El 12 de agosto de 1919 Federico Tinoco Granados dejó Costa Rica para no volver nunca más. Tinoco encabezó junto con su hermano la que se considera la única dictadura militar que tuvo Costa Rica en el siglo XX.
Su salida del gobierno fue antecedida por la muerte de su hermano José Joaquín Tinoco Granados, solo dos días antes de su partida.
Las condiciones por las que llegó a huir del país se gestaron en los dos años de su gobierno, que inició con un golpe de estado. En 1920 se aprobó la “Ley de nulidades” que invalidaba las directrices y hasta la constitución nueva que elaboró Tinoco mientras ocupó el poder.
A 100 años del final de la última dictadura costarricense, el recuerdo de Tinoco sigue siendo un tabú dentro de la política nacional. ¿Se le puede considerar un presidente? ¿Tuvo algún legado positivo al país?
Memoria
En el libro El legado de los conquistadores (1993), el sociólogo Samuel Stone caracteriza a Costa Rica como la república centroamericana que ha tenido menor cantidad de mandatos de dictadores. Él identificó los gobiernos de Tomás Guardia (1870 – 1882) y de Federico Tinoco Granados (1917 – 1919), como los únicos que se pueden llamar dictaduras.
En cualquier libro de estudios sociales o incluso entre los registros del Tribunal Supremo de Elecciones tanto Guardia como Tinoco aparecen como presidentes, aunque llegaron al poder por la vía militar y tuvieran actitudes despóticas.
La figura de Tinoco es mucho más recordada como dictador por haber quitado del poder al presidente Alfredo González Flores, del que Tinoco era ministro.
El otro factor para llamarle dictador fue que varios de sus opositores fueron reprimidos, incluso asesinados. El recordado maestro Marcelino García Flamenco, se presentó en el diario Herald Star de Panamá en 1918 para denunciar que el gobierno de Tinoco era responsable de la muerte de figuras como Rogelio Fernández Güell, Carlos Sanchos, Jeremías Garbanzo, Ricardo Rivera, Salvador Jiménez y Joaquín Porras.
García Flamenco regresó a Costa Rica y eventualmente murió asesinado por las fuerzas armadas.
No extrañaría que esta sea la primera vez que muchas personas hayan leído los nombres de estos fallecidos. En Costa Rica, la referencia de la dictadura es diferente a la países latinoamericanos como Guatemala, Argentina y Chile, con agrias y aún recientes memorias de violentas dictaduras militares. En esas naciones, la demanda de justicia sigue viva en las calles.
La dictadura de los Tinoco es lo más cercano que tiene Costa Rica a esos hechos, aunque no son conmemorados anualmente, ni son parte del debate público, como sí ocurre en otros lares.
Estrategia
“Llamarle dictadura ese gobierno fue una estrategia política de Alfredo González Flores”, afirma el historiador Óscar Aguilar Bulgarelli.
El historiador –quien curiosamente es primo tercero de González Flores– publicó en el 2008 el libro Federico Tinoco Granados... En la historia. En el texto se encuentran reproducidos documentos en los que González Flores se comunicó con el canciller estadounidense Robert Lansing, secretario de Estado, en los que caracterizaba a Tinoco como un dictador y “un traidor” de la patria.
Alfredo González guardaba un gran resentimiento a Federico Tinoco, quien fue su ministro de guerra y responsable del derrocamiento del presidente herediano.
Para comprender cómo llegó Tinoco al poder hay que conocer las dificultades que encontró González como mandatario. En la historia del país, estas dos figuras son inseparables.
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González tuvo un gobierno difícil, pues en 1914, solo unos días después de llegar al poder, estalló la Primera Guerra Mundial, la cual afectó profundamente la economía costarricense.
Según el libro de Aguilar, el 78% de las arcas del Estado Costarricense provenían de los impuestos aduaneros y al detenerse la compra de café por parte de los ingleses, el país se quedó sin recursos.
Alfredo González decidió entonces crear nuevos impuestos a tierras ociosas, impuestos sobre la renta y crear una banca estatal que beneficiara a los agricultores. Estas medidas lo dejaron una posición impopular ante las élites oligárquicas del país.
Para rematar, el presidente González vetó el contrato Pinto-Greulich de explotación petrolera que era impulsado por varios expresidentes. Uno de ellos era Máximo Fernández, quien por ese entonces era presidente del Congreso y quien aprovechó un tecnicismo para lograr que el proyecto fuese aprobado.
Esta movida de poder dejó golpeado a Alfredo González, quien era parte del mismo partido que Fernández, pero sin un caudal político similar. Valga mencionar que González llegó al poder dado que Máximo Fernández y el candidato Carlos Durán renunciaron a la carrera presidencial. Así, González era llamado “Primer Designado a la Presidencia” y no todos lo veían como un presidente “de verdad”.
Sus dudas a la hora de responder si le gustaría elegirse presidente en periodos consecutivos solo terminó de complicar su imagen pública.
Apoyo popular
El golpe de Estado que recibió Alfredo González Flores el 27 de enero de 1917 siempre le ha sido atribuido a Federico Tinoco y así fue.
Según el libro Los Tinoco de Eduardo Oconitrillo, Federico Tinoco ya había levantado rebeliones en contra de los gobiernos de Ascensión Esquivel Ibarra (en 1902) y Cleto González Víquez (en 1906). Pero en 1917 sus intenciones de remover al presidente tuvieron un impulso distinto: el apoyo popular.
