Amelia Earhart fue un ser particular. Fue la primera piloto en cruzar sola el océano Atlántico. Pero además, con sus hitos, se convirtió en un referente para el feminismo.
“Mi ambición es que este maravilloso don de volar se traduzca en mejoras para el futuro de los vuelos comerciales, y para las mujeres que quieran volar los aviones del mañana”, dijo Earhart, célebre también por sus marcas de vuelo.
Era una mujer determinada y querida. Si embargo, desapareció del radar sin dejar una sola pista. Y esta ausencia continúa doliendo.
Amelia desapareció el 2 de julio de 1937 durante un vuelo en el que trataba de darle la vuelta al mundo. Ni ella, ni su avión, ni su copiloto dejaron rastro alguno. Durante todo este tiempo, el caso se ha mantenido como uno de los mayores misterios de la aviación. Cada tanto surge una nueva teoría, sin embargo a los 80 años de su desaparición, una foto ha revivido el enigma.
Se trata de una imagen que reveló recientemente un documental de History Channel. En el programa, los expertos afirman que la foto muestra a Earhart, a su copiloto Fred Noonan , y su avión, un Lockheed Electra 10E, en las Islas Marshall en 1937.
Sin embargo, dos blogueros dicen que hallaron la foto en un libro japonés de 1935, cuando Amelia estaba sana y salva en Estados Unidos.
Además, afirman que la foto fue publicada originalmente en un libro de viajes titulado Naval life line; the view of our South Pacific: Photo album of Southern Pacific Islands.
Pero todas las teorías son, hasta el momento, suposiciones. Aun así, esta nueva imagen apoya una de las tantas hipótesis alrededor de la tragedia.
Se dice que Amelia fue capturada por el ejército japonés, ya que las Islas Marshall fueron administradas por Japón entre las dos guerras mundiales.
Sin embargo, la versión que apoya hasta el día de hoy el gobierno de Estados Unidos, es que Earhart y Noonan se quedaron sin combustible y se estrellaron en algún punto del Pacífico.
La verdad en este caso, es que no existe una. Ninguna teoría cuenta con un 100% de credibilidad. De lo único que estamos seguros, es que Amelia cumplió su gran sueño: estar a la altura de cualquier otro hombre.
La teoría no ha sido confirmada por las autoridades japonesas, en cuyos archivo no consta tal detención. Y expertos como Dorothy Cochrane, del departamento de aeronáutica del Smithsonian National Air Museum, no le dan peso. “Pero no se puede culpar nadie por querer soñar”.
Primer contacto
Cuando Earhart era una adolescente, guardaba recortes de artículos que salían en los periódicos, sobre mujeres exitosas que desafiaban los estereotipos por incursionar en carreras tradicionalmente reservadas para los caballeros.
Leyes, dirección y producción cinematográfica, publicidad, ingeniería mecánica y administración, eran parte de sus intereses.
En 1907 tuvo un pequeño acercamiento en Iowa (Estados Unidos), donde vivía junto a su familia, cuando miró hacia arriba y divisó un punto lejano que no la impresionó para nada.
“Era una cosa oxidada y nada interesante”, dijo ella, según distintas biografías.
Por supuesto que Amelia no se imaginó, que años más tarde, entre el 20 y el 21 de mayo de 1932 realizaría en solitario la travesía sobre del Atlántico. Fue la primera mujer en completar sin acompañantes este peligroso viaje, proeza que no había vuelto a producirse desde el histórico vuelo de Charles A. Lindbergh en 1927. Después de la hazaña, Earhart fue galardonada por el Congreso de Estados Unidos con la Cruz Distinguida de Vuelo, la primera otorgada a una mujer.
“Canario”
Se podría decir que Amelia no buscó a los aeroplanos, sino que estos llegaron a ella, de una manera brusca e inesperada. Tal como suceden todas las sorpresas.
Su padre, Edwin Earhart no era muy adinerado, y esto lo resentía el abuelo de Amelia, Alfred Gideon Otis, un importante juez federal retirado. Así que para proveerle un futuro prometedor a Amelia, y a sus hermanas, la familia se las ingeniaba.
Cuando la madre de Earhart, quien también se llamaba Amelia, tuvo que hacerse cargo de la educación de sus hijas, utilizó dinero de un fidecomiso para enviarlas a una escuela privada.
Después de graduarse en 1915 de la secundaria Hyde Park High School en Chicago, Earhart visitó a una hermana que se encontraba en Toronto, Canadá.
Fue allí donde decidió entrenar y trabajar como auxiliar de enfermería en el Hospital Militar Spadina, en noviembre de 1918.
Tenía 21 años.
Un año después, durante el otoño, Earhart se inscribió en un programa de enfermería en la Universidad de Columbia, pero en 1920 lo postergó para visitar a sus padres en California.
