicampeonato del área.
Frente a Nicaragua, un rival que no alcanza a medir el verdadero nivel de la Selección, los muchachos de Wanchope sacaron la tarea y lustraron un poco ese título de favoritos que hoy ronda por todos los corrillos del certamen.
Era vital ganar para liberar la tensión de lo que se espera del equipo y para que Wanchope gane puntos en su carrera como técnico.
Tal vez la vistosidad no estuvo del lado de los costarricenses, pero se debe ser cauto al valorar a un combinado que suma gente nueva y que de ahora en adelante vivirá con la losa de Brasil a sus espaldas.
Si medimos la superioridad en el fútbol con la simple estadística de goles, la Selección Nacional no fue muy superior a Nicaragua en un primer tiempo amarrado, tenso.
Pese a que los pinoleros regalaron tres cuartos de cancha, resistiendo frente a su área el constante arribo de los ticos, la mala puntería tricolor y su excesiva imprecisión sostuvieron a Nicaragua.
La disposición táctica criolla no varió con respecto al Mundial, con cuatro atrás, dos contenciones, tres volantes y un atacante, mas, lo que sí marcó diferencia es que al grupo le faltó sintonía, cohesión.
Con Johan Condega como armador, la idea fue darle fluidez al mediocampo, pero, o Johan erraba el pase, o los delanteros, en este caso Ureña, Campbell y Ramírez, no se entendían con el creativo.
A pesar de la evidente falta de amalgama, Ureña y Campbell se mantuvieron llevando a la defensa nicaragüense de un lado a otro, tratando de abrir ese espacio por donde el balón y los galones de un equipo mundialista se sintieran.
A la ayuda de Condega llegó una y otra vez Borges, libre para maniobrar, pero siempre con dos o tres hombres cerrándole el paso. Borges y Cubero lo intentaron con sendos obuses fuera del área, pero la pelota pasó cerca, nada más.
Nicaragua, en el papel del débil, hizo lo que debía: contragolpear.
No hubo peligrosidad, a excepción de la incursión que Barrera envío a las nubes; para Nicaragua eso es una muy buena señal.
Por insistencia o jerarquía llegó el tanto en un penal que Borges cobró tras una mano en el área.
Era lo que se necesitaba, pues Nicaragua solo entiende de empates para buscar la Copa de Oro, y con la daga adentro se le hizo imperativo salir del fuerte que levantó.
Los ticos, muchísimo más caminados, olieron el temor rival y se fueron encima, marcando el segundo apenas a tres minutos del reinicio, con una joyita de Ureña, que recibió de Campbell, recortó y de izquierda la puso en el ángulo.
La tercera, a seis del final, la hizo Venegas, otro de los que llegan a agradar la vista de Wanchope.
Sin mucho esfuerzo la tensión del debut salió y el primer paso se pudo dar, pero aún falta.