El controvertido Comandante Cero, Edén Pastora Gómez, estaba recostado a un humilde moledero en una casucha en La Penca, un campamento de los contrarrevolucionarios de ARDE (Alianza Revolucionaria Democrática), en el lado nicaragüense de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua. Alrededor, un semicírculo de periodistas, camarógrafos y fotógrafos lo rodeaba y el enviado del Notiseis había comenzado la ráfaga de preguntas.
Era la esperada conferencia de prensa por la cual tanto comunicadores nacionales y corresponsales extranjeros viajaron desde San José hasta aquel punto en el margen del río San Juan. ¡Buum! Estallido, calor, luz incandescente, dolor. Así sucedió aquel miércoles 30 de mayo de 1984, pasadas las 6:30 p. m., el atentado de La Penca, el primer ataque terrorista en una conferencia de prensa en el mundo y uno de los episodios más violentos y sangrientos de la historia del Istmo.
Se escuchó una ráfaga de balas. Reinó el caos y el aturdimiento. Los relatos de los sobrevivientes en estos 40 años retratan una escena dantesca: cuerpos mutilados y desangrándose, personas desfiguradas, olor a carne y cabello quemados, quejidos y gente pidiendo ayuda, el piso lleno de barro y sangre… Algunos heridos, llenos de adrenalina, se abocaron a ayudar a aquellos que estaban en peores condiciones que ellos…
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La bomba hechiza, confeccionada con clavos, arandelas y tachuelas, entre otros elementos, fue accionada a pocos metros, con control remoto, por el terrorista argentino Roberto Vital Gaguine, infiltrado en la conferencia con la falsa identidad del fotógrafo danés Per Anker Hansen. Su objetivo primordial era eliminar al Comandante Cero.
Antes de seguir con la historia, un paréntesis con algo de contexto. Hay que recordar que Edén Pastora (1936-2020) salió de las fuerzas opositoras al somocismo en Nicaragua, se convirtió en uno de los más conocidos guerrilleros del sandinismo y se le recuerda por dirigir la toma del Palacio Nacional en Managua para liberar de 60 presos sandinistas, en agosto de 1978. Once meses después, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derrocó a Anastasio Somoza Debayle y tomó el poder. Ya en 1981, el Comandante Cero acusó al sandinismo de traicionar sus ideales revolucionarios, rompió con el movimiento y comenzó a combatirlo desde el sur del país bajo el nombre de Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE). La Contra era financiada por Estados Unidos con el fin de golpear a los sandinistas y sacarlos del poder, aunque Pastora rechazaba unirse al grupo contrarrevolucionario del frente norte nicaragüense y esto le trajo desacuerdos con la CIA (Agencia Central de Inteligencia de EE. UU.). Sus vaivenes, decisiones y posiciones políticas le generaron un nutrido grupo de enemigos.
La bomba en La Penca hirió seriamente al líder guerrillero, pero Pastora sobrevivió. Sin embargo, la explosión mató a ocho personas, entre ellos cuatro comunicadores y cuatro guerrilleros, e hirió a otras 22.
A causa de las serias lesiones murieron en La Penca la periodista estadounidense Linda Frazier, enviada por The Tico Times, y el camarógrafo Jorge Quirós Piedra, de Notiseis, entonces noticiero de Canal 6; días después falleció Evelio Sequeira Jiménez, asistente de cámara de Notiseis. Años más tarde, Roberto Cruz, de la agencia china Xin Hua, perdió la vida por secuelas dejadas por el acto terrorista.
Resultaron heridos los comunicadores Nelson Murillo, de Notiseis; José Rodolfo Ibarra, de Telenoticias; Edgar Fonseca, José Antonio Venegas y Miguel Sánchez, del diario La Nación; Carlos Vargas Gené y Juan Carlos Ulate, de La República; William Céspedes, de Radioperiódicos Reloj, y Gilberto Lopes, de AFP, así como los corresponsales extranjeros Tony Avirgan, Reid Miller y Susan Morgan, entre otros.
¿Dónde fue el atentado de La Penca?
