Salt Lake City, Utah. Sí claro, nadie niega que las decenas de costarricenses que viajaron desde varios puntos de Estados Unidos para acompañar a la Sele vivieron un rato amargo ayer en la tarde.
Pero, deporte al fin y al cabo, tras el pitazo final una buena parte de los viajeros optaron por verle el lado amable al asunto y olvidarse del encuentro con la mirada en el futuro... y en un bailongo que se armó un club de esta ciudad, animado por el grupo costarricense Marfil.
Junto a la marejada de afición estadounidense, los nacionales parecían pocos, pero fueron suficientes para armar una ruidosa caravana -con todo tipo de distintivos tricolores desde el hotel Marriot- University Park hasta el estadio Rice Eccles, de Salt Lake City, Utah.
Un detalle curioso fue que muchos aficionados vestían modelos de camisetas viejas de la Tricolor, que habían guardado en otros procesos eliminatorios. Todo se vale con tal de sentirse muy tico en otro país, en una coyuntura de estas.
Hubo quienes manejaron hasta 30 horas desde sus respectivos destinos. Caso de David Rodríguez, de Guápiles, y Warner Chacón, de Santo Domingo de Heredia, quienes trabajan para Intel y viven en Arizona.
Cuarenta minutos antes del encuentro, la barra tica se desgalilló de entusiasmo cuando salieron a calentar los dos arqueros nacionales, Álvaro Mesén y José Francisco Porras.
Minutos después, cuando se les unieron el resto de jugadores, la silbatina por parte de la afición estadounidense acalló por completo al aficionado tricolor.
Aunque al final hubo caras largas por el resultado, pronto el ambiente festivo en aquella tarde-noche dorada de principios de verano cambió de norte.
Fue cuando muchos nacionales se olvidaron un poco del juego para para departir con sus coterráneos. Al fin y al cabo, fue una oportunidad de reencontrarse con un pedacito de Tiquicia en tierras estadounidenses.