De cuidar carros a cuidar la lateral de la Selección Nacional, de sembrar papayas a sembrar centros para los delanteros ticos. El camino de Heiner Mora para llegar a la Tricolor estuvo lleno de esfuerzo.
Durante su juventud, este lateral recorría otra clase de campos, donde no es el césped el que predomina, sino la papaya.
Sus días iniciaban a las 4:30 a. m. y continuaban con un machete en mano o un tanque de fumigar en la espalda para ayudar a su padre en un terreno que alquilaba para sembrar y luego vender esta fruta.
“Él era como un peón, me ayudaba a volar machete y creo que eso le ayudó a ver la importancia del trabajo”, recuerda orgulloso don Dagoberto Mora de su hijo.
Esa ayuda era solo cuando no tenía que ir a la escuela o el colegio, porque aunque a la familia no tenía la mejor situación económica, la prioridad siempre fue que sus hijos estudiaran.
Su madre, Luz Marina, rememora la vez que le dijeron en el colegio de Guácimo que su hijo estaba faltando a clases.
“No se escapaba, pero por alguna razón no iba al aula, mi esposo y yo lo regañamos y él solo tuvo que recordarle lo duro que es ser agricultor”, relata.
A partir de ahí la actitud de Heiner cambió y hasta pidió que lo pasaran de colegio, para evitar unas malas amistades que tenía.
Nómada. Durante su infancia, la vida de la familia Mora Mora carecía de estabilidad, entonces se mudaron más de cinco oportunidades de casa en diferentes lugares del país.
Iniciaron en Acosta, de donde es su padre, pasaron por Parrita, luego se mudaron a Tibás y por último en dos diferentes casas en Guácimo de Limón, donde Heiner vivió desde los 12 años.
“Yo buscaba nuevos y mejores horizontes para mi familia. Era donde me salía la mejor oportunidad que nos mudábamos”, afirma el padre que aún es agricultor.
En una de esas etapas, Heiner encontró otro trabajo, como cuidacarros frente a un supermercado.
“De pronto me cuentan los vecinos que está ahí en la calle cuidando carros y yo creía que andaba jugando o algo así”, dice la mamá.
Con la plata que se ganaba en esa humilde labor, el ahora lateral del Saprissa decidió comprarle sus primeros regalos a sus papás y a sus dos hermanos.
A su madre le daba miedo ese trabajo pero lo dejó continuar y nunca tuvo ningún infortunio.
Tras el paso por Tibás, la familia llegó a Guácimo y empezó a surgir la carrera de Heiner.
Primero se unió a un pequeño equipo de barrio y en un juego contra una liga menor de Herediano, lo vieron y le pidieron que se incorporara a las filas de ese equipo.
“Empezó a ir ahí pero el entrenador engañó a los papás con una plata y el grupo se disolvió”, comenta su madre, quien era la que le acompañaba en las prácticas.
Eso dejó en pausa la carrera de futbolista, pero Mora aún “mejengueaba” en su colegio.
“Ahí se le veía que era muy bueno, muy rápido y siempre se esforzaba mucho”, declara uno de sus mejores amigos, Hainer Álvarez.
Fue entonces cuando surgió la oportunidad de una prueba en el Santos y a partir de ahí su carrera despegó hasta llegar a ser uno de los seleccionados de Costa Rica que irá a Brasil 2014.
Los familiares aseguran que lo que ayuda a Heiner a ser un gran futbolista es la disposición al trabajo que tiene y su pasión por este deporte, que siente desde pequeño.
“Él siempre ha sido un fiebre, si hasta ponía los tacos a la par de la almohada cuando se dormía”, cuenta su hermana Silvanei.
Y es que el fútbol le ha dado las mayores alegrías a Heiner, excepto una: su paso por Noruega.
Preocupación. Todos conocen el trágico paso de Mora por el Honefoss de Noruega, pero también su familia vivió un calvario en ese proceso.
“El problema es que él es una persona muy cariñosa y no poderse llevar a su familia lo afectó montones”, acepta su madre.
Como había declarado en varios medios, ese sufrimiento lo llevó a pensar hasta en que quería morir y sus allegados vivieron la angustia.
“Me llamó y me dijo que había pensado hacer una tontera, yo lo regañé y le dije que cómo iba a hacer eso, que entonces se viniera y dejara todo botado”, recuerda su papá.
Las épocas de tristeza ya pasaron y ahora está muy feliz en el Saprissa, el equipo de sus amores.
Hoy vive la felicidad de ir al Mundial y ahora aquel cuidacarros podría tener que encargarse de vigilar a Edinson Cavani o a Wayne Rooney.