Los políticos, las élites, los diarios y las fuerzas armadas apoyaron el golpe de estado. Tinoco se volvió un líder de facto.
“En la historia no solo es importante juzgar los hechos, sino a las personas, lo que pensaban y por qué lo pensaban”, anotó el historiador Óscar Aguilar Bulgarelli. En su libro y en entrevista, mantuvo su misma impresión: la actuación de Tinoco no se puede justificar, pero sí se puede comprender que llegó hasta ahí con facilidad y un gran apoyo.
Lo que siguió después fue la convocatoria de una consituyente, para la creación quizá de uno de los puntos más polémicos del mandato de Tinoco: la constitución de 1917.
“Al ver a Tinoco como un dictador, se utiliza la constitución de 1917 para señalar su sed de poder, cuando esta fue una de las constituyentes más importantes del país, con verdaderos notables”, señaló Aguilar Bulgarelli.
Expresidentes como Rafael Yglesias, Ascensión Esquivel, Cleto González, Carlos Durán y Bernardo Soto aceptaron la invitación de Tinoco para evaluar el documento.
Luego de la nueva constitución se llamó a elecciones para el 11 de abril a las que solo se presentó Tinoco: ganó con 61.214 votos.
La rebelión
El primer año de la administración Tinoco fue cuestionado constantemente por no tener el reconocimiento de Estados Unidos. Esto desató una crisis diplomática, en tanto los representantes de EE.UU. en el país transmitían alarmantes noticias hacia el norte.
Sabiendo esto, Gonzalez Flores inició una exitosa campaña contra “el gobierno de los Tinoco” como se les llamaba. A la administración le tomó no menos de un año para que se les recibiera en Estados Unidos a explicar su versión de los hechos, pero no fue suficiente.
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En febrero de 1918 empezó la rebelión contra los Tinoco.
El diputado Rogelio Fernández Güell, un amigo cercano de Alfredo González Flores, inicia los primeros movimientos en contra de Tinoco. Fernández Güell es herido de muerte por el ejército, Marcelino García cuenta lo sucedido en Panamá y los maestros se unen a la rebelión.
La falta de crecimiento económico y de nuevo, las negativas para consolidar un contrato de explotación petrolera dejaron en jaque al gobierno de Tinoco.
Un ejército rebelde se instala en el Sapoá, al sur de Nicaragua y cerca de la frontera norte del país, haciendo creer que una intervención estadounidense era inminente.
Así como le ocurrió a Alfredo González Flores, los intereses económicos de Estados Unidos y la voz del pueblo despojaron a Federico Tinoco de su poder.
El resto es ya conocido: José Joaquín Tinoco fue asesinado en las cercanías de su casa en barrio Amón y dos días después Federico huyó a París para nunca más volver (murió en Europa en 1931).
¿Un dictador?
Aguilar Bulgarelli dice que más que un dictador, Tinoco fue un líder constitucional, legítimo, pero con actitudes dictatoriales hacia el final de su administración.
“Lógicamente el ataque a la población y hechos sangrientos como el asesinato de Marcelino García Flamenco dejan claro que el gobierno no solo trataba de contener las rebeliones sino que daba libertad al ejército para silenciar a sus opositores”, apuntó Aguilar.
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Según el historiador, la idea de que era un dictador fue repetida para anular la constitución de 1917 y los contratos suscritos por Tinoco. Además, afirmó Aguilar, verle como dictador beneficiaba a quienes querían rescatar la figura de Alfredo González Flores.
Las luchas contra el tinoquismo son recordadas en una escultura en el Paseo de los Estudiantes en San José, inaugurada a finales de abril de 2016. La escultura de Édgar Zúñiga muestra a tres estudiantes: dos jóvenes del Liceo de Costa Rica cerrando filas y una joven del Colegio Superior de Señoritas con el puño alzado.
El retrato
Quizá uno de los momentos más recientes en este debate fue cuando en 1994 el entonces diputado y presidente legislativo Alberto Cañas Escalante pidió que se retirara el retrato de Tinoco del Salón de Expresidentes de la Asamblea Legislativa. Don Beto había fundamentado la decisión señalando que hubo leyes que anularon el gobierno de Tinoco, aunado al sentimiento de que se trataba de “un traidor”.
El retrato de la discordia había llegado al Salón de Expresidentes en 1992, por iniciativa del entonces presidente del Congreso, Miguel Ángel Rodríguez (quien fuera luego presidente constitucional de 1998 al 2002).
La decisión de Alberto Cañas se mantuvo por 16 años. En el 2005, el diputado Marco Tulio Mora, del Partido Unidad Social Cristiana, promovió colocarlo de nuevo, aunque no logró conseguir apoyo suficiente.
Haciendo cabildeo, el diputado liberacionista Federico Tinoco Carmona, pariente de Tinoco Granados, logró su cometido en el 2010. En julio de ese año se colocó de nuevo el retrato y ahí ha estado los últimos 9 años; aunque al momento de finalizar este artículo, el cuadro se encontraba en restauración.
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Cuando está colgado en el Salón de Expresidentes, el retrato de Tinoco es fácil de encontrar. No solo está al lado de Alfredo González Flores, figura que reconoce cualquier costarricense que haya tenido un billete de ¢5.000 en la mano. También es fácil dar con él porque –a diferencia de muchos de los gobernantes que le rodean–, Tinoco sonríe.