La fiesta para la Selección Nacional terminó justo como empezó: con una sonrisa. Fue una alegría enorme y honesta que contagió a las 500.000 mil almas que se calcula fueron testigos de ese recibimiento sin igual para un equipo histórico.
Ni las cinco horas que le tomó a la Tricolor llegar a La Sabana desde su arribo al país mermaron la energía y el entusiasmo de un grupo de jugadores que desde muchísimo antes era esperado con ansias por su afición; esa que, igual que ellos, luchó hasta el final para cumplir con su objetivo: agradecerles por la dulce epopeya en Brasil.
Hubo bailes, hubo bromas, hubo unión... Al final de cuentas era la presentación final de ese grupo que lo dejó casi todo en el Mundial, porque claramente se guardó un último poquito para su pueblo.
Como no podía ser diferente, sucedió que al igual que en la cancha, a Celso Borges le tocó oficiar de maestro de ceremonias, solo que anoche no hubo necesidad de que marcara la pausa, no para una afición que lo quería todo ya, ni para una Selección Nacional que tenía mucho que decirle a su gente.
Uno a uno el contención tricolor fue presentando a sus hermanos: primero a los que tuvieron que salir, Heiner Mora y Álvaro Saborío; más tarde a las 22 figuras que fueron parte directa de esa inolvidable gesta.
Patrick Pemberton bailó con Yeltsin Tejeda, Saborío propició el estallido del público femenino revelando el estado civil de Celso, y Christian Bolaños, aunque obligado, también tuvo que bailar.
Fue una fiesta en toda la extensión de la palabra, una que no conoció de momentos bajos porque con cada nombre y cada apellido se exaltó el corazón de la masa. Fue un festejo puro, esperado, pero, muy por encima de todo: merecido.
Cada seleccionado tuvo su momento al micrófono, algunos con mensajes más elaborados que otros pero todos con un tono de sumo agradecimiento, ya con consciencia quizás de que lo que hicieron no fue cualquier cosa.
“Bendita la hora en que me parieron en Costa Rica”, gritó un emocionado Michael Umaña, repitiendo una frase que se hizo famosa luego de que un disparo suyo metiera a Costa Rica en una inédita ronda de cuartos de final.
Joel Campbell puso a cantar a la afición con una tonada que retumbó luego de cada aparición de la Sele pero que no se puede poner en estas líneas; y Keylor Navas, estratégicamente seleccionado para aparecer de último, se limitó a agradecer por este sueño sin igual.
Y entonces apareció Jorge Luis Pinto, introducido como el cerebro detrás de la sorpresa y el único que no pudo dar su discurso.
Muchas veces pidió la palabra pero la afición no se la dio, porque las gracias y el “no te vayas” pudieron más que su quebrada voz.
En el fondo, una bandera colombiana lo hizo suspirar y tras su salida, la afición entera pudo gritar finalmente lo que tanto espero decir: ¡¡¡Muchas gracias, campeones!!!