Benjamín Netanyahu tenía 26 años cuando le dijeron que su hermano mayor, Yonatan, había muerto.
El entonces expatriado israelita levantó el teléfono en Massachusetts, Estados Unidos, para escuchar la voz de su hermano menor, Iddo, contándole del percance.
Después de colgar, Benjamín –o Bibi, como fue apodado desde su infancia– tomó el volante por siete horas durante el 4 de julio de 1976 para hablar con sus padres en Nueva York.
“Anduve por el camino que llevaba a su casa, la cual tenía una gran ventana en el frente”, recordó el ahora primer ministro israelita en entrevista con The Guardian .
“Vi a mi padre yendo y viniendo por la sala. De repente, volteó su cabeza y me vio. Tenía una expresión de sorpresa pero inmediatamente comprendió y dejó salir un sonoro gemido. Luego, yo entré. Decirles a mi padre y madre fue aún más difícil que la muerte de Yoni”.
La muerte de Yonatan Netanyahu fue la única pérdida de los 190 soldados que Israel envió en la Operación Trueno , una misión de rescate que cambió el protocolo en situaciones de secuestro.
“Hace 40 años, las tropas israelitas impresionaron al mundo cuando lograron una misión aparentemente imposible: rescatar a más de 100 rehenes detenidos por terroristas afines a la causa palestina en el aeropuerto de Entebbe en Uganda”, escribió hace un año el historiador Saul David en el diario británico The Telegraph.
“Al ataque se le recuerda como uno de los mejores momentos de Israel, la razón por la que el entonces desconocido Bibi Netanyahu arrancó su carrera política, después de que su hermano Yoni, el único soldado israelita que murió en la operación, fue reconocido como un héroe nacional”.
La semana pasada, Bibi visitó Entebbe como parte de una gira para reactivar las relaciones diplomáticas con los países del este africano.
“Israel vuelve a África”, repitió durante las reuniones con políticos de Uganda, Kenia, Ruanda y Etiopía.
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Un secuestro

La mañana del 27 de junio de 1976, el vuelo 139 de la aerolínea Air France despegó de esa ciudad con 246 pasajeros y 12 tripulantes a bordo.
Antes de dirigirse a París, el avión recogió 58 personas en Atenas de Grecia.
A las 12:30 p. m., después de elevarse, el avión fue secuestrado por cuatro de los últimos pasajeros que desenvainaron armas automáticas y granadas: dos palestinos del Frente Popular para la Liberación de Palestina y dos alemanes –un hombre y una mujer– del grupo las Células Revolucionarias.
Los pasajeros intentaron mantener la calma. Cuando los secuestradores se identificaron como miembros de un comando palestino, “comenzaron a arrancarse los collares con la estrella de David y a tirarlos al piso”, escribe Saul David en su libro Operación Trueno: el vuelo 139 y el ataque en el aeropuerto Entebbe, la misión de rescate más audaz de la historia.
Los secuestradores desviaron la ruta a Bengasi en Libia, país que los recibió para rellenar los tanques de combustible. Durante las siete horas que estuvo el avión en tierra, los secuestradores liberaron a una mujer.
Tricia Martel era una enfermera que viajaba al funeral de su madre en Inglaterra. Martel manipuló a la terrorista alemana para que creyera que estaba teniendo un aborto y fue trasladada a un hospital libio.
Mientras Martel recibía asilo político por ser súbdita británica, el resto de pasajeros llegaba en la madrugada del 28 de junio a su destino final: el aeropuerto Internacional de Entebbe.
Uno de los líderes de los rehenes, Michel Cojot, se dirigió al director del aeropuerto mientras los movilizaban a una de las alas viejas del lugar. “No es fácil recibir a 257 personas de forma inesperada”, le comentó.
El director lo miró perplejo: “Pero yo les estaba esperando”, respondió, la primera señal de que su estacionamiento en Uganda no era fortuito.
Soldados ugandeses rodearon la terminal aérea. Finalmente, los rehenes cayeron en cuenta que el estado ugandés estaba brindando apoyo a los terroristas.
El 29 de junio, los secuestradores separaron a los judíos e israelitas del resto del grupo. Mientras eso ocurría, el dictador Idi Amin Dada –recién declarado presidente vitalicio de Uganda– visitaba a los rehenes para ver que estuvieran cómodos.