En 1984, La Penca era un campamento de los contra revolucionarios en el lado nicaragüense de la frontera norte de Costa Rica.
FUENTE: LA NACIÓN || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
A Luis Alberto Monge (1925-2016), entonces presidente de la República (1982-1986), la trágica noticia lo tomó en España en un viaje propagandístico de la llamada Misión Verdad, luego de declarar en noviembre de 1983 la neutralidad perpetua, activa y no armada de Costa Rica. “Y a partir de entonces la postura oficial no intervencionista de Costa Rica fue ideal para una intervención encubierta en el conflicto nicaragüense. El 24 de marzo de 1984 se estrelló un avión que portaba armas, y los restos fueron recogidos por agentes de la CIA en Costa Rica (como John Hull) y por miembros del grupo de Edén Pastora. En 1984 había fuerzas de la Acción Revolucionaria Democrática (ARDE) operando en Costa Rica y la CIA les estaba haciendo llegar 400.000 dólares mensuales”, detalla un artículo académico de María C. Álvarez-Solar, publicado en Diálogos Revista Electrónica de Historia en el 2012.
Con la Contra operando en suelo tico a sus anchas, el estallido en La Penca azuzó las críticas hacia el Gobierno no solo dentro del país, sino también desde el extranjero. Curiosamente, el mandatario aseguró el 31 de mayo de 1984 en Madrid que sospechaba que los autores del atentado de La Penca eran “agentes del régimen nicaragüense infiltrados en el grupo guerrillero ARDE”.
Han pasado 40 años, centenares de artículos en medios de todo el mundo, muchos libros y películas, y diversas investigaciones periodísticas, legislativas y judiciales que llegan a un callejón sin salida o no prosperan, mientras los sobrevivientes no se cansan de contar su historia y acumulan cirugías para paliar las secuelas del acto terrorista y el crimen de lesa humanidad sigue impune. En estas cuatro décadas, nadie ha sido juzgado ni ha pagado por este atentado.
¿De dónde salió el terrorista de La Penca y cómo llegó a Nicaragua?
En la década de los años 80, el mundo seguía polarizado por la guerra fría. En la convulsa Centroamérica de entonces, se paseaban espías, mercenarios, oficiales de la inteligencia de Estados Unidos y Cuba… Sus fines nunca eran turísticos, sino que trataban de influir e inmiscuirse en las luchas políticas y sociales que se libraban.
Así llegó el guerrillero argentino Roberto Vital Gaguine al Istmo. Ese hombre nacido el 23 de junio de 1953, estuvo en Estados Unidos e Inglaterra por estudios y llevó clases de Medicina. Luego, se involucró en el Ejército Revolucionario del Pueblo de Argentina, guerrilla de orientación marxista que, por ejemplo, asesinó a Anastasio Somoza en Paraguay en 1980 como un “favor” para los sandinistas.
Según reveló The Miami Herald en agosto de 1993, el cubano Renán Montero, jefe de inteligencia sandinista a principios de los 80, le encargó diferentes “trabajos” a integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo de diversas nacionalidades, entre ellos estaba el guerrillero conocido como Martín el Británico –seudónimo nacido en su buen manejo del inglés–, que era nada menos de Roberto Vital Gaguine. Incluso, el joven fue entrenado en armas en Managua en una base militar sandinista.
La investigación del Herald se encargó de desenmascararlo: usaba un pasaporte robado al danés Per Anker Hansen, no era fotógrafo y se infiltró en el grupo de periodistas asistentes a la rueda de prensa con el fin de matar a Pastora. En su maleta como supuesto fotógrafo transportó la bomba.
Unas imágenes tomadas por el camarógrafo de Notiseis, quien resultó una de las víctimas mortales, pusieron la mira en él desde las primeras investigaciones, ya que mientras todos se acercan a Pastora, el argentino sale del lugar con el pretexto de que iba a orinar. Sin embargo, eso se entendió después. En las primeras horas luego del atentado, el terrorista se coló entre los heridos por atender, aunque solo tenía unos rasguños. Luego de salir del hospital en San Carlos, viajó a San José y desapareció. Nunca más se le volvería a ver.
