Al mejor estilo del Viejo Oeste, el mundo de los videojuegos es un rodeo donde siempre hay que pelear por un puesto. Ser el vaquero más corajudo requiere tiempo, astucia y, sobre todo, respeto.
El rancho en que acontece todo ese universo virtual lleva el nombre de Twitch, la compañía que ha hecho que cientos de youtubers exitosos migren hacia allí y donde se pueden observar transmisiones de juegos a cualquier hora.
Con más de diez años de existencia, siendo el rey de las transmisiones en línea en el último lustro, la cifra máxima de espectadores que una vez alcanzó Twitch fue de 400 mil personas al tiempo. Y decimos que ‘alguna vez alcanzó’ porque el pasado 19 de enero, al mediodía, comenzó una transmisión que rompió todos los récords imaginados.
No solo alcanzó 2 millones tres cientos mil personas como pico máximo de transmisión, sino que alcanzó 15 millones de hora de contenido, la media más alta que jamás se había atestiguado en este sitio web.
El culpable de esta cifra está sentado frente a mí, en su silla gamer colocada al centro de un cuartito púrpura, ubicado en el centro de Heredia. Su nombre es Alejandro Corrales, lleva el pelo amarrado y una gran sonrisa cuando procesa estos números. “¡Es genial, es genial lo que ha pasado!”, dice el muchacho, de solo 20 años.
Su emergente carrera -es estudiante de Ingeniería en Sistemas en la Universidad Nacional- es motivo de júbilo, ya que ha sido la mano derecha de los grandes streamers de estos tiempos: elded, AuronPlay, ElRubius, Komanche, Ibai Llanos, TheGrefg, entre otros que rigen el entretenimiento virtual de nuestro siglo.
Su madre y padre absorben esa misma emoción. “¡Es que es increíble”!, subraya su papá Jorge. “Yo siempre digo que esto es como si él hubiera querido jugar fútbol con el equipo cantonal ¡y terminó en el Barcelona!”.
El comienzo de todo
En el mundo web Alejandro es mejor conocido como AleCuatro, un nombre que suena lo suficientemente místico como para acompañar la leyenda que ahora lo rodea: ser el artífice del juego que rompió la internet.
El 19 de enero de este año, Twitch presentó a 150 streamers de alto perfil en una videojuego inspirado en El juego del calamar, la serie de Netflix sobre supervivencia. En la versión de AleCuatro aparece lo conocido en el programa bajo sus propias reglas, especialmente porque tomó la estética de Minecraft, un videojuego de culto de acción y aventuras con aspecto de bloques como los muñecos de Lego.
El juego creado por el tico traía un gran botín de fondo: el ganador del juego se llevaría $100.000, una cifra nunca antes alcanzada en ninguna competencia de la plataforma. “Es una emoción muy grande porque uno empezó desde pequeño soñando con algo así”, admite Alejandro.
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Para su padre y madre, toda esta fascinación comenzó cuando el muchacho, a quien llaman “Alito”, descubrió el mundo de los Lego.
A su madre, Sandra Varela, se le quiebra su voz cuando recuerda que “Alito, más que jugar, le parecía interesante ver cómo funcionaban los juegos”, recuerda. “Cuando era Navidad y la familia nos preguntaba qué podían regalarle, la respuesta siempre era legos y legos. Podía pasar horas de horas armando cositas. Era otro nivel la fascinación que tenía”.
Alejandro realizó una alianza con un equipo de 20 personas que se dedicaron al texturizado, animación, doblaje, modelado 3D y música para el evento de Squidcraft Game, el cual rompió récords en la plataforma Twitch.
Doña Sandra, quien de hecho es ingeniera en sistemas informáticos, empezó a sospechar que su pequeño tenía un talento particular. “Como yo trabajo con computadoras pensé que la compañía Lego debía hacer un software para hacer replicar el juego, pero en digital. Cuando Alito creció y supe que existía Minecraft dije: ‘al fin’. Esto era lo que él necesitaba”.
Alejandro creció y, cuando tenía nueve años, siempre llevaba un pequeño cuaderno de un lado donde apuntaba ideas que le aterrizaban repentinamente en su cabeza. Dentro de esa lluvia de imaginación, un día apareció un concepto que le llamó poderosamente la atención a su madre.
“Pues él vino de la escuela y me enseñó un cuadernito en el que quería emular un videojuego. Usted veía la primera página y decía: ‘ingrese usuario y contraseña’, junto a un dibujo de dos pantallas de computadora. Alito le preguntó a los compañeros de la escuela qué le gustaría que tuviera el juego, entonces iba anotando todos los elementos que requería para hacerlo. Yo pensé: ¡mi hijo está haciendo los primeros pasos para hacer un videojuego y de forma inconsciente!”, dice aún con asombro doña Sandra.
AuronPlay me dijo que él no le cambiaría nada a Squidcraft Game. ¡Dijo que le parecía el videojuego perfecto y yo no lo podía creer!
— Alejandro Corrales, desarrollador de Squidcraft Game
Alejandro creció y se interesó rápidamente en este tipo de entretenimiento. “A mí me explotó la cabeza encontrar Club Penguin”, recuerda el muchacho, refiriéndose a un juego en que se podía socializar con otras personas en línea a través de minijuegos. “Era el sentido de una comunidad en que no había que estar presencial para verse. Me gustó muchísimo y pasaba jugando, queriendo saber más sobre cómo hacer algo así”.