El 29 de junio, Amin pidió la liberación de 40 palestinos retenidos en Israel y otros trece presos políticos.
Amín aseguró que, de no cumplir la petición, los terroristas matarían a los rehenes a partir del 1 de julio.
Meses antes del secuestro, Israel había negado venderle armamento para atacar a Tanzania. Para vengarse, Amin expulsó a los israelitas del país e instaló al Frente de la Liberación Palestina en el antiguo edificio de la Embajada de Israel.
En Tel Aviv, mientras tanto, el ministro de Defensa Shimon Peres discutía que nunca antes un secuestro aéreo había tenido “apoyo explícito de ningún presidente, ejército o estado”.
51 minutos

Ese mismo día, el gobierno israelí convenció a Amin para que extienda el límite de sus demandas al 4 de julio.
Amin aprovecha la tregua para realizar un viaje diplomático a la República de Mauricio. Israel aprovecha la tregua para planear una operación de rescate.
El Ministerio de Defensa obtuvo información sobre la terminal y la identidad de los secuestradores del testimonio de los rehenes.
El primer ministro israelí, Isaac Rabin, planeaba cumplir con los términos de la negociación. Peres, con la información obtenida, planeaba un ataque sorpresa.
La aprobación de la Operación Trueno tardó tanto que los cuatro aviones de carga destinados para transportar a 190 soldados, 20 civiles y 10 vehículos (incluido un carro de marca Mercedes Benz, idéntico al que transportaba a Amin dentro de Uganda), recibieron las instrucciones en pleno vuelo.
Yoni Netanyahu, comandante de la operación, explicó a sus soldados las reglas de combate: no debían llamar la atención.
“Estamos rompiendo todas las reglas”, le respondió uno de ellos. “Podríamos estar superados en número, podríamos quedar vulnerables... no tiene sentido”.
“Tal vez no, pero no tenemos opción”, contestó Netanyahu. “Vamos a tener que leer y reaccionar a cómo se desenvuelva la batalla”.
La presión era enorme.
“Mi peor miedo no era recibir un disparo sino equivocarme”, aseguró Joshua Shani, piloto líder de la misión. “Piensénlo: ¿cuántas personas habrían muerto si yo me hubiera equivocado?”
La operación Entebbe duró 51 minutos. Fue tiempo suficiente para que el equipo aterrizara y, disfrazados de soldados ugandeses, fingieran que acompañaban a Idi Amin en su Mercedes Benz.
Los israelitas no sabían que, recientemente, Amin había sustituido su carro negro por uno blanco.
Un guarda detectó el engaño. Netanyahu murió intentando asesinarlo mientras el resto del ejército ugandés detectaba la presencia invasora. Sin planearlo, Netanyahu había arruinado su sigilo.
Los terroristas se defendieron con armas automáticas y granadas. Los soldados israelitas mataron a los siete secuestradores que cuidaban a 105 rehenes. El fuego cruzado mató a tres de ellos.
La habilidad técnica de Shani les permitió a los israleitas manejarse en el desconocido aeropuerto, improvisar la estrategia de regreso en una operación que se diseñó sin esos detalles.
Los israelitas aterrizaron en Uganda sin proyectar la potencia militar de los soldados de Amin.
Mientras los aviones de carga se dirigían a Uganda, el mismo primer ministro israelita había admitido que la posibilidad de salir victoriosos de Entebbe justificaba todos los riesgos: “Aún si tenemos 15 o 20 muertos (...) Estoy a favor de la operación”.
Después de que la misión regresó a Tel Aviv, el estado israelita recobró la confianza en su inteligencia militar, en la audacia de su causa contra el estado palestino.
El aplomo con que Israel se enfrentó a los terroristas se convirtió en un bastión político, asegura Davis: “Inspiró a que los gobiernos occidentales a concluir que la respuesta correcta en una situación de rehenes era no negociar con los terroristas y, en su lugar, atacar militarmente. Esto motivó a países como Francia y Estados Unidos a crear unidades especiales contra terrorismo”.
En su libro, Davis también rescata un testimonio posterior de uno de los rehenes que llegó sano y salvo a su hogar en Israel: “Fue un arma de doble filo. Nos salvaron pero no favoreció a Israel. Alejó la posibilidad de tener paz”.