¿Le creo a Vladimir Quesada, a Mariano Torres, a Evaristo Coronado y a Marco Antonio Rojas? Los cuatro referentes de Saprissa nos dan pistas para entender por qué el monstruo del campeonato nacional sucumbe tan rápido en Concacaf.
Para qué engañarnos I
Muy lindo todo: el esfuerzo, los tramos de partido jugando de tú a tú, la irreverencia de jugadores como Gerald Taylor o Warren Madrigal, el marcador ajustado, el “sí se pudo” de Herediano, el “estuvimos cerca” de Saprissa, etcétera, etcétera.
Detrás de todos los consuelos, sin embargo, una realidad se asoma: a Saprissa muchas veces le alcanza con menos en el campeonato nacional (para bien y para mal). Le alcanza con menos intensidad, menos rigurosidad táctica, menos velocidad en el juego. Cuando de pronto se enfrenta a otro ritmo de juego (un escalón más arriba), titubea, falla en una jugada o dos, baja el ritmo por tramos y se ve superado, una vez más, en primera ronda de la Liga de Campeones de la Concacaf.
Lo admite entre líneas Mariano Torres, cuando sugiere que el campeonato costarricense les permite relajarse en algunos episodios de algunos juegos. Quizás se quedó corto: alguna vez podría prepararse un mate en campo propio, mientras el rival de turno espera al otro lado del paralelo Ecuador. Lo confirma Vladimir Quesada cuando detecta y reconoce que domingo a domingo no enfrentan la intensidad del Philadelphia Union.
Concacaf es otro nivel. Ahí se requiere un día casi inmaculado. Para qué engañarnos.
Para qué engañarnos II
A Saprissa le faltan jugadores para aspirar a un título del área. No lo digo yo, aunque comparto la idea, sino el histórico guardameta morado Marco Antonio Rojas. Un Saprissa comedido en sus fichajes, prudente, atinado en la estabilidad de su plantel y en la inversión justa para ganar el campeonato nacional -ni más ni menos-, ha campeonizado con planteles menos nutridos que Alajuelense o Herediano.
No pocas veces, después de una primera fase llena de altibajos, ha dado el golpe maestro en los partidos finales del campeonato gracias a su buen cierre, el acierto de su técnico, el empuje de su afición o eso que llaman su ADN.
Nada de lo anterior significa un equipo con suficientes jugadores de jerarquía para pensar en el título de Concacaf.
Saprissa 2005: un lindo recuerdo
José Francisco Porras, Keylor Navas, Fausto González, Víctor Cordero, Rónald González, Gabriel Badilla, Reynaldo Parks, Jervis Drummond, Tray Bennett, Andrés Núñez, Juan Bautista Esquivel, José Pablo Fonseca, Randall Azofeifa, José Luis López, Saúl Phillps, Wálter el Paté Centeno, Christian Bolaños, Alonso Solís, Allan Alemán, Pablo Brenes, Gerald Drummond, Rónald la Bala Gómez, Álvaro Saborío.
No hace falta que los presente. ¿O sí? El de menos galones en su uniforme, ya no tenía campo libre en el hombro en ese Saprissa del Mundial de Clubes 2005, flamante tercer lugar del torneo.
¿Acaso no es posible un plantel semejante en la actualidad? En estos tiempos, ese Saprissa sería casi utópico: la mitad de sus futbolistas jugaría fuera del país, en los más variados destinos, como parte de la creciente exportación. En la evolución del mercado, a un muchacho le bastan dos o tres torneos de medio ver para ir a Europa o la Conchinchina. Inevitable.
Mexicano y estadounidenses, en cambio, cada vez se arman mejor. Después de perder el boleto al mundial de clubes 2005, los equipos aztecas se tomaron en serio la Liga de Campeones de la Concacaf y no han dejado nada nadie. Desde entonces contamos 17 campeones mexicanos y un estadounidense.
Ahora, para colmos, los equipos de la MLS también quieren su porción y como plantea Evaristo Coronado, la diferencia de plantilla es notoria al comparar a los clubes ticos con los de Norteamérica.
No nos engañemos; por algo le llamamos “gesta” a eliminarlos.
Postdata. Por supuesto, se les puede ganar, pero faltan bastantes cambios para que no sea una o dos veces de cada diez.