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Escribir esta nota es remover los recuerdos, es pensar en mi Lupe, es volver a sentir con más fuerza un dolor que no se ha ido y del que he hablado poco. Pero también es el recordatorio de que la vida sigue y de que en este mundo hay personas de buen corazón que se dedican a su trabajo no solo por el hecho de cumplir con una responsabilidad, sino que lo hacen por una vocación envidiable, entregándose al máximo por amor y por pasión sin esperar nada a cambio.
Cuando perdí a mi Lupe a inicios de este año fueron las y los enfermeros del Hospital San Juan de Dios -cuando mi familia no pudo estar conmigo- quienes sostuvieron mi mano por las noches mientras estaba internada, fueron los que me llevaron agua cada vez que lloraba en silencio, quienes me acariciaron el cabello cuando desperté después de dos cirugías y quienes me decían: 'Mamita, tranquila, todo va a salir bien" siempre que me desmoronaba.
Aunque ahora no recuerdo sus nombres, nunca voy a olvidar la compañía que me dieron y el apoyo que me brindaron pese a que siempre estaban ocupados en mil cosas. Nunca hubo un no por respuesta, un mal gesto o una desatención por parte de ellos, siempre estuvieron para mí y para las otras mujeres que estaban también internadas por diferentes razones.
Esa pasión por ayudar a los demás no todos la tienen, para trabajar en un centro de salud son necesarias muchas cualidades, una de ellas es la empatía. Esta empatía es la que me demostraron en el San Juan de Dios, es la que tienen las enfermeras de salud mental que acompañan a los enfermos de covid-19, es la que tienen cientos y cientos de trabajadores de la salud que ahora más que nunca se entregan todos para paliar la emergencia nacional.
Es esa empatía la que demuestran también en el área de Ginecología y Obstetricia del Hospital Escalante Pradilla cada vez que la ilusión de un nacimiento se convierte en un momento devastador cuando los bebés fallecen. Cuando esas mamás llenas de esperanzas las pierden todas, cuando uno como mujer vive uno de los dolores más fuertes de la vida: perder a un hijo.
Cajitas de amor
Liderados por la enfermera obstetra Mariana Méndez, quien tiene 14 años de laborar en la Caja Costarricense del Seguro Social, en el centro médico de Pérez Zeledón, todo el equipo de Ginecología y Obstetricia decidió ir más allá y acompañar en el sentimiento de dolor profundo a esas mamitas que no saldrán del hospital cargando a sus bebés en brazos.
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El equipo de profesionales decidió buscar cómo brindar un abrazo de apoyo más allá del que se da con los brazos e ideó una manera de calmar un poco el dolor y así es como ellos les entregan a las mamitas que perdieron a sus bebés una cajita llena de amor, de recuerdos y de buenos deseos.
Se trata de un cofre pequeño de madera de color blanco, adentro tiene una carta con el sentido pésame de los funcionarios, las pulseras de identificación, así como un ángel bordado en representación del bebé, un frasquito de vidrio con otro ángel de resina en miniatura, el libro de control prenatal, además de un rosario de color rosado o celeste dependiendo del credo religioso y cuando se puede, las huellas de las manos y pies del bebé.
“Esto nació tras ver a las mamás que se van con las manos vacías, que es algo que lamentablemente pasa y muchas veces se sale del alcance de nuestras manos como personal de salud que un bebito fallezca”, explicó Méndez.
“Cuando esto sucede se cierra el expediente y ahí quedó el asunto, la mamá se va sin su hijo y nosotros como personal de salud queremos decir muchas cosas, pero a veces no es el momento indicado, las circunstancias no se prestan o simplemente nos cuesta mucho expresar nuestros sentimientos porque nosotros también sufrimos cada vez que un bebé muere. Usted verá a los compañeros que cada uno en su rinconcito está llorando porque el peso de la situación nos alcanza y nos identificamos con las señoras”, agregó la enfermera.
