Río de Janeiro. EFE. En un Mundial pleno de goles y sorpresas, la seguridad se ha convertido en el principal problema que debe afrontar el Gobierno brasileño y un complejo rompecabezas que tiene que recomponer la FIFA.
La FIFA, hasta ahora, estaba acostumbraba a mandar en todos los aspectos relativos al torneo. Llegaba al país, imponía su “república” y el resto estaba a su servicio.
La policía podía desalojar de una zona pública a los aficionados si el entrenador de turno decidía que desde ahí podían ver un entrenamiento a puerta cerrada, colapsar una ciudad con el paso de los autobuses de las delegaciones, o establecer a qué horas se podía circular por determinados accesos.
Pero en Brasil se ha encontrado con la compleja red que se encarga de la seguridad. Para ello debe poner de acuerdo a tres administraciones (el Gobierno Federal, el de cada Estado y el de cada ciudad sede), además de coordinar su propia seguridad privada con la que garantiza el orden dentro de estadios.
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Policías con armas desenfundadas listos para la acción son parte de las escenas que se viven en las calles de Brasil estos días. | CARLOS BORBÓN (CARLOS BORBON)
Un galimatías al que se ha añadido la intervención del ejército para contener los posibles desórdenes callejeros, una decisión de la presidencia del país a raíz de las manifestaciones que se produjeron hace un año con motivo de la disputa de la Copa de las Confederaciones.
De acuerdo al plan estratégico de 2011-12, la seguridad fuera del perímetro establecido, unos 500 metros, corresponde a las fuerzas del orden, mientras que dentro de este es ya parte del trabajo del Comité Organizador y la FIFA.
El problema es que los fallos han ido sucediendo sobre todo en el Maracaná, estadio más emblemático del torneo. Y todo, sin que aún se haya acercado la selección local.
En el primer partido disputado entre Argentina y Bosnia Herzegovina, el sábado 15 de junio, un centenar de aficionados albicelestes logró acceder al recinto tras romper una valla, hecho que negaron FIFA y COL hasta que las imágenes les obligaron a hablar.
Cuatro días después, casi un centenar de aficionados chilenos entraron a la fuerza en la sala de prensa y corrieron por ella lanzando al suelo cámaras y material en busca de una salida a las gradas.
El COI está pendiente de todo, pues en dos años en Rio de Janeiro serán los Juegos Olímpicos.