Varios meses después de su llegada a Estados Unidos, Amelia asistió a una expedición de vuelo de acrobacia con su padre en Long Beach.
Allí su corazón se aceleró más de lo normal, cuando un avión voló directamente sobre su asiento. Aquel destello fue lo que Amelia necesitó para emprender su viaje.
Al día siguiente le permitieron hacer un vuelo de 10 minutos, con un piloto a su lado. Cinco días después, estaba recibiendo lecciones de vuelo con la aviadora pionera, Anita “Neta” Snook.
Snook (1896 – 1991) era una pionera en su profesión: fue la primera aviadora en Iowa, la primera estudiante aceptada en la Curtiss Flying School en Virginia, la primera aviadora que dirigió su propio negocio de aviación, y la primera mujer en administrar un campo de aviación comercial.
De acuerdo con el libro I taught Amelia to fly , que escribió “Neta”, Earhart no fue la mejor estudiante. Se dice que durante las primeras lecciones, Amelia dejó incrustado el aeroplano en un árbol de eucalipto. Sin embargo, esto no importó porque su amistad con Snook se fortalecía con cada lección.
Volaron juntas durante más de un año, y durante ese tiempo “Neta” se hizo cercana a la familia de Earhart, y a menudo compartía junto a ellos en sus días libres.
Seis meses después de tomar su primera lección, Amelia ahorró para comprar su primer avión. Un biplano Kinner Airster de segunda mano, pintado de amarillo que fue bautizado como “Canario” y con el que Earhart estableció en 1921 su primer récord, siendo la primera mujer en alcanzar una altura de 14.000 pies (4.267 metros, aproximadamente).
Un año después, recibió su licencia de piloto de la Federación de Aeronáutica Internacional (FAI).
El Atlántico
Amelia nació en Atchinson, Kansas. Desde pequeña demostró que era una mujer atípica para su época con gustos particulares.
Se cuenta que Amelia no fue una niña convencional, por su gusto por trepar los árboles, “golpear el tobillo” de su trineo para que este se fuera cuesta abajo, y por cazar ratas con un rifle de .22.
Por esto, se entiende el ímpetu que demostró en todas sus hazañas. La primera, y la que determinó su carrera, llegó a través de una llamada en abril de 1928.
El capitán H.H. Railey le preguntó si quería ser la primera mujer en cruzar el océano Atlántico acompañada. La idea de esa aventura fue de Amy Guest, una aristócrata estadounidense. Ella sería quien pilotaría la nave, pero, por presiones de su familia, desistió. Entonces, la familia Guest contrató a George Putnam, un publicista de Nueva York, para que encontrara la mujer indicada. Después de conocer a los coordinadores de la travesía, se decidió que Earhart acompañaría al piloto Wilmer Stultz y al mecánico Louis Gordon.
La nave se llamó Friendship , y despegó el 3 de junio de 1928 hacia Inglaterra. En su momento, Amelia reconoció que todo el trabajo lo hicieron los pilotos, pero al tocar suelo los periodistas la abordaron a ella.
El viaje también le trajo una adquisición. Su amistad con Putnam mutó a una relación seria, y en 1929 se casaron.
El Pacífico
Ya era reconocida por ser la primera mujer que atravesó el Atlántico sola, pero Amelia no se conformaba. Además contaba con varios hitos: en 1934 anunció que realizaría un vuelo a través del Pacífico, desde Hawái hasta California. Para ese entonces, diez pilotos lo habían intentado, pero fallecieron.
Sin embargo, Amelia aterrizó en Oakland, California, ante una multitud que la vitoreaba. Ese mismo año realizó el primer viaje sola de Los Ángeles a la Ciudad de México, y de allí a Newark.
Y un año después, llegó su gran proyecto, cuando comenzó a planear un viaje alrededor del mundo. Su avión para aquella aventura sería el Lockheed Modelo 10 Electra.
Finalmente, llegó el día. El 21 de mayo de 1937, Earhart y su copiloto Fred Noonan salieron de Florida.
El viaje marchó bien por Sudamérica, África, y Asia . Pero el 2 de julio, después un parada técnica en Papua Nueva Guinea, el Electra envió un último mensaje por radio.
“KHAQQ llamando al buque Itasca. Debemos estar encima de ustedes, pero no los vemos... El combustible se está agotando...”.
Dieciséis minutos después, Earhart hizo su transmisión final:
“Estamos en la posición de la línea 157-337 repetirá este mensaje ... Estamos corriendo de norte a sur”.
Horas después, y luego de varios intentos fallidos por comunicarse, se determinó que el avión había caído al Océano Pacífico.
Como Amelia era considerada una heroína nacional, el presidente Roosevelt ordenó una operación de búsqueda en la que se movilizaron nueve barcos, 66 aviones y más de 3.000 personas. 4 millones de dólares y 17 días después se dio por finalizada la búsqueda.