El domingo 13 de junio del 2013, a las cuatro de la tarde, el presidente de la inmensa y creciente República Popular China, Xi Jinping, se sentó por un momento para tomarse un cafecito. Café se toma en cualquier parte, pero “cafecito” solo en Costa Rica, y especialmente en Santo Domingo de Heredia. Era la finca de Marco Tulio Zamora y Ruth Calvo, vecinos de barrio El Socorro.
“Hoy he probado un café muy bueno. En la noche, durante la cena, se lo diré a la señora presidenta”, dijo el presidente Xi, según consignó La Nación . Ese día, Xi Jinping cenaría con Laura Chinchilla; apenas era la segunda vez que un mandatario de la segunda economía más grande del mundo visitaba nuestra patria.
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Desde que había venido su antecesor, Hu Jintao, en el 2008, China se había transformado; no se ha detenido. Costa Rica también y, entre ambos países, los términos de la amistad han cambiado.
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Es difícil decir que estamos lejos de China porque China está en todas partes. La gran familia costarricense incluye, sin duda, abundante herencia china: forman parte de nosotros en San José, en Puntarenas, en Limón y donde sea.
Pero el siglo XX fue muy convulso, y para China mucho más. Y por décadas, en el terreno diplomático, la estrecha vecindad de Costa Rica con China se agitó con la misma tensión que el resto del mundo conoce bien. En los albores de las hondas transformaciones del gigante de Asia, Costa Rica firmó con China su primer “tratado de amistad”. Cuando ocurrió la guerra civil, en 1949, China se partió en dos: la comunista, bajo el mando de Mao Zedong en el continente; y la capitalista, establecida en Taiwán.
Costa Rica optó por mantener la relación con la República de China en Taiwán, desde entonces considerada provincia rebelde por la República Popular China.
Desde entonces, el gigante despertó y, desde inicios del nuevo mileno, ha atraído las afinidades diplomáticas, económicas y culturales de docenas de países alrededor del mundo, hasta aquellos que se habían volcado inicialmente por Taiwán.
El 1.° de junio del 2007, el presidente Óscar Arias Sánchez firmó en Beijing el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países; seis días después, lo anunció a Costa Rica.
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“Esta decisión no obedece a ningún viraje ideológico ni a razones de geopolítica o intereses coyunturales; es un acto de realismo elemental, es un despertar al contexto global en que nos toca desempeñarnos”, afirmó el presidente a La Nación .
Cuando Costa Rica rompió 60 años de relaciones con Taiwán, empezó una nueva era: el presidente Hu Jintao vino a sellar la alianza en el 2008 y Xi Jinping a reforzarla, en el 2013.
Todo en sus visitas ha sido monumental: el Boeing 747 en el que vino Hu Jintao, el aparato de seguridad, la expectativa, los gestos.
En la primera visita oficial de un presidente chino a Centroamérica, Hu Jintao, por ejemplo, vino con 110 pasajeros, regalando 1.000 bicicletas y 10.000 bolas de fútbol para escolares el 17 de noviembre del 2008 . En la Asamblea se debatió si dar asueto o no ( no prosperó ); los medios se preguntaban cómo cubrir semejante visita. ¿Qué significaba?
Cuando vino Xi Jinping, ya el Tratado de Libre Comercio entre ambos países tenía historia. Las expectativas eran otras: China domina el horizonte económico del mundo por completo, y la influencia de su soft power se siente en todas partes.
Aquella tarde en Heredia, Xi Jinping les comentó a los Zamora que un proverbio chino dice que la armonía en la familia atrae prosperidad. Hablaba de café, pero quizá también de los dos países.