Aldo Luilly Camacho Dalorzo, de 51 años, fue operado el 4 de enero del 2022 y ha contado con acompañamiento integral. Tras siete meses de su proceso ha perdido 57 kilos. Empezó con 188 kilos y la cirugía se la hicieron en tiempos en los que ya él no podía ni siquiera dormir del dolor.
Por muchos años fue pescador y permanecía hasta seis meses mar adentro. Sin embargo, hace 10 años un accidente en aguas internacionales le cambió la vida: se le dañó su cadera derecha, se le dificultó la movilidad y su peso le afectó aún más la condición.
Aún espera una operación de cadera, pero antes debe llegar a 100 kilos: va por buen camino.
“Lo de la cadera me afectó y me engordé hasta llegar a ese punto. Tenía casi cuatro años que no podía trabajar ni hacer nada. Ahora gracias a Dios después de la operación me puedo mover más. Iba de mi cama a lavar a un lugar cerca de mi casa y me devolvía llorando de dolor. Intentaba levantarme de una hamaca y tenía que volver. No dormía por los dolores que me agarraban y eso era el efecto del peso, ya no podía más”.
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Desde el Ebais de San Pablo, en Nandayure de Guanacaste, lo refirieron a cirugía bariátrica, pero la espera fue larga porque llegó la pandemia y le suspendieron las citas preoperatorias. Él además tenía de fondo diabetes e hipertensión. La cirugía de Camacho se realizó luego de exponer su situación en un noticiero nacional: no podía más con “tanto dolor” y había una lista de espera de 1400 personas.
Tras la operación, Aldo va encaminado a sus objetivos, cuida su alimentación y hace ejercicios. Dice ser muy disciplinado. En marzo podrían darle una fecha para la cirugía de cadera, aunque si llega a su meta de peso antes, es posible que se la adelanten.
“La cirugía es una gran ayuda, pero es el inicio, ya el compromiso moral es de uno.
“Al principio fue muy duro. No lo niego, pero gracias a Dios, a mi esposa y a mi familia que me han apoyado física y moralmente, lo he logrado, me ayudan con las comidas y con todo. Deseché platos, ahora como en tacita pequeña, me sirvo poquito y estoy satisfecho”, narró. Dice que inicialmente experimentó debilidad, comenzó a tomar vitaminas y se estabilizó.
También le hicieron cambios en el consumo de medicamentos para el tema de diabetes e hipertensión.
“Yo no tuve complicaciones, ni ansiedades. Sufrí más por el café que por la comida. Los primeros dos meses estuve sin café”.
Actualmente él recibe acompañamiento por parte del doctor Gustavo Jiménez y también de los departamentos de nutrición y psicología del Hospital México.
“Mi vida dio un cambio radical de 180 grados. Soy otra persona. No lo voy a negar, los dolores de cadera aún son fuertes día y noche, pero ya no son esos que no me dejaban ni dormir, que me hacían llorar. Son dolores que puedo sobrellevar. Estoy en el proceso de solicitud para ver si me ayudan con una pensión por invalidez. Ya no puedo trabajar”.