En Costa Rica, las ferias del agricultor representan mucho más que un lugar para hacer las compras semanales: son puntos de encuentro comunitario, donde el público sostiene una conexión directa con quienes trabajan la tierra mientras se preserva la venta de semillas criollas.
Empero, este modelo se ve amenazado por una combinación de problemas estructurales que afectan desde la disponibilidad de tierra y mano de obra hasta el ingreso de intermediarios que encarecen los productos. La permanencia de las ferias como las conocemos está en riesgo, a raíz de estos cuatro factores:
1. Menos productores dispuestos a cultivar
Cada vez son menos los agricultores que desean seguir en el campo. Las jornadas extenuantes, el alto costo de insumos y la competencia desleal con supermercados han llevado a que muchas personas abandonen el oficio, incluso vendiendo o abandonando sus tierras.
Según el informe Estado de La Nación 2024, Costa Rica ha enfrentado una transformación agrícola desde el siglo pasado. En 1990, 25 de cada 100 personas se dedicaban al sector agropecuario (incluyendo ganadería), y para 2023 la cifra se redujo a diez de cada 100.
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2. Relevo generacional inexistente
La edad promedio de los productores costarricenses ronda los 53,9 años, según el último censo agropecuario del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) realizado en 2014. Por lo general, sus hijos y nietos ya no están interesados en continuar con la labor agrícola.
Puesto a que las personas jóvenes tienen autonomía y derecho a elegir su profesión, muchos optan por carreras alejadas del campo. El desafío, según apuntan los especialistas del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), es lograr que las nuevas generaciones vean la agricultura como una oportunidad y no como rezago.
3. Intermediarios encarecen el producto
El ingreso de revendedores a las ferias ha desvirtuado su propósito, según agricultores consultados por Revista Dominical. Estos intermediarios compran barato a los agricultores y revenden sin mayor esfuerzo, sacando ganancias que no siempre se traducen en un pago justo para quienes siembran.
Un ejemplo claro es el del tacaco, que debería costar ¢2.400 el kilo, pero se puede encontrar hasta en ¢3.500 en los puestos de los intermediarios.
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4. Reducción de tierras agrícolas y efectos del cambio climático
Aunque el 36% del suelo costarricense se destina a la agricultura –según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)–, este sector ha permanecido desprotegido en lo que va del nuevo siglo.
Entre 1984 y 2014, hubo una reducción del 8,7% en el número de fincas, de acuerdo con el Censo Agropecuario del INEC. A esto se suman condiciones extremas como las que vive Guanacaste, donde las altas temperaturas y la escasez de agua obligan a muchos a dejar de sembrar.
En zonas como Poás de Alajuela y Tres Ríos de Cartago también ha caído la participación de productores en las ferias. La falta de apoyo técnico, acceso a crédito y tecnologías modernas agrava la situación. Para muchos agricultores, la única ayuda que llega es la “de Dios”.
El peso relativo de la agricultura en la economía disminuyó. Entre la década de 1990 y el periodo 2011-2021, su participación en el producto interno bruto pasó del 13% al 5%.
— Informe Estado de La Nación 2024