La Fiscalía costarricense buscaba a un fotógrafo danés inexistente. Era un callejón sin salida. Luego de informaciones que apuntaron a Gaguine, el medio estadounidense usó el estudio de un perito experto para comparar las huellas dactilares del argentino al sacar su cédula de identificación en Argentina en 1972 y la que encontraron del falso Hansen las autoridades panameñas en un documento de 1982. La coincidencia era del 100%.
Para 1993, cuando la investigación periodística reveló su verdadera identidad, Gaguine ya había fallecido. Permaneció en Nicaragua hasta 1987; es decir, el perpetrador del crimen estuvo tres años más en el vecino país del norte; luego regresó a Argentina y como integrante del Movimiento Todos por la Patria murió calcinado el 23 de enero de 1989, en el asalto del cuartel de La Tablada, en las afueras de Buenos Aires, según se cuenta en el libro Gorriarán: La Tablada y las “guerras de inteligencia” en América Latina, de Juan José Salinas y Julio Villalonga.
Las revelaciones sacudieron a Costa Rica, que durante nueve años esbozó las más variadas hipótesis sobre el atentado que responsabilizaban al gobierno sandinista, a la CIA, a un supuesto sicario de Libia, al finquero estadounidense John Hull y al cubano de Miami Felipe Vidal… De hecho, estos dos últimos, supuestos colaboradores de la CIA, fueron involucrados en el caso, huyeron de Costa Rica y las solicitudes de extradición los siguieron por años.
Ante la publicación del Herald, la fiscalía en Costa Rica y la Asamblea Legislativa, donde había una comisión que investigaba el caso, reaccionaron con cautela en un primer momento y solicitaron las huellas y otros documentos a las autoridades de Panamá y Argentina. Cinco días después de la publicación del periódico estadounidense, el fiscal tico Jorge Chavarría Guzmán dudó de esa información, reportaron los medios nacionales. Incluso, en el 2008, la fiscal Alejandra Arce insistía en que no había evidencia de la muerte del asesino de La Penca.
Fue hasta cinco años después, en diciembre del 2013, que el Ministerio Público dio por agotada la investigación cuando las autoridades argentinas confirmaron que Roberto Vital Gaguine había fallecido en 1989. Esta conclusión, adelantada 20 años antes por The Miami Herald, surgió luego de que se le realizaron pruebas de ADN a los restos óseos del terrorista y se pidiera levantar la orden de captura internacional que se había girado contra él. Chavarría Guzmán, entonces fiscal general de la República, aseguró que el caso seguía abierto porque “hay autores intelectuales” que estarían en el extranjero, pero que en Costa Rica era “imposible avanzar”. Costa Rica persiguió por dos décadas un fantasma.
¿Quiénes son los autores intelectuales del atentado de la Penca?
Si se pregunta cómo un fotógrafo danés prácticamente desconocido llegó tan cerca de Pastora en épocas en que las suspicacias y sospechas estaban a la orden del día, la respuesta la dio el periodista sueco Peter Torbiörnsson, otro de los sobrevivientes del acto terrorista.
Luego de más de dos décadas de silencio, el hombre que fue corresponsal en la región para la radio y la televisión sueca se sinceró: él llevó al falso reportero gráfico a La Penca y aseguró que fueron el exministro del Interior de Nicaragua, Tomás Borge (1930-2012), y dos exjefes de la inteligencia de ese país (Renán Montero y Lenín Cerna), quienes ordenaron la muerte del Comandante Cero. Ellos serían los autores intelectuales del mortífero atentado.
Así lo reveló aquel testigo en la ampliación de su declaración inicial que hizo el 11 de marzo del 2008 en la Fiscalía de Trámite Rápido, en San José.
