Durante los días 27 y 28 de octubre de 1989, en los últimos meses de la primera administración de Óscar Arias Sánchez (1986-1990), se celebró en Costa Rica una cumbre hemisférica con la asistencia de presidentes y primeros ministros de Estados Unidos, Canadá y el resto de América Latina y el Caribe.
Entre los invitados –todos hombres– figuraban políticos como George Bush de Estados Unidos, Brian Mulroney de Canadá, Carlos Menem de Argentina, Rodrigo Borja de Ecuador, Virgilio Barco de Colombia, George Price de Belice y Julio María Sanguinetti de Uruguay.
Sin duda, el ausente más célebre en esa cumbre fue Fidel Castro, quien declaró que cuando Arias Sánchez “habla conmigo es de lo más amistoso. No le parece un pecado mortal hablar conmigo. Ahora va a haber una reunioncita en su país y me hace el honor de excluirme”.
Guerra Fría
Tal cumbre, que compitió en atención mundial con la boda de Diego Armando Maradona, fue la primera de su tipo en reunir en el país a tantas figuras políticas. Pese a esto, los investigadores sociales apenas si la mencionan, quizá por no apreciar debidamente que su realización ocurrió en un momento fundamental de la Guerra Fría y se conectó estratégicamente con procesos históricos locales, regionales y globales entonces en curso.
Para empezar, la cumbre se efectuó apenas unos días antes de que el 9 de noviembre de 1989 empezara a ser derribado el Muro de Berlín que, desde el inicio de su construcción en agosto de 1961, se había convertido en un símbolo de la división entre el mundo comunista y las democracias occidentales, y de la competencia por el poder a nivel internacional entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Igualmente, la cumbre, que estuvo caracterizada por fuertes ataques en contra de Daniel Ortega –entonces como ahora presidente de Nicaragua–, se llevó a cabo apenas unos meses antes de que el 25 de febrero de 1990 Violeta Chamorro, candidata de la Unión Nacional Opositora, ganara las elecciones presidenciales nicaragüenses, triunfo que supuso el final de la Revolución sandinista (1979).
Asimismo, la cumbre tuvo lugar casi dos meses antes de que el 20 de diciembre de 1989 Estados Unidos invadiera Panamá y derrocara al general Manuel Antonio Noriega, en lo que se constituyó en la última intervención militar estadounidense en el exterior realizada en el contexto de la Guerra Fría.
Paz
En términos propiamente del Gobierno de Costa Rica, la cumbre supuso un espaldarazo continental –con las resistencias del caso por parte especialmente de Bush– al plan para pacificar Centroamérica impulsado por Arias Sánchez, que le valió al mandatario costarricense el Premio Nobel de la Paz en 1987.
Más localmente, la cumbre sirvió para inaugurar la plaza de la Democracia y conmemorar el controversial centenario del nacimiento de las prácticas democráticas en Costa Rica, ya que el 7 de noviembre de 1989 se cumplían cien años del levantamiento popular de 1889.
Organizado por la oposición política a la administración liberal de Bernardo Soto Alfaro (1886-1890), tal levantamiento posibilitó que los adversarios del gobierno –con el apoyo de la Iglesia católica– consolidaran la victoria que acababan de obtener en las urnas y dieran en la práctica un incruento golpe de Estado.
Si bien este polémico centenario originó interesantes debates entre los historiadores de entonces, su conmemoración en el contexto de la cumbre hemisférica permitió contrastar estratégicamente la democrática Costa Rica con la Nicaragua sandinista y el Panamá de Noriega.
Libertad
Dicho contraste fue aprovechado por el Partido Liberación Nacional, cuyo candidato Carlos Manuel Castillo se enfrentaba a Rafael Ángel Calderón Fournier, aspirante del Partido Unidad Social Cristiana, para sugerir que este último apoyaba secretamente al “dictador” Noriega.
En tales circunstancias, fue que Sanguinetti expresó la frase emblemática de la cumbre: “donde hay un costarricense, esté donde esté, hay libertad”, cuyo potencial anticomunista fue debidamente aprovechado por los líderes, partidarios y simpatizantes del mundo libre.
Finalizada la Guerra Fría, las inspiradas palabras de Sanguinetti –parafraseadas por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, durante la visita que hizo a Costa Rica en mayo del año 2013– demostraron ser perfectamente adaptables a la publicidad de la Salsa Lizano.