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Los funcionarios saben a la perfección que nada ocupará el lugar del bebé, pero ellos desean darle un detalle de amor a las madres en su momento de dolor, esta es la principal razón de los cofres.
“Mamita, no llores mi ausencia que desde hoy soy un angelito más que cuida de ti desde el cielo. Que Dios te dé fuerzas para salir adelante”, reza el mensaje que se le entregó a una madre cuando perdió a su bebé hace unos meses.
Estos cofres son financiados por el personal que trabaja en las áreas de partos, maternidad y ginecología; ellos hacen una colecta para comprar los materiales y pagar a hacer tanto las cajitas de madera como los angelitos y cada vez que se van quedando sin los recuerdos vuelven a hacer una colecta para tener siempre a disposición. Las cajitas están listas, pero los detalles son personalizados para cada situación, algunas veces se pueden pintar los cofres de color celeste o rosado, según sea la ocasión, y además los compañeros del turno cuando sucede el fallecimiento se encargan de tomar las huellas de los bebés para imprimirlas en las tarjetas.
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Este detalle se les entrega a las mamás que han perdido a sus bebés con más de 22 semanas de gestación, pero también a las otras madres cuyos hijos fallecieron antes de ese tiempo se les da otro regalo especial que consiste en una tarjeta con una botella de vidrio y el angelito pequeño en resina.
“Una vez le dimos un cofre a una mamá ya grandecita que tenía como 43 años, que no tenía hijos y perdió al bebé. Dentro de lo que cabe en medio de una situación así, se le hizo un detalle hermoso y ella se fue muy agradecida”, recordó Méndez.
Tanto para ella como para sus compañeros no hay mayor retribución que ver a las mamás sentir una muestra de cariño y de apoyo en una situación tan difícil. “En ese momento ellas se aferran al recuerdo con un amor inexplicable”, agregó la enfermera.
Otro pasaje que recuerda con mucho cariño la enfermera es el que vivieron con una mujer en condición de indigencia.
“Ella perdió a su bebé y nosotros al igual que hacemos con todas las mamás, le entregamos el cofrecito. No sabíamos cómo iba a reaccionar, si le iba a gustar o si lo iba a dejar botado en el basurero a la salida, pero nos sorprendió muchísimo verla muy agradecida, llorando y llevándose el cofre con los recuerdos de su bebé como si fueran un tesoro”, agregó Méndez ya con la voz entrecortada durante la entrevista.
Un soporte cuando más se necesita
Volvemos al tema del soporte que significan estos funcionarios que hacen con amor su trabajo.
Las y los enfermeros están 24 horas los siete días de la semana acompañando a los pacientes, cambian de turno pero recuerdan con determinación cada caso, cada situación y muchos se esmeran mucho más allá de lo que su trabajo les implica.
En el caso de los salones de maternidad y ginecología cuando hay un nacimiento se permite el acompañamiento de una persona, ya sea el papá del bebé, un amigo o un familiar de la nueva mamá, pero en estos tiempos de pandemia los protocolos han cambiado, así que los profesionales de enfermería se han volcado todavía más a ser un soporte para las pacientes.
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“La enfermera es uno de los pilares fundamentales porque se destaca por la cercanía con los pacientes. Incluso, cuando las mamás están acompañadas y pierden a sus bebés, también tenemos que apoyar a quienes las acompañan. Muchas veces hay que darles contención a los dos porque por lo general una sala de maternidad es un lugar de mucha alegría, esperanza y felicidad, pero en ocasiones se ven truncadas y no hay explicación de por qué”, concluyó la especialista.
De acuerdo con la enfermera, en el último trimestre se han entregado cinco cofres. “Son muchos más los momentos de alegría, pero no deja de ser importante también apoyar a las mamás que no pudieron tener a sus bebés en sus casas”, finalizó la enfermera.
Una vez más es necesario darle un agradecimiento sincero a todo este personal que se entrega con pasión a ayudar a los demás sin el ánimo de conseguir algún reconocimiento por ello. ¡Gracias a ustedes que nos cuidan y luchan todos los días por sus pacientes!