Su padre, don Jorge Corrales, empezó a preocuparse en aquel momento. Ahora se ríe al ver el éxito que ha tenido su hijo, pero sí admite que su preocupación más grande era reducir las horas en que Alejandro pasaba en la computadora.
“Claro, es que ahora me doy cuenta que pasaba todo ese tiempo estudiando, más que jugando”, cuenta don Jorge. “Tratamos de regularle los tiempos frente a la compu y lo castigábamos sin aparatos electrónicos. Pero luego supe que él quería aprender de este mundo, que no era vagancia”.
Su madre recuerda una anécdota en esta misma línea. Era Navidad y Alejandro, con 14 años, le rogó a su madre que le diera dinero para que un muchacho le fabricara un complemento requerido para el videojuego que deseaba diseñar. Logró convencer a su mamá, pero cuando tuvo el dinero, fue estafado.
“Resulta que el tipo pidió pagar por adelantado y se desapareció. Pues mi hijo se frustró tanto tanto que él mismo dijo: ‘pues me lo voy a hacer yo’, y así aprendió. Luego empezó a vender lo que había aprendido a hacer y empezó a ganar unos cuantos dólares. Ahí se dio cuenta que podía programar y que tenía talento”.
Contando con el apoyo de sus padres, y de su hermana Yara, Alejandro se motivó a conocer más sobre este mundo.
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Un ascenso meteórico
Al acercarse a su mayoría de edad, a Alejandro no le fue difícil saber cual era su camino: la informática fue la senda elegida.
De hecho, desde antes de salir del colegio, esa intención estaba clara. En unas vacaciones Alejandro pidió entrar a un curso de Fundamentos del videojuego, un taller de verano en la Universidad Nacional. Para ese momento tenía 16 años y necesitaba ser mayor de edad para ingresar al curso, pero logró convencer a los profesores que tenía capacidades para hacerle frente.
“Yo siempre he querido esto. Hay una satisfacción en poder contar una historia y ver las reacciones de la gente. Empecé con cosas muy pequeñitas y, aún así, sentía ese gozo”, cuenta. “A puro internet pasé averiguando cómo se podía programar. Leía y leía y me hice autodidacta. Ya después en la universidad me enseñaron más cosas, pero todo lo fui aprendiendo solo”.
Tras sus primeras invenciones, que fueron servidores para jugar Minecraft, un popular streamer llamado elded conoció al muchacho en Twitter. Según cuenta Alejandro, en el 2017 no era frecuente ver a un hispanoparlante ofreciendo servicios de programación, por lo que el streamer se interesó en crear una alianza.
Se intercambiaron un par de mensajes y, al poco tiempo, lo convirtió en un colaborador habitual de su canal de YouTube. La alianza ayudó a elded a crecer, al punto en que hoy el streamer realiza transmisiones en Twitch que alcanzan a casi 200 mil personas.
“Esas experiencias con elded me dieron mucha confianza y, puedo decir, que he ayudado a más de 100 personas con servidores para videojuegos e ideas para crecer”.
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Hace poco más de un año, elded volvió a pedir la colaboración de Alejandro para hacer un videojuego de supervivencia llamado Dedsafío, el cual cobró tanta popularidad que despertó el interés de otros streamers. Después de cuatro meses, otras figuras influyentes como Komanche y AuronPlay le escribieron a su bandeja de mensajes de Twitter.
Y así se vino el bombazo, como catalogan doña Sandra y don Jorge la experiencia del último videojuego inspirado en El juego del calamar. Titulado Squidcraft Game, la invención de Alejandro revolucionó la forma de mirar los videojuegos.
“Más que un juego fue un reality show”, comentó el padre de Alejandro. “Uno pone en perspectiva que eran 150 expertos en entretenimiento en algo de mucha emoción y tensión. Nosotros como familia nos comimos las uñas. Fue demasiado. Estábamos Yara, mi esposa y yo inmersos, algo más entretenido que incluso la serie de Netflix”.
El apoyo de la familia fue total.
“Incluso unas tías mías que no tienen idea de los videojuegos estaban ahí conectadas, apoyándome. Fue muy lindo poder ver que algo así también puede unir”, dijo Alejandro con una gran sonrisa.
“Y es que lo vimos por tres meses metido en la computadora enfocando todas sus energías en esto”, dice el progenitor. Para lograr el éxito del juego, Alejandro realizó una alianza con un equipo de 20 personas que se dedicaron al texturizado, animación, doblaje, modelado 3D y música para el evento.
“Yo estaba muy nervioso, cansado. Estuve cuatro horas antes del evento, hicimos ensayos, teníamos chats con los streamers y con la gente de Twitch. Atender el juego es atender un evento. Hay coreografías, hay cinemáticas, hay que girar instrucciones... Pero saber que la gente rió, se asustó, lloró y la pasó genial es lo más reconfortante”, afirmó el muchacho.
Después de tres semanas de descanso, Alejandro ha vuelto a respirar. Ha disminuido la carga de materias de su universidad para seguir enfocando energías en la programación de videojuegos. Squidcraft Game regresará, asegura. “Será como el mundial del entretenimiento cada año”, promete, frotándose las manos.
Mientras tanto, queda como tarea memorizar su nombre, porque Alejandro Corrales dará mucho de qué hablar.