La noche de su victoria, Alexandria Ocasio-Cortez recibió las buenas noticias en un bar de billar en el Bronx de Nueva York. No muchos medios estaban con ella –de hecho, un artículo de The Washington Post asegura que había menos de cinco– . Las únicas imágenes que circularon de la noche en un canal de cable local: un video corto, que está en redes sociales y ni siquiera dura dos minutos.
“Se veía pasmada y radiante, como alguien que acaba de ganar una carrera olímpica: intentaba recobrar el ritmo de su respiración sin dejar de sonreír”, escribió, al día siguiente, Carolyn Kormann para The New Yorker.
Fue una celebración prematura pero importante.
En noviembre próximo, Ocasio-Cortez tendrá que pelear por una de las 435 plazas de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos contra el republicano Anthony Pappas.
Eso quiere decir que, tras las elecciones primarias organizadas por su partido Demócrata, su verdadera campaña apenas está iniciando.
Pase lo que pase en cinco meses, en tan precoz momento, Ocasio-Cortez ya es considerada una ganadora en el gremio político de Nueva York y de su país.
Dentro de su partido, se batió contra el más feroz de los contrincantes, Joseph Crowley. Ahora, los medios estadounidenses no le dan mucho mérito al futuro político de Pappas; no lo consideran una amenaza.
Mujer, de ascendencia latina y con 28 años, Ocasio-Cortez venció con un 57,13% de los votos a nada menos que el cuarto demócrata más poderoso de la Cámara de Representantes.
El susodicho, Crowley, mantiene la plaza de su distrito desde el 2013 (antes ocupaba otra plaza, por otro distrito). Es un hombre con una carrera tan poderosa que, se especulaba, sería el sucesor de Nancy Pelosi en la vocería del partido. Con 56 años, irónicamente, es uno de los más jóvenes entre los líderes de la oposición estadounidense.
Mientras la noche del 26 de junio, Ocasio-Cortez esperaba los resultados de las elecciones primarias en su barrio natal, todas las certezas del Partido Demócrata se convirtieron en dudas.
¿Quién puede rejuvenecer al partido? ¿Están conectados los políticos del partido con los ciudadanos trabajadores estadounidenses? ¿Qué clase de poder obtuvo en tan pocos meses una mujer de la más remota izquierda del partido para ganar la más inverosímil de las elecciones distritales del país?
Cero a la izquierda
El sitio web del bar de tacos y tequila Flats Fix mantiene una única foto borrosa de Alexandria Ocasio-Cortez. No tiene panfletos ni micrófonos en las manos: agita una coctelera con la mano izquierda y manipula la licuadora con la derecha.
Los periodistas estadounidenses –todos– describen casi con sorpresa que, hasta hace un año, ser mesera y bartender de Flats Fix era su verdadero trabajo.
“Había trabajado para el fallecido senador Ted Kennedy hace muchos años, en su división de inmigración. Encontré el trabajo increíblemente gratificante, pero nunca me vi con una carrera política propia. Descarté la posibilidad porque sentía que la posibilidad me había descartado a mí. Sentía que la única forma de lanzarme de forma efectiva era teniendo acceso a riqueza, a poder social y pertenecer a una dinastía poderosa. Sabía que yo no tenía ninguna de esas cosas”, aseguró ella en entrevista con The Cut, división de moda de The New York Magazine.
Tras su victoria, Ortiz-Cortez ha sido entrevistada y perfilada por revistas de mujeres, programas nocturnos de comedia y, en menor cantidad, medios de comunicación especializados en temas de política. Dice las mismas cosas que afirmaba en su campaña,
En un país con conflictos de mayor impacto –las tormentosas relaciones del presidente Donald Trump con Corea del Norte, la separación de cientos de niños de los brazos de sus padres por su condición migratoria–, el valor noticioso de la carrera política de su nominación pasó inadvertido.
“Muchas organizaciones grandes de noticias se quedaron con una mano atrás y otra adelante”, escribió la columnista de The Washington Post, Margaret Sullivan. “Los medios necesitan acercarse a lo que los votantes están pensando y sintiendo: su ira y resentimiento, su marginación de los centros de poder, las preocupaciones de sus billeteras”, afirmó.
La carrera de Ocasio-Cortez dentro del seno demócrata siempre estuvo a la sombra del prestigio y poder de Joseph Crowley.
Ocasio-Cortez no recibió plata de grandes donadores corporativos –los mismos que, según ella, han comprometido los intereses del Partido Demócrata–. Business Insider afirma que el 70% del dinero de su campaña provino de donaciones menores a los $200.
Una semana antes de las elecciones, un periódico del Bronx organizó un foro con los candidatos y Crowley envió a otra mujer a representarlo, una antigua concejal que admitió que no conocía las posturas legislativas del demócrata. El descuido, tal parece, le salió más caro que un editorial de The New York Times, que advertía un reflejo del clima político que culminó en la elección de Trump como presidente.
