“Los muertos posan muy bien. Y había muchos. Más de mil, aunque eso no lo sabría hasta después, hasta que encontramos a los misioneros. Tiraba fotos del lagar de cadáveres. Entonces lo vi. Era un brazo fino, de una muchacha, desnudo, que se movía como un suave resorte, sin hacer el menor ruido. Un brazo que hacía un movimiento casi amable, como si no quisiera llamar la atención. Se alzaba hacia el cielo, volvía a descender. Como si a través de aquel brazo respiraran los cadáveres amontonados delante de la pequeña iglesia de Gikoro. Como si a través de aquel brazo el pueblo ruandés, náufrago, estuviera haciendo señales a los barcos”.
Así narró el español Alfonso Armada –quien visitó Costa Rica para participar en el último festival Centroamérica Cuenta– uno de los momentos más traumáticos de su carrera como periodista. En ese entonces cubría noticias internacionales para el medio ABC (en el que trabajó por 19 años), donde relató en una crónica lo que había visto.
Han pasado 25 años desde aquel día, pero el recuerdo aún está latente. No es fácil de superar, aunque ha aprendido a sobrellevarlo. Se trata del genocidio de Ruanda, un conflicto armado entre los tutsi y los hutu (pueblos nativos de ese país) entre abril y julio de 1994 y que provocó la muerte de más de 800 mil personas.
“Viví unos momentos terribles en Ruanda, que me han dejado una huella que no se van a olvidar nunca”, afirma Armada, tras hacer un recuento por los lugares en los que el oficio lo ha llevado a estar.
Él nunca planeó ser periodista de sucesos, mucho menos de conflictos bélicos, sin embargo, las oportunidades fueron apareciendo como si lo buscaran para estar en cada acontecimiento con un final trágico.
De hecho, cuando estaba en la Universidad Complutense de Madrid, donde se graduó como periodista tenía otros intereses, por ejemplo, se veía como periodista de cultura, pero no como especialista en conflictos armados.
“No tenía especial interés y no me veía (en estas coberturas), de hecho, no me gusta definirme como corresponsal de guerra, he cubierto unas cuantas guerras, pero no es mi principal pasión”, añadió.
La primera experiencia fue la de Bosnia Sarajevo en 1992, cuando en el periódico español El País (en el que trabajó por 13 años) le propusieron viajar a esa región. En un principio la propuesta le pareció impactante. No obstante, reconoce que tenía curiosidad por ver una guerra en vivo y a todo color.
Tenía miedo, desconocía los antecedentes y la historia de los Balcanes, no sabía que iba a encontrar, ni en qué condiciones, pero finalmente aceptó.
“Ya yo había leído crónicas de compañeros y de otros periodistas, pero no me había visto a mí mismo cubriendo una guerra, no sabía si iba a poder manejar mi miedo, no sabía cómo se encuentra una guerra, entonces mi primera reacción fue de pensar en la muerte, que te maten, pero al final dije sí, porque quería saber si era capaz de manejar mi miedo, quería saber cómo era una guerra de cerca y contarlo”, detalló.
Pero no fue cuestión de solo una vez, ya que fue enviado a Sarajevo en tres ocasiones diferentes durante la guerra, entre 1992 y 1994.
“Tuve momentos complicados. En una guerra eres un objetivo militar como otros pero no te da esa sensación de estar perseguido, de estar amenazado directamente”, agregó.
Armada creía que esta iba a ser su última cobertura sobre conflictos armados y terroristas, ya que tras regresar de la guerra le apareció una oportunidad para trabajar en el medio español ABC, que no pudo rechazar: ser corresponsal en Nueva York.
Allí iba a tener la oportunidad de cubrir eventos relacionados con temas culturales, que eran los que realmente le agradaban, por lo que no lo pensó dos veces, hizo maletas y se fue.
Pasó siete años en La Gran Manzana y fue justo durante esa temporada cuando ocurrió el atentado a las Torres Gemelas, el 11 de setiembre del 2001. Allí Armada entendió que los sucesos lo perseguían.
“Mi madre cada vez que iba a una guerra lo pasaba mal, preguntaba que por qué iba yo y no alguien más y sintió un alivio cuando me mandaron a Nueva York, y justo cuando estaba allí hubo el ataque de las Torres Gemelas, con lo cual también me toca contar casi la guerra en Manhattan”, recuerda.
No es el mismo. Desde el momento en que puso un pie en Bosnia su vida cambió y no se arrepiente a pesar de las situaciones tan complicadas que le tocó vivir.
“(Estar en una guerra) Me ha hecho darle más valor a la vida y me ha hecho quitarle importancia a algunas angustias contemporáneas que vivimos en nuestras sociedades más estables o menos desgarradas por la guerra o por el dolor. Le da más valor a la palabra, que es nuestra herramienta fundamental”, asegura.
Desahogo entre libros.
Más de 20 libros se han publicado bajo su autoría. Son de poesía, aunque también ha escrito obras de teatro con corte político, relatos y anécdotas de las experiencias que ha vivido durante los atentados de las Torres Gemelas y las guerras.
Los libros se han convertido en un desahogo. En ellos ha plasmado lo que en los periódicos no podía, es decir, son un tipo de diario personal abierto.
“El periodismo intenta contar la historia cada día e intentamos ser lo más precisos, pero te faltan claves, te faltan perspectivas, te falta tiempo y los libros de alguna manera hacen que la prosa esté más reposada. Yo creo que cuando te ocurre algo, puedes hacer un poema, convertirlo en una crónica, en una novela, o una crónica periodística”, explicó.
El primero fue Crónicas Africanas, un compilado justamente sobre su experiencia en Ruanda y Sarajevo que incluye crónicas publicadas en medios de comunicación, crónicas inéditas y diarios íntimos entrelazando la historia de las dos guerras.
Además, cuando estaba en Sarajevo empezó a escribir poemas, uno cada día del año, por lo que llegó a escribir más de 300 y explicó que esto se debe a que quería ver el lado positivo de la vida, que los lectores pudieran ver lo que sucedía detrás de un conflicto bélico.
"Yo también escribí teatro, de alguna manera fueron algunas experiencias muy duras que había vivido en Bosnia, en la guerra. Yo siempre defiendo que aunque estés contando cosas horrorosas tienes que intentar que la prosa dignifique lo que cuentas, sin hacer poesía pero que la calidad del lenguaje sea una calidad acorde con el dolor y con la importancia de lo que cuentas, es decir, que no muera al cabo de un día o una semana”, detalló.
Aún escribe y tiene muchas razones para hacerlo, ya que las anécdotas, y su pasión por la poesía están intactas, sin embargo, ahora a sus 60 años y lejos de los medios de comunicación masivos lleva su vida con más calma.
“Siempre que escribes estás intentando parar el tiempo, también es un desahogo, pero más que eso es una especie de dar la razón de ser al propio periodismo cuando dices cómo combatirías el miedo. El miedo es muy útil porque hace que no cometas imprudencias, tienes que manejarlo. El hecho de estar enfocado contando una historia te ayuda a sobrellevarlo desde el punto de vista psicológico”, enfatizó.
Dirige el sitio Frontera D, una revista digital fundada por él mismo hace 10 años con crónicas de largo aliento y periodismo narrativo. Es un trabajo voluntario que tiene como fin apoyar a periodistas amenazados de muerte o perseguidos en todo el mundo.
Ayuda a periodistas.
Desde hace 10 años forma parte de la Organización No Gubernamental (ONG) Reporteros sin fronteras. Actualmente es el presidente y su objetivo es ayudar a los periodistas de países en guerra.
Entre otros elementos prestan chalecos antibalas y dan un seguro a los periodistas que van a cubrir guerras como freelance. También tienen un programa de acogida de periodistas perseguidos en América Latina, amenazados de muerte, a quienes en conjunto con el ayuntamiento de Madrid, los llevan por unos meses a España para que se desintoxiquen de la situación de su país y también se puedan capacitar.
Por ejemplo, el año anterior la ONG llevó un periodista nicaragüense y una venezolana y para este año acogerá a un reportero mexicano y uno colombiano.
“Queremos darles cierto alivio cuando la presión es tan tremenda. Sabemos que no soluciona el problema pero es una forma también de hacer actos en defensa de la libertad de prensa, buscamos concientizar a la gente, criticamos cualquier ataque a los periodistas donde quiera que ocurran”, relató.
La sede está en Francia pero hay delegaciones y corresponsales en todo el mundo, quienes se encargan de realizar informes periódicos sobre si hay leyes, persecuciones, amenazas, asesinatos, entre otros, para desarrollar un informe mundial cada año.
Además, con su trabajo en esta organización busca que las personas de todo el mundo comprendan que la prensa es aliada del pueblo y que su función es informar, pues no duda en afirmar que existe una campaña para desprestigiar el periodismo.
“Creo que la gente no es consciente de la importancia que es tener una prensa crítica, rigurosa, vibrante y respetuosa con la verdad, entonces esa campaña internacional le está haciendo mucho daño a la prensa y en todo caso provoca que muchos periodistas sean secuestrados, amenazados y asesinados en todo el mundo”, señaló.
Sin duda, Armada ve la vida diferente, ya que sus coberturas le permitieron tener una sensibilidad que, de acuerdo con el escritor, algunos periodistas pierden con tal de llevar una noticia y generar la atención del público.
Y aunque ya se encuentra de cierta forma retirado, aún tiene la espinita de conocer de cerca el conflicto en Nicaragua y Venezuela y no descarta viajar a esos países para entender las crisis que viven los pueblos. Al único país al que se niega a ir es a Siria, pues asegura que allí es imposible trabajar.