Pacifismo, pacifismo, pacifismo. Luis Diego Jiménez no se cansa de repetir una palabra elemental en su trabajo.
“Nosotros debemos fomentar las aplicaciones, el desarrollo y la investigación de la energía atómica con fines pacíficos. Siempre pacíficos”, subraya.
Desde su escritorio, ubicado en una oficina en Zapote, don Luis habla sobre su trabajo como parte de la Comisión de Energía Atómica de Costa Rica, un grupo de trabajo que pocos ticos imaginarían su existencia.
“Es una emoción tremenda. Muchos no saben que existimos, pero estamos haciendo una labor constante por la seguridad del país. Un trabajo que, ahora que salió la película sobre el físico Robert Oppenheimer, nos pone en relieve”, asegura. Con la discusión que ha generado el filme Oppenheimer (2023), don Luis es contundente: “lo que nos corresponde es explicarle a la gente qué hacemos y qué se puede hacer con esta tecnología”.
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La cabeza de la gestión
Químico de profesión, don Luis encontró su pasión por estos temas desde que era un muchacho que descubría el mundo. En el colegio se enamoró de los compuestos, las reacciones y todo ese mundo que gira en torno a la tabla periódica de los elementos.
Quería más y así lo hizo. Se graduó como bachiller de Química de la Universidad de Costa Rica (UCR), se fue a estudiar una maestría en esta disciplina en la Universidad de Alberta, Canadá, y cuando le ofrecieron un trabajo como profesor, puso un alto: se dijo a sí mismo que no quería quedarse sin la experiencia del laboratorio, por lo que volvió a Costa Rica y se convirtió en investigador de la UCR. Allí fue feliz durante décadas.
Eso sí: justo el año pasado, en el 2022, la anterior directora de la Comisión de Energía Atómica se jubiló, por lo que se abrió la plaza de un puesto “curioso”, según palabras de Jiménez; un rol que pocas personas pueden tener y que aseguraba un nivel de compromiso gigantesco.
Don Luis concursó para ser el nuevo director de la comisión y, desde hace un año, es feliz en un cargo que, asegura, no es el de un químico tradicional. “Ser director significa ser un promotor de ética y una consciencia sobre cómo una energía tan peligrosa puede ser usada para el bien”, dice.
En contexto
Pero antes de entrar en detalles sobre la comisión, es necesario hacer un impasse y conversar sobre qué es la energía atómica, un tema que suena complejo.
Hablemos un poco sobre los descubrimientos de esta energía. Actualmente está en cartelera el filme Oppenheimer, el cual describe a los artífices de la bomba atómica que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, en la etapa final de la Segunda Guerra Mundial.
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La bomba fue el resultado de un esfuerzo científico y tecnológico sin precedentes. Durante la Segunda Guerra Mundial, científicos de varios países investigaban el núcleo del átomo y sus propiedades. La idea era lograr una reacción nuclear en cadena, donde átomos se dividieran y liberaran mucha energía.
En Estados Unidos se creó un programa secreto llamado Proyecto Manhattan, el cual reunió mentes brillantes en Los Álamos, Nuevo México. Todas tenían un objetivo: crear una bomba con un poder destructivo nunca antes visto.
Del otro lado del charco, los científicos Otto Hahn y Fritz Strassmann descubrieron que podían romper núcleos atómicos en fragmentos más pequeños en un proceso llamado fisión nuclear. Esto liberaba enormes cantidades de energía.
Esta energía, por así decirlo, podría “explotar” y convertirse en una bomba, pero para hacerlo requería un desafío enorme: mantener bajo control una reacción nuclear en cadena. En palabras simples: era necesario construir “algo” que contuviera esa energía para poder ser liberada cuando se quisiese.
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Un científico llamado Enrico Fermi logró en 1942 enriquecer uranio, un elemento químico, para usarlo en la fisión nuclear. En un experimento llamado “Chicago Pile-1″, provocó una reacción en cadena controlada, un gran paso hacia la bomba atómica.
Tiempo después, dos tipos de bombas fueron desarrollados: la de uranio y la de plutonio. Diseñar estas bombas implicó resolver problemas técnicos enormes, como la creación de explosivos para comprimir el material nuclear y permitir la reacción en cadena. Allí fue donde apareció el aporte de Robert Oppenheimer, el físico que dirigió el proyecto Manhattan y puso a Estados Unidos a la cabeza de la era atómica.
En julio de 1945 se realizó con éxito la primera prueba de una bomba de plutonio en el desierto de Nuevo México. La explosión, conocida como “Trinity”, demostró que la reacción en cadena podía ser controlada y liberar una cantidad inimaginable de energía.
Con la bomba lista, los líderes estadounidenses tomaron la decisión de usarla como arma. Finalmente, el 6 de agosto de 1945, la bomba de uranio, llamada “Little Boy”, fue lanzada sobre Hiroshima, devastando la ciudad. Se estima que alrededor de 140.000 personas murieron directa o indirectamente como resultado de la explosión y sus efectos.