Reconocida como una igual por varios grupos grassroots –movimientos tradicionalmente de izquierda que trabajan de forma local y colectiva–, ella obtuvo apoyo de BlackLivesMatter, grupo de resistencia contra la violencia racial en Estados Unidos, y Justice Democrats, formada por el liderazgo de la campaña del senador Bernie Sanders.
Fue sumamente transparente con su agenda de prioridades: educación universitaria gratuita, descriminalizar la migración y desmantelar el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (conocido como ICE, por sus siglas en inglés, y responsable de aplicar la nueva política migratoria de Trump).
“Definitivamente hubo una falta de su presencia. Eso fue gran parte de mi victoria. Faltó que escucharan lo que pasaba en las calles, faltó que salieran a las tiendas a preguntar qué tal estaban. Esa es una parte importante de la representación porque tenemos muchísimo trabajo que hacer aquí en Washington. Pero ese trabajo tiene que estar arraigado en las comunidades que nos eligieron para representarles”, dijo Ocasio-Cortez en el programa televisivo Meet the Press, la semana pasada.
Aunque Ocasio-Cortez hizo campaña en apenas uno de los 27 distritos que tienen una representación en el Congreso de Estados Unidos –es decir, un 6% de las plazas de la Cámara de Representantes–; la joven demócrata habla a los medios como si tuviera la claridad para ver la polarización del estado entero. Hace dos años, antes de esforzarse por lanzar su carrera política, formó parte de los militantes de Bernie Sanders durante sus elecciones primarias.
“Nueva York tiene una de las maquinarias políticas más opresivas de todo el país. Como Nueva York vota por los demócratas en las elecciones presidenciales, la gente piensa que es un lugar de justicia social y económica. No lo es. Nueva York tuvo, en el 2016, una de las votaciones primarias más bajas de todo el país, en segundo lugar después de Luisiana. Los problemas de las votaciones impactan a la clase trabajadora, las personas con discapacidad y las personas de color”, declaró a The Cut. “Somos progresistas en varios temas pero estaríamos mejor si nuestro electorado y sus valores estuvieran mejor representados”, agregó.
En mayo, finalmente, un video zanjó el asunto de esas representaciones con una narración de Ocasio-Cortez.
“Las mujeres como yo no deberían correr hacia un puesto político. No nací en una familia rica ni poderosa. Mi madre es de Puerto Rico, mi padre del sur del Bronx. Nací en un lugar en el código postal determina tu destino. Después de 20 años de la misma representación, tenemos que preguntarnos: ¿para quién ha estado cambiando Nueva York?”.
Alexandria la del Bronx
“Mi papá nació en el sur del Bronx mientras se quemaba, los mismos propietarios están incendiando sus edificios (para cobrar los seguros). Creció en un apartamento de una habitación junto con otras cinco personas. Mi mamá nació en la pobreza de Puerto Rico. Se conocieron allá, se casaron, pero volvieron y fueron capaces de obtener una hipoteca por un apartamento del Bronx y tenerme a mí. La idea de que dos veinteañeros de clase trabajadora puedan hacer eso es inimaginable en Nueva York”, dijo Ocasio-Cortez a Vogue.
La constante de la joven demócrata ha sido colocarse al lado de la lucha contra la inequidad de su distrito –el cual tiene parte del Bronx y otra de Queens, los barrios más latinos y pobres del centro de Nueva York–.
Tras su victoria y los subsecuentes ataques a su postura política, Ocasio-Ortiz ha rechazado la etiqueta de socialista que provino, originalmente, de sí misma y de su estrecho vínculo con la izquierda de Democratic Socialists of America, que apoyaron tanto la precandidatura de Bernie Sanders como la primera candidatura de Barack Obama.
“No estoy lanzando mi carrera desde la izquierda. La estoy lanzando desde el fondo. Estoy apoyando con fiereza a la clase trabajadora estadounidense. Esa es mi estrella del norte. Siempre lo ha sido y siempre lo será”, escribió en Twitter durante esta semana.
I’m not running “from the left.”
— Alexandria Ocasio-Cortez (@AOC) July 3, 2018
I’m running from the bottom.
I’m running in fierce advocacy of working class Americans.
That’s my North Star.
Always has been.
Always will be.
Aunque la misma vocera demócrata Nancy Pelosi desmintió que la victoria de la línea política de Ocasio-Cortez sea una tendencia dentro del caucus del partido, los días pasan y las preguntas alrededor de su inesperada campaña se multiplican (tanto así que otras figuras controversiales del partido también están tomando decisiones para recuperar participación).
Quizás la pregunta que, sin querer, la candidatura de Ocasio-Cortez plantea es la más urgente de todas. Sin cambios dentro del mismo partido que no pudo retener su electorado frente a Trump, ¿cómo recuperarán el poder legislativo de Estados Unidos con miras a hacer lo mismo en las elecciones presidenciales del 2020?