El sueco simpatizaba con la causa sandinista y se convirtió en un periodista “cercano” a algunas de las figuras del FSLN. A la Fiscalía le detalló que Renán Montero, jefe cubano en la Inteligencia nicaragüense, le preguntó si él podía llevar al fotógrafo danés Per Anker Hansen a Costa Rica para hacer contactos, a lo cual el sueco accedió e incluso se hospedaron en el mismo hotel (Gran Vía) en San José. ¿Y nunca tuvo sospecha alguna del danés? Sí, pero curiosamente no dijo nada. En una entrevista que le dio a José Adán Silva, publicada en abril del 2008 en el periódico nicaragüense Nuestro Diario, dijo que siempre sospechó que Hansen “fue mandado por los sandinistas en una misión de espionaje”. De esta forma entró el Caballo de Troya en la conferencia de prensa que segó vidas y dejó heridas que aún no cierran por completo.
Después de callar tantos años y motivado por la culpa, Torbiörnsson no ha parado de repetir esta historia desde el segundo lustro de los años 2000. Incluso, informó que ese 2008 puso una denuncia ante la Procuraduría de los Derechos Humanos en Managua, en la que acusaba a Borge, Montero y Cerna por crímenes de lesa humanidad. La acusación no pasó del papel.
Consultado en ese momento acerca de la versión que dio Torbiörnsson, el Comandante Cero le aseguró a La Nación que no lo sorprendía lo contado por el sueco y, más bien, lo incriminó: Pastora dijo que fue el periodista europeo quien se encargó de hacer el estudio de cómo vivía él “para realizar el operativo”. Es más, sostuvo en la conversación con el diario nacional que el comunicador trabajó en conjunto con Gaguine y sabía que era un terrorista a las órdenes de la inteligencia de Nicaragua. “Me dijo que lo utilizaron, pero la verdad es que no. Él no aguanta su conciencia”, agregó.
Aunque la denuncia nicaragüense no fructificó, lo que sí sucedió es que la versión de Torbiörnsson dio origen al documental El último capítulo: Adiós Nicaragua (2010), una producción de 101 minutos que ha ganado premios como el de mejor documental, tanto en el Festival de Sevilla como en Nordisk Panorama y se ha presentado en diferentes ocasiones en Nicaragua y Costa Rica.
El sueco sostiene que fueron los sandinistas los responsables del atentado de La Penca. “En los años 1987 o 1988 me acerqué al entonces presidente Daniel Ortega, cuando estaba de visita en Suecia, y le pregunté sobre si era cierto que los sandinistas estaban involucrados. Me parecía que Daniel no sabía nada, pero él prometió averiguar. Antes de las elecciones de 1990 estuve con Ortega en Managua y él llamó al jefe de inteligencia sandinista, Lenín Cerna, y en presencia mía y de Ortega confirma que ellos habían ocasionado el problema ahí, en el río San Juan”, explicó a este medio en setiembre del 2011.
Como pruebas, la película ofrece la confirmación de Luis Carrión, quien fungió como viceministro del Interior nicaragüense entonces, así como la versión de Jorge Masetti, exagente de los servicios cubanos de inteligencia, de que el artefacto lo estalló Gaguine con órdenes del Ministerio del Interior, que estaba a cargo de Tomás Borge.
De hecho, ya desde el informe especial de The Miami Herald en 1993, un teniente coronel retirado del KGB había develado, como parte de una conversación acerca del colapso de la Unión Soviética, que los agentes soviéticos en Managua y La Habana informaron que la explosión fue causada por los sandinistas.
Desde el 2005, el Colegio de Periodistas de Costa Rica presentó una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por la impunidad en el atentado de La Penca. Fue hasta el 2018 que el órgano de la Organización de los Estados Americanos la acogió.
Cuatro décadas después, muchos de los protagonistas de esta historia de terrorismo, espionaje, revanchas y dolor a personas en ejercicio de su profesión han muerto. Sin embargo, la esperanza en la justicia sigue viva. Cada año, los sobrevivientes le recuerdan al mundo que la impunidad hace más daño que las secuelas que les causó la bomba aquella fatídica conferencia de prensa en la noche del miércoles 30 de mayo de 1984. Para muchas nuevas generaciones de periodistas y de costarricenses, esta historia parece una novela o el guion de una serie de un servicio de streaming; esta es una de tantas ocasiones en que la realidad supera a la ficción.