La destrucción de Hiroshima y Nagasaki llevó a una reflexión profunda sobre el uso de armas nucleares. Esta experiencia marcó el inicio de una era donde el mundo debía aprender a lidiar con el poder y la responsabilidad que la ciencia había entregado, dejando una discusión sobre los alcances del poder nuclear y la importancia de la paz.
Y aquí entra Costa Rica
“Fue una década después de que ocurrieran esos lamentables eventos que los gobernantes de Costa Rica se interesaron en levantar la voz en el tema”, explica don Luis.
En 1957, ante la preocupación mundial sobre los efectos de otras posibles bombas, se funda el Organismo Internacional de Energía Atómica, el cual vela por la seguridad en torno a estos temas.
“Costa Rica se convierte en un estado miembro y poco a poco comienza a interesarse en tener a su propio equipo de trabajo que contribuya en la causa”, agrega Jiménez.
En 1969 se crea en nuestro país la Comisión de Energía Atómica, constituía por una junta directiva y un cuerpo administrativo. La directiva es un órgano colegiado que tiene representación ministerial (Ministerio de Agricultura, Ministerio de Relaciones Exteriores y Ministerio de Ciencia y Tecnología) y de universidades públicas (UNA, UCR, UNED y TEC), el cual preside el Doctor Esteban Picado Sandí.
Asimismo, su cuerpo administrativo, dirigido por don Luis, también incluye a Emilia Solís Díaz, encargada de gestión de proyectos para el desarrollo y control de energía nuclear en el país; Ana Isabel Alvarado, encargada de asuntos financiero-administrativos; Ana Lucía Ortiz, asistente administrativa; y Brenda Sandoval: secretaria de la comisión.
Es con este grupo de personas que Costa Rica busca ser un protagonista clave en la promoción, divulgación y desarrollo de aplicaciones pacíficas y seguras de la energía atómica.
Desde su creación mediante la “Ley Básica de Energía Atómica para Usos Pacíficos” (Ley 4383), la comisión ha trabajado para fomentar la cooperación con instituciones nacionales e internacionales, así como con la empresa privada, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los costarricenses a través de la energía nuclear.
Esta comisión forma parte de las instituciones descentralizadas del gobierno central. Tiene una relación directa con el Poder Ejecutivo, tanto a nivel de directrices como de presupuesto público.
¿Qué significa todo esto en términos prácticos? “Pues que principalmente trabajamos para prevenir los peligros derivados de las radiaciones ionizantes, garantizando así un uso seguro de la energía nuclear”, dice don Luis.
Aquí es necesario hacer una pausa: ¿qué es la radiación ionizante?
“La radiación ionizante es un fenómeno físico en el que partículas u ondas con suficiente energía interactúan con la materia, produciendo ionización al eliminar electrones de los átomos y moléculas”, explica el director.
En la práctica, su uso es más fácil de comprender. Por ejemplo, con la medicina. En la terapia de radiación se utilizan haces de radiación ionizante para tratar el cáncer. También se emplea en la imagen médica, como radiografías y tomografías, para diagnosticar enfermedades y lesiones.
En la inspección de materiales y soldaduras, la radiación ionizante se usa para detectar defectos en la estructura de objetos, como tuberías y piezas metálicas. También es útil en la esterilización de productos médicos y alimenticios.
Además, esta radiación se aplica en la datación por radiocarbono, práctica que se utiliza para estimar la edad de objetos arqueológicos. Además, la detección de radiación ionizante es parte de dispositivos de seguridad en aeropuertos y fronteras.
De todo esto se encarga la comisión: de promover que las personas y las instituciones utilicen la tecnología nuclear de forma responsable para el desarrollo.
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Ahora sí, volvemos con la explicación del trabajo de la Comisión de Energía Atómica de Costa Rica.
Este grupo de ticos impulsa la cooperación internacional en el ámbito de las aplicaciones pacíficas de la energía atómica, fomentando la colaboración entre países y procurando beneficios para nuestro país.
Por ejemplo, la CEA tiene la Coordinación Nacional de Arcal (Acuerdo Regional de Cooperación para la Promoción de la Ciencia y la Tecnología Nucleares en América Latina y el Caribe), en donde el Doctor Esteban Picado Sandí ocupa actualmente la vicepresidencia del grupo directivo.
También expide licencias para el uso de equipos emisores de radiación ionizante y de fuentes radiactivas en Costa Rica para aplicaciones en industria, investigación y educación (acción que se realiza en estrecha coordinación con el Ministerio de Salud). Asimismo, participa en la organización LANENT (Red Latinoamericana para la Educación y Capacitación en Tecnología Nuclear), y lidera la acción denominada WIN ARCAL (Women in Nuclear), que pretende que más mujeres tengan acceso a carreras y puestos relacionados con energía nuclear en la región.
