La sensación del mar en el cuerpo lo es todo. Si siente la marea en la espalda, es porque está colocado en dirección hacia el sur. Si la percibe en la cadera derecha, viene del oeste; si le golpea en la cadera izquierda, proviene del este, y si la recibe en el pecho, debe venir desde el norte. Esta es la realidad de Aitor Francesena, una de las personas ciegas que se deja llevar por el reventar de las olas sin necesidad de observarlas en el torneo de surf adaptado.
Son 30 segundos en los que es dueño de todo: domina las fuerzas del mar hasta por 150 metros para llegar a la playa de Boca Barranca, en Puntarenas. Luego de realizar sus maniobras encima de la tabla cae al agua y repite el proceso.
En el torneo internacional High Fives Costa Rica Open Pro de Surf Adaptado 2024 se reúnen todo tipo de personas. Hay quienes viajaron desde los lugares más remotos del mundo para apoyar a sus familiares y quienes compiten en el agua, según su discapacidad.
Son paratletas con prótesis en brazos o piernas, con discapacidad visual o parálisis cerebral, o que no tienen movilidad en sus piernas y deben surfear acostados, asistidos por alguien más.
Oriundo de Vasco, una comunidad al norte de España, Aitor Francesena nació con un glaucoma y tenía la advertencia de que iba a quedarse ciego conforme pasaban los años. Aun así, se convirtió en un surfista presente en todos los torneos imaginables y posteriormente decidió entrenar a la élite europea.
Fue en 2013 cuando perdió la vista por completo y, desde la sala del hospital donde estuvo internado durante tres meses, decidió comenzar una nueva vida. Se planteó solo dos posibilidades: sentarse en un sillón y dejar que los días pasaran o seguir disfrutando de lo que tenía a su alrededor.
Fiel a su espíritu luchador, optó por el camino desafiante. Su actitud desde entonces ha sido decirle sí a todo: a viajar, a bailar y, por supuesto, a surfear.
Dos años después retomó el deporte, pero ahora bajo la modalidad de surf adaptado. Planeó cuidadosamente su regreso al mar hasta que, un día, visitó una playa cercana a su hogar y descubrió que podía medir la intensidad del oleaje solo con escucharlo. A la mañana siguiente, con gafas en los ojos, se sumergió entre las olas y logró ponerse de pie en la tabla.
Se mantuvo estable en medio de los gritos de todas las personas que lo observaban en la playa y llegó al final de la ola. Desde entonces, no ha parado de practicar y ya ha sido campeón mundial de surf adaptado en cinco ocasiones.
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De la silla de ruedas al mar
Dejar su silla de ruedas en la arena para sumergirse en el agua es parte de la rutina de Natalia Vindas Pérez, paratleta nacional que entrena de dos a tres horas diarias para dar su mejor desempeño con la tabla. Su categoría de competencia es la de Pro sin asistencia, lo que significa que surfea acostada por su cuenta.
En el 2008, cuando Natalia tenía 23 años, sufrió una caída durante una inspección de carreteras. Este accidente le provocó una lesión medular y la dejó inmovilizada de la cintura para abajo.
La invitación de su amigo Juan Manuel Camacho, quien también es paratleta nacional, la llevó a practicar surf. Desde que probó la profundidad del mar y se montó en su primera ola, quedó enamorada. Comenzó a practicar regularmente hasta convertirse en la única tica que representó al país en el torneo mundial.
Aunque antes del accidente no era una persona deportista, tras descubrir el surf adaptado se mudó a Jacó, Puntarenas y entrena diario, según le permiten las condiciones climáticas y su trabajo. Fuera del mar también debe practicar, pues este deporte no es solo acuático; realiza ejercicios funcionales para trabajar sus grupos musculares, que según explicó, son aquellos “que uno ni sabe que tiene”.
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Al ingresar al océano, Natalia siente una conexión consigo misma que no logra experimentar bajo ninguna otra circunstancia. Lo describió como un vínculo con Dios y la naturaleza, que le permite disfrutar del presente y alejarse de las distracciones o el cansancio que vive más allá de la arena.
“Cuando estoy surfeando tengo que olvidarme de todo y dejarlo en la playa. Es entrar con la mente despejada. Para mí es casi también como un ejercicio de meditación”, agregó la paratleta.
La otra cara de la moneda para llevar a cabo este deporte es el apoyo colectivo. Si ya una tabla de surf es cara, son aún más costosas las que tienen adaptaciones para las personas con discapacidad, pues están hechas a la medida. La de Natalia, por ejemplo, tiene una cuña que le permite apoyar su pecho y levantar el rostro mientras surfea.
“Si alguien ve una silla de ruedas ahí en la playa no es que esté mal puesta, es que probablemente sus usuarios están metidos en el mar. No le va a servir a nadie más, porque está hecha a la medida de la persona. Tratemos de ser un poquito más conscientes en esa parte, que las ayudas técnicas son realmente necesarias para las personas, no es un lujo”.
— Natalia Vindas Pérez, paratleta, organizadora del evento y presidenta de la Asociación Deportiva de Surf Adaptado Adaptado.
¿Cuáles son las reglas del surf adaptado?
Gustavo Corrales, fundador de la Asociación Deportiva de Surf Adaptado de Costa Rica y entrenador de los seleccionados nacionales, explicó que el concepto técnico de surf dicta que un participante es impulsado por una fuerza primaria, ya sea natural o artificial, para deslizarse en las olas.
Esta definición abarca los tres tipos de objetivos: alto rendimiento, recreativo y terapéutico. Además, el equipo necesario para practicar surf es bastante simple, ya que técnicamente solo se necesita un artefacto que le permita desplazarse por el agua.
El estilo de vida de un surfista es complejo, pues va más allá de nadar y realizar acrobacias. Fuera del mar deben estudiar para tener un conocimiento profundo de las condiciones climáticas, así como mantener una nutrición adecuada y una buena hidratación.
Antes de poder competir, los paratletas deben pasar por una evaluación médica, donde se determina el grado de lesiones o enfermedades que tienen y se les asigna en una de las 11 divisiones del surf adaptado.
Las competencias internacionales de surf adaptado, que ya se han realizado en dos ocasiones en suelo tico, coinciden con los campeonatos de otros deportes: es sumamente organizado.
Antes de ingresar al mar, los participantes se agrupan en equipos de entre dos y cinco paratletas, identificados con camisetas de colores vibrantes que facilitan su ubicación y reconocimiento a la distancia. Usualmente, estas camisetas son rosadas, verdes, blancas y negras.
Cada grupo dispone de 15 minutos para entrar al agua antes de que inicie su heat (tiempo de competencia) y acostumbrarse al ambiente. Luego, una bandera verde se alza desde la costa y el sonido de una corneta les avisa que comenzó su turno para conquistar las olas.
Cada heat tiene una duración de 30 minutos, durante los cuales los competidores pueden tomar cuantas olas deseen sin interferir en la zona de otros participantes. Después de surfear, son asistidos por un jet ski que los lleva de vuelta al punto donde rompen las olas para comenzar de nuevo.
A 200 metros de distancia se ubican los jueces, responsables de calificar todas las olas surfeadas según criterios que valoran maniobras radicales, innovadoras y progresivas realizadas por los deportistas.
Además, evalúan el grado de dificultad y la zona donde se completa la acrobacia, que puede ser en la cresta, el labio, el tubo de la ola, o de manera aérea. Entre más se salgan de lo ordinario y combinan giros, rotaciones y agarres, combinado con su fuerza, fluidez y velocidad, recibirán una puntuación entre 0.1 a 10.
La calificación se asigna también con base en la originalidad y combinación de giros, rotaciones y agarres, junto con la fuerza, fluidez y velocidad.
Durante los 30 minutos de competencia, los surfistas pueden tomar tantas olas como deseen, pero solo se considerarán sus dos mejores puntuaciones. Los socorristas en los jetskis les informan sobre sus posiciones en tiempo real y, al concluir el heat, se determina quiénes avanzan a la siguiente ronda.
Adaptar el surf a la persona, no la persona al surf
La Asociación Deportiva de Surf Adaptado, una entidad sin fines de lucro, nació por el lazo de una amistad. Corrales contó que Ismael Araya, uno de sus mejores amigos y también surfista, sufrió un accidente en el 2003. Al quedar en silla de ruedas y enfrentar una batalla contra la depresión, ambos se propusieron encontrar la manera para que regresara al mar.
En el 2015, cuando la Asociación Internacional de Surf (ISA, por sus siglas en inglés) organizó el Mundial de Surf Adaptado, Gustavo hizo todo lo posible para que incluyeran a su amigo. Así fue y ambos viajaron hacia California, Estados Unidos: Ismael como atleta y Gustavo como su entrenador.
Su historia resonó tanto que Ismael fue invitado a participar en un simposio, donde le preguntaron qué esperaba llevar de vuelta a su país. La respuesta fue contundente: “I hope to bring hope” (espero traer esperanza).
Estas palabras dejaron una profunda huella en Gustavo, quien regresó entusiasmado a Costa Rica para reclutar a más personas con discapacidad interesadas en el deporte. En el 2018 lograron formalizar la asociación y, actualmente, llevan un equipo de surfistas a competir contra los mejores del mundo cada año.
“Parte del mensaje de nosotros, y lo que hemos hecho en el detrás de escena, es incentivar a las diferentes municipalidades, empresas o lugares para que construyan más espacios accesibles”.
— Gustavo Corrales, fundador y vicepresidente de la Asociación Deportiva de Surf Adaptado de Costa Rica.
A la vez, esta asociación organiza los Open Pro en Costa Rica con el objetivo de brindar a los atletas la oportunidad de competir en un torneo de élite en su propio país, sin la necesidad de enfrentar dificultades económicas para viajar.
Organizar un torneo con 64 paratletas provenientes de 19 países es complejo; especialmente si se considera que son cuatro días de competencia y se requiere tanto equipo técnico como humano para llevarlo a cabo.
Además de la pasión por el deporte, son las decenas de voluntarios que sostienen este campeonato. Van de arriba para abajo, de mar a mar, para poder trasladar a los paratletas que lo requieran. Cargan sus tablas y sillas anfibias para que se sumerjan o salgan del agua sin problema, y en todo momento están al tanto de su seguridad.
Lo que los mueve es el espíritu de colaboración y trabajar con las comunidades. Suelen ser jóvenes locales que crecieron entre la arena y buscan incentivar al surf como recreación.
“Los voluntarios conocen el mar súper bien. Son carguísimas y nos ayudan por puro amor. Imagínate que en vez de estar generando ingresos vienen todas las semanas para apoyarnos, pasan corriendo y asistiendo a todos los atletas”, agregó la surfista Natalia Vindas.
Costa Rica obtuvo destacados logros en el torneo recién celebrado: Juan Manuel Camacho alcanzó el segundo lugar en la categoría Waveski, Mathews van der Hoot el segundo lugar en Prone Assistence, Natalia Vindas el segundo lugar en Unassisted Prone, Roy Calderón el tercer lugar en Blind Low Vision y Dariel Meléndez el tercer lugar en Above the Knee Upright.