
Salvador, Brasil. El “monito” será el juego más básico que hay con una pelota de fútbol, pero también es el más revelador.
30 segundos y ya se sabe quién tiene con qué y quién no. Y no importa si estamos hablando de nivel principante, medio o avanzado.
Entre esas categorías están los que no paran la pelota, los que no usan una pierna, los que no pueden jugar a un toque, los que sí, los que tiran trucos y así en adelante.
Pero después de todos esos, por lo visto ayer, están los holandeses.
Para los que no entiendan el concepto: simplemente se hace un círculo y alguien va adentro.
Los de afuera tocan entre ellos intentando que el o los que estén en el centro no toquen el balón. El que se equivoca, entra. En otros países le dicen “rondo”.
Parece fácil, ¿verdad? Pues no lo es con esta clase de jugadores.
Uno, para cuando la versión en Internet de este diario esté arriba a eso de la medianoche, aún estaría intentando robar la pelota. Y para cuando la versión impresa esté circulando en la mañana, también.
Su manejo del espacio reducido, de la técnica y de la presión es impresionante. La marca y el aire también son extraordinarios. Y exactamente eso es lo que terminan reflejándose en un partido.
Definitivamente están muy lejos de los que se ven en los entretiempo de la Primera División tica. Duele decirlo, pero es cierto.
Cito a los holandeses porque son los que están en la cabeza en ese momento, pero fue igual con italianos, ingleses y uruguayos. A la Sele no le va mal tampoco, pero bueno, prácticamente todos sus integrantes juegan en Europa.
Es más, si fuera visor de fútbol esa sería mi primera prueba: un “monito” con los cracks.