“En todos estos espacios damos un llamado a la paz, que es lo más esencial. Por ejemplo, desde mucho antes de la guerra de Ucrania existen tratados internacionales que procuran evitar el uso bélico de la energía nuclear. Todos estos acuerdos son importantes y siempre debemos recordar su vigencia en los foros y en las organizaciones donde participamos. Es prácticamente una obligación moral de nuestra institución. Asimismo, debemos estar orgullosos del liderazgo internacional que ha tenido nuestra Cancillería en ese llamado permanente a la paz y al diálogo tolerante en estos temas.”, detalla Jiménez.
Aterrizando el tema
Todo esto suena a papeleo y términos técnicos, pero ¿cuál es un ejemplo claro de lo que hace este grupo de costarricenses?
Un aspecto fundamental del trabajo de la comisión es la promoción de tecnologías nucleares que promuevan el desarrollo sostenible.
Un caso es la búsqueda de alternativas al bromuro de metilo, un compuesto utilizado en la eliminación de microorganismos y plagas en productos agrícolas, el cual ha probado tener efectos negativos sobre la capa de ozono y el cambio climático. La comisión procura que se conozcan tecnologías nucleares que pueden ser posibles soluciones para este tipo de problemáticas de interés agroalimentario y ambientales.
El uso de la radiación ionizante como método de descontaminación de alimentos se alinea con los objetivos globales de seguridad alimentaria y desarrollo sostenible. En otras palabras: es mejor usar esta tecnología nuclear que productos industriales que dañan el medio ambiente.
“Esta tecnología que promovemos es genial porque, por ejemplo, si usted va al supermercado y compra unas fresas, debe comerlas pronto porque si no se dañan. Con la radiación ionizante, no solo se descontamina el alimento y se protege frente a amenazas como hongos, sino también que tiene más tiempo de vida para ser comido. O sea, no se le va a poner mala la fruta en la noche”, explica don Luis.
Otro ejemplo de la promoción de tecnología nuclear es la generación de electricidad. Aunque Costa Rica ha optado por no utilizar la energía nuclear para la generación de electricidad, la Comisión de Energía Atómica reconoce la importancia de la diversificación de las fuentes de energía para otros países.
“El enfoque en fuentes renovables como el agua y el viento ha sido exitoso en la matriz energética de Costa Rica, pero la constante evolución de la tecnología nuclear plantea la posibilidad de un papel más amplio en el futuro. Otros países pueden utilizar esta tecnología en vez de combustibles que hacen daño al ambiente”, afirma Jiménez.
Sobre el control de peligros que hay en Costa Rica, el director de la comisión detalla que aquí no exista un lugar con altas concentraciones de sustancia radioactiva que vaya a provocar una tragedia como la ocurrida en Chernobyl, donde ocurrió un accidente muy grave en una planta de energía nuclear, en 1986.
En esa planta soviética, algo salió terriblemente mal mientras estaban haciendo un experimento. Esto liberó una cantidad enorme de radiación peligrosa al aire. La radiación es como un tipo de energía invisible que puede ser muy dañina para los seres vivos.
Muchas personas que trabajaban en Chernobyl se enfermaron gravemente y algunas incluso murieron. La zona alrededor de la planta quedó contaminada y todavía es peligrosa para vivir allí. Fue uno de los peores desastres nucleares en la historia.
“En Costa Rica no es posible que pase algo así porque no tenemos reactores nucleares y, por otro parte, tampoco existen lugares con altas concentración de elementos radiactivos. Es posible que en algunos hospitales, al usar cobalto en tratamiento de cáncer, pudieran quedar residuos, pero no es una alerta que tengamos”, explica Jiménez.
Las preocupaciones de la comisión van más relacionadas al uso de radiación ionizante y a los peligros de exponerse de forma irresponsable.
La exposición a la radiación ionizante puede dañar directamente las células vivas, afectando su función normal. Esto puede llevar a mutaciones en el ADN y alteraciones en el funcionamiento de las células y contribuir al desarrollo de enfermedades, incluido el cáncer.
También puede causar daño directo en la piel y a quemaduras por radiación.
Además del cáncer, la exposición crónica a la radiación ionizante aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y del sistema nervioso.
Aun así, siempre existe el riesgo de pensar en una fotografía más amplia sobre el uso de esta energía.
“Nos preocupa la gente, pero también nos preocupa lo que el mundo pueda llegar a pensar con esta tecnología”, dice don Luis.
En el marco del filme Oppenheimer, el químico Jiménez quiere recordar que, sobre todas las aplicaciones, lo más importante es tener consciencia de que esta ciencia debe ser usada para el bien.
“En este sentido, la película es un recordatorio del potencial de la energía nuclear y su aplicación en contextos diversos. Aunque el contexto histórico de la Segunda Guerra Mundial presenta un escenario distinto, la película representa un llamado a utilizar el conocimiento nuclear de manera responsable y regulada para resolver desafíos globales, en lugar de utilizarlo con fines militares. Nosotros queremos aportar a esa causa pacifista”, finaliza don Luis.