Transcripción del texto: Arturo Pardo
Madre e hija se desenvuelven con la misma frescura y espontaneidad, como si estos rasgos se trajeran en los genes. Acostumbradas ambas a las cámaras, luces y micrófonos, Lorena Velázquez y Amanda Moncada intercambiaron preguntas y respuestas como la agilidad de un juego de ping-pong, y eso que la madre no sabía que su hija haría de entrevistadora aquella tarde.
Al finalizar la sesión, Amanda atinó a decir: “Yo evito hablar de cosas personales, pero es que nadie me iba a hacer mejores preguntas que Lorena”, quien es la segunda de sus tres hijas. La mayor es Amanda, e Iliana es la menor.
Este es un extracto de la amena conversación, que se extendió durante casi 30 minutos.
–Tenés muchos años de trabajar en moda, pero también estudiaste hotelería y tomaste cursos de cocina alrededor del mundo. ¿Por qué decidiste poner el énfasis en la moda y no en la cocina o la hotelería?
–La vida está llena de decisiones y, en algún momento, necesité urgentemente tener una respuesta económica inmediata. Primero, probé con la cocina, puse un café en el centro de San José, pero no me fue bien. En cambio, me fue muy bien en lo de la ropa. Yo diría que le abrí las puertas al destino y el destino me empujó en esa dirección.
–Eso no lo sabía. Nosotros estuvimos varios años viajando de país en país por el puesto de mi papá, que trabajaba en petróleo. ¿Sentiste que fue mucho sacrificio para vos y para tus tres hijas esa transición de país a país?
–Vieras qué terrible lo que me estás preguntando, porque cuando yo lo viví, no tuve ningún problema. Yo iba feliz, pero la verdad es que en ese momento no me di cuenta de que, tal vez, mi felicidad no era la felicidad de ustedes.
”Ser ficha nueva en la escuela todos los años no es fácil. Sé que, en el largo plazo, esa es una herramienta para la vida, porque yo veo que ustedes se acomodan a todas las culturas y no les cuesta nada. Pero viendo hacia atrás, fue difícil para ustedes, y yo en ese momento no me di cuenta; yo lo hice con todo el gusto y para mí, fue fantástico. Fue una escuela. No estaría donde estoy ahora si no hubiera pasado por esas experiencias”.
–¿La salida de cuál país te hizo sufrir más y por qué?
– Cuando yo salí de Buenos Aires, Argentina, pensé que la mitad de mi corazón se había quedado allá, porque nosotros tenemos mucha coincidencia con los porteños. Todavía tengo relaciones fantásticas con argentinos que viven allá.
–¿Cuáles fueron los momentos más difíciles que tuviste en tu infancia y cómo afectaron tu crecimiento como ser humano?
– Yo diría que eso es lo que ayuda a la supervivencia del ser humano; fue una lección de vida. Todo lo malo tiene una buena consecuencia. Yo creo que esos momentos difíciles me ayudaron; me hicieron madurar a garrote: cuando te toca ver que pasan cosas de la vida, de la muerte, de cosas económicas...Y es que la mía era una familia enredada. Yo vuelvo a ver atrás y noto que algunas de esas cosas fueron positivas, pero eso solo lo notás cuando se ha tomado distancia.
”Por ejemplo, la muerte de mi padre, que murió relativamente joven. Cuando pasa eso, uno comienza a decir: ‘¿qué voy a hacer?’. Se te muere el papá, quedás mal económicamente, tu mamá enferma…. Pero todos esos golpes de la vida te hacen ser más estable en las relaciones. Por ejemplo, yo tengo 43 años –casi 44– de casada, y creo que si no hubiera tenido esas experiencias, yo no hubiera sido tan constante en mis relaciones”.
– ¿Y cuál ha sido la mayor realización que has tenido como madre?
– Mi familia, indiscutiblemente; le hemos puesto toda la energía a la familia; a las hijas para que salgan adelante. Eso es bueno y malo. Porque vos sabés que somos padres sobreprotectores y a veces eso no ayuda a puedan volar como tiene que ser, pero ni modo. Si les dan una pedrada, la tienen que recibir… no hay de otra, nadie aprende de otra manera.
Obstáculos
– Durante toda tu vida, ¿cuál ha sido la piedra más difícil que has tenido que brincar?
–Siento que soy como un sapito: las voy brincando una tras otra. No podría definir cuál fue la más difícil. Yo creo que uno en la vida tiene muchas piedras difíciles y cada una deja una enseñanza que te va a servir después. Claro, te vas volviendo más vulnerable con los años. Cuando estás muy joven, tu visión de la vida es una y cuando va pasando el tiempo, comenzás a ver, diferente, la vida.
–¿Cuál sería el consejo que le podrías dar a una hija que esté pasando por una crisis o problema personal?
– Primero, humildad; luego, tolerancia y, por supuesto, por encima de todo, espiritualidad. Ni siquiera pienso en religiosidad. Pienso que la espiritualidad es una herramienta bárbara que tiene el ser humano; hay unos que la utilizan y otros que no, pero eso es lo que verdaderamente ayuda. Vas entendiendo algunas cosas de cómo vivir; vas logrando esa comunicación con el universo y esa adaptación a lo que el universo te da. A veces, uno comienza con esa visión negativa de la vida, pero todo está balanceado: vas a recibir lo bueno y vas a recibir lo malo. Lo importante es desechar lo malo, pasar la página. Si uno se quedara pegado en esto, sufriría el resto de la vida.
–Decime tres virtudes que te caracterizan.
–Yo diría que soy optimista, luchadora y amorosa.
–¿Y un defecto?
–Yo diría que lo he descubierto tarde. Según yo, no soy una persona estresada sino que soy una estresada bien disimulada. Lo he proyectado probablemente a través de ustedes porque nadie me puede conocer mejor que mis propias hijas.
”Los hijos son plastilina a la que vos le das forma. Si hay ciertas respuestas que ustedes reflejan, probablemente las han aprendido en la casa. Es así como lo he descubierto ahora, es algo que yo no sabía que tenía”.
–¿Qué es lo más travieso que has hecho?
–La verdad es que yo fui cuadrada porque no tuve chance de ser diferente. Vos podés ser terrible cuando en el ambiente te sentís protegida, pero cuando no te sentís protegida y estás pasando por un mal momento, no pasa eso.
”A mí me dieron los años 60 en que todo el mundo hablaba del amor libre y las flores, y yo estaba en medio de un momento muy difícil. Hubo muertes en la familia y mi tío Manuel Mora [líder del Partido Comunista] funcionó como un papá para nosotros. Creo que estoy más traviesa ahora”.
–¿Y qué es lo más aventurero que has hecho?
–Yo hago aventuras todavía. Por ejemplo, andar perdida en una ciudad grandísima, perder un carro en un parqueo y durar dos días en encontrarlo, o perder un avión dos días seguidos porque estaba perdida en una ciudad. Me toca arriesgarme, aún ahora, a pasar por cosas no tradicionales y tener las agallas de hacerlas.
–¿Algo de lo que te arrepintás de haber o no haber hecho?
–En la vida, juega mucho la causa y la consecuencia. Cuando las criaba a ustedes, yo era más brava, pero tengo que confesar que no me funcionó. Ahora sé que esas actitudes de “papás mandones dirigiendo” no son la manera adecuada para criar.
”Habrá otras cosas que haría diferentes, pero reflexionando sobre valores más intrínsecos, pensaría en lo que fui yo de mamá en aquella época. Ahora trato de ser diferente con los nietos, que son mi locura más grande”.
Felicidad y plenitud
–Vos proyectás felicidad. ¿Cuál dirías que es el secreto para ser una persona plenamente feliz?
–Yo pensaría que es genética. ¿Por qué hay gente que se levanta peleando? ¿Por qué en la mañana quiere ver con quién se pelea?
”Creo que tiene que ver con esas experiencias de vida. Yo vuelvo a ver a mis hermanos y los veo un poquito parecidos a mí, como easy going, y yo creo que es producto del garrotazo que recibimos antes de tiempo. Cuando la vida te agarra y te garrotea, ya no te podés dar esos aires de levantarte enchichado porque no te gusta una comida o te desquitás con lo que tengás más cercano. Yo diría que nosotros aprendimos la lección de que esa no es la mejor manera.
–¿Cómo era la relación que tenías con tu madre?
–Uno vuelve a ver a la mamá y dice: ‘esto no lo voy a hacer con mis hijos y esto sí’. Creo que, en el caso de mi mamá, ella era una persona muy tímida; no le gustaba salir y yo con ustedes traté de ser diferente. Ella fue muchas cosas que yo no fui.
”Ese sentido de inseguridad que ella me dio yo no lo quería transmitir a ustedes”.
–¿Cómo considerás que es la relación con tus hijas?
–No ha sido fácil porque, cuando uno tiene ese sistema de educación tan militarizado y dirigido, se pierde la comunicación. Y la comunicación es la base de una buena relación con los hijos. Hay que tomarse el tiempo de escucharlos y, la mayor parte de los padres está haciendo otra cosa.
”Pelear no es mi fuerte. Yo tengo una capacidad de aguante que me pueden decir de la A a la Z y no me salgo de mis casillas. Pero eso tampoco es bueno, pues uno debe tener la capacidad de decir lo que está sintiendo”.
–¿Cómo esperás que la gente que te quiere te recuerde?
–Contenta. Cuesta pensar que, a través de la moda, vos podás hacer una labor de ayuda, pero a través de la moda le resolvemos los problemas a mucha gente. Me gustaría pensar que hay mucha gente que se ha sentido ayudada sin necesidad de que medie lo económico, en un momento en el que lo necesitaba.
– ¿Qué crees que te falta?
–Me falta vivir: sentirme bien y sentir que mi entorno cercano está bien.