Uruguay, con su temperamento y garra, logró hace 64 años un gran triunfo en el Mundial de 1950 y constituyó una gran sorpresa para la organización, que confiaba en que Brasil se proclamaría en casa campeona por primera vez.
Todo parecía indicar que Brasil estaba en mejor momento que Uruguay, ya que en la Copa América disputada en Río de Janeiro, en 1949, los brasileños se impusieron sin perder ni un solo partido.
A la ronda final mundialista, que se jugó bajo el sistema de liguilla, todos contra todos, llegaron Brasil, Uruguay, Suecia y España. La Celeste venía de golear, 8-0, a la débil Selección de Bolivia, en el grupo 4 de la primera fase.
Y en esta cuadrangular igualó contra España (2-2) y doblegó en forma apurada a Suecia (3-2).
Antes del duelo en el que se jugaba el título del balompié, Brasil poseía un punto más que Uruguay, ya que los locales habían ganado ampliamente sus dos primeros partidos ante Suecia (7-1) y España (6-1). Al Scracht du Ouro le bastaba el empate para proclamarse monarca universal.
Las 200.000 personas aglomeradas en el estadio Maracaná estallaron en un atronador griterío cuando Friaça hizo el 1-0 para su equipo, a poco de comenzar el segundo tiempo. La victoria uruguaya parecía ya imposible.
Sin embargo, el estadio enmudeció cuando Juan Alberto Pepe Schiaffino consiguió el 1-1, que todavía no era suficiente para colmar las aspiraciones uruguayas.
Cuando faltaban solo 11 minutos para que el partido concluyera, Alcides Edgardo Ghiggia consiguió el 2-1 que le dio a Uruguay su segunda corona mundial, en el denominado Maracanazo de 1950.
Sin duda, el inolvidable 16 de julio de 1950, Brasil iba a organizar el carnaval más sonado, pero fue una tarde triste en todo el país y Río ofreció una cara de duelo. Los grandes culpables fueron los atrevidos héroes charrúas del Maracaná, en especial su verdugo